La inmigración parece, por el momento, la única solución a la incesante caída de la natalidad en España, que en la última década se ha desplomado un 30 %, consolidando la crisis demográfica que año tras año convierte a España en un país más viejo.
Como ocurre desde 2016, el crecimiento de la población solo se sustenta en la llegada de extranjeros ante la incapacidad de los distintos gobiernos de implementar medidas de igualdad, conciliación e impulso a la maternidad que mejore su tasa de natalidad.
El alza del pasado año fue consecuencia de un saldo migratorio positivo de 333.672 personas (hubo 643.037 llegadas procedentes del extranjero y 309.365 salidas) que compensó el saldo vegetativo negativo de 56.262 personas (367.374 nacimientos, frente a 423.636 defunciones).
Destaca el INE que la llegada de extranjeros es la mayor desde 2008, primer año de la serie homogénea, y que la salida de población es la menor registrada desde el mimo año. Unas llegadas que crecieron un 20,8 % respecto al año anterior y unas salidas que cayeron un 16,1 %.
En términos relativos, el crecimiento anual de la población se ha duplicadodesde el 0,28 % de 2017 al 0,59 % de 2018. EFE