Óleo del siglo XIX que representa la batalla de Poitiers de 732, pintado por Charles de Steuben.
Número 19
Corre el año 732. Los árabes que han conquistado la península ibérica están ávidos de sangre y riquezas. Saben por sus informantes que los francos, los que habitan más allá de los pirineos, tienen unos lugares llamados monasterios donde se guardan reliquias, donde están enterrados sus líderes religiosos más importantes y donde se hacen enterrar sus reyes.
Su ansía por dominar a los cristianos, por imponer la religión musulmana, les lleva a atacarlos. Todo, parece transcurrir muy fácil. Una tras otra, las aldeas francas caen bajo su dominio. Pocos prisioneros, son infieles, acaso mujeres y niños para convertirlos como esclavos.
Se acercan a la capital del reino franco, Paris. El jefe militar de los francos, Carlos Martel, se prepara. El 10 de octubre se encuentran a pocos kilómetros de la urbe franca llamada Poitiers, cuando ambos ejércitos se encuentran.
El líder árabe, el entonces gobernador de la andaluza hoy ciudad de Córdoba, Al-Gafiki está confiado. Tiene caballería y sus enemigos no. Confía en el poder de su ejército.
Enfrente un ejercito de infantes fuertemente armado y con un líder, el citado ya Carlos Martel, que conoce las tácticas de los otrora poderosos ejércitos romanos y macedónicos. Tanto es así que sus soldados se colocan en forma de cuadro compacto.
La caballería musulmana ataca, rodea, la formación enemiga. Día y medio de constantes ataques para romper la formación y masacrar a los soldados francos. El líder musulmán se cansa y ordena un ataque frontal. Varias son las ocasiones en las que el ejército franco está a punto de romper su formación y ser derrotado.
De repente, un rumor se extiende por el campo de batalla. Otro ejército franco, está vez montado a caballo, esta saqueando y destruyendo el campamento musulmán. Los soldados árabes se retiran para defender su campamento, pero sin orden ni concierto, y son presa fácil para los francos. Hasta su propio gobernador cae muerto en la batalla.
Las bajas musulmanas son cuantiosas, entre 10.000 y 12.000 soldados. Los francos solo unos mil infantes.
El sueño de conquista musulmán termina ahí. Desde entonces y hasta su derrota final, serán siglos de constante retroceso, más lento o más rápido. Su último bastión, Granada caería en 1492.
Andrés Valencia, profesor e historiador
