El pasado 2 de julio se cumplían 500 años del fallecimiento de Elio Antonio de Nebrija. Obviamente, en Pamplona estábamos a otra vaina, como dicen en Tierra Firme. Tras 1087 días de larga y expectante espera, se acercaba el momento. Por delante, 204 horas para vivirlos. Y también para sufrir a los de siempre, a los que hablan de diversidad y respeto; y su única intención es imponer sus orejeras a todos.
Volvamos al tema, en 1522 en Alcalá de Henares moría el humanista Elio Antonio de Nebrija o Antonio Martínez de Cala. A pesar de los esfuerzos de la Biblioteca Nacional, la Fundación Nebrija, el Instituto Cervantes, ayuntamientos de Lebrija y Alcalá de Henares, etc, al público en general no le está llegando esta efeméride.
En España pecamos de no valorar lo nuestro. Es una pena que se pase de puntillas sobre la figura y el legado de nuestro primer gran humanista (gramático, traductor, exégeta bíblico, docente, catedrático, lexicógrafo, lingüista, escritor, poeta, historiador, cronista real, pedagogo, impresor y editor), defensor de la diversidad cultural, un auténtico hombre del renacimiento. Estaba preocupado por la incultura y la barbarie. Cuya figura es equiparable a la de Erasmo de Rotterdam.
La biografía Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad de José Antonio Millán viene a restuarar a este erudito, que como muchas figuras históricas españolas ha sido manipulada por hunos y, por ello también, mal interpretada u olvidada por los hotros.
Nebrija estaba obsesionado por la recuperación del latín, defendía que sin su conocimiento era imposible leer los libros científicos de su época. Por ello elaboró el primer diccionario de palabras y afines, Dictonarium ex Hispaniensi in latinum sermonen conocido como Vocabulario Español-Latino.
Fue un hombre avanzado, con 19 años se fue a Bolonia, becado por el obispado de Córdoba para seguir sus estudios de teología. Algunos de sus textos, fueron superventas (best-sellers como mal se dice ahora) de su época, con ediciones en Paris, Venecia, Amberes, Burdeos, Limoges o Colonia. Pionero en la impresión en nuestro país y defensor de los derechos de autor dos siglos antes de los primeros edictos anglosajones.
En 1492 publica “Gramática de la lengua castellana” la primera de una lengua vulgar, pues afirmaba que “hay que escribir como se habla, y hablar como se escribe”. En ediciones posteriores incluyó términos traídos del Nuevo Mundo como “canoa”. Sin embargo, Elio Antonio es mucho más que su gramática.
Era un apasionado e incansable trabajador por las letras, sus textos versan sobre derecho, medicina, astronomía y pedagogía. Lo que le granjeó protectores como Juan de Zuñiga y el Cardenal Cisneros, que le otorgó libertad de catedra “que enseñara lo que él quisiese, y si no quisiese leer que no leyese; y que esto no lo mandaba dar por que trabajase, sino por pagarle lo que le debía España”. Y también peligrosos enemigos como el Inquisidor General Diego de Deza que le persiguió por sus críticas a la expulsión judía, y por su labor de exégeta e interés por el estudio del hebreo para una correcta traducción de la Biblia, (Biblia poliglota complutense)
Tras su proceso, no se amilanó y publicó “Apología” (1507) un texto intolerante frente a la mentira y la ignorancia. Una especie de alegato contra la censura y por la libertad de expresión, que defiende el uso de la filología aplicado a la crítica textual bíblica.
Merece la pena el interesante documental de RTVE sobre el personaje, conducido por el rapero, y ahora profesor de lengua y literaria, Sergio López más conocido por Haze, emitido con nocturnidad un domingo de julio en la 2.
Debiera ser proyectado obligatoriamente en las clases de ESO y Bachiller, no solo por el acercamiento a la figura de Nebrija, sino además por el ejemplo del poder que la cultura tiene en la transformación de las personas como la del presentador del documental.
Jesús Bodegas, Ldo. en Ciencias Biológicas