Si una vez escrutada la totalidad de los votos del referéndum realizado ayer en Turquía, confirman el Sí al presidente turco Erdogàn, éste habrá conseguido su máxima aspiración política, cual es, la de convertir a su país en una República presidencialista, cuyo presidente tendrá casi un poder ilimitado.
Y es que Erdogàn lo llevaba buscando desde hace ya algún tiempo. Desde su llegada al poder, y tal y como caracteriza a los gobernantes de filiación islamista, ha querido centralizar el poder político para ir transformándolo en un poder tipo República islámica, muy alejado del concepto republicano occidental.
El fallido golpe de Estado de hace algunos meses, que algunos hablan de que hubiera sido, incluso, organizado por el propio Erdogàn, ha posibilitado esta situación. El nacionalismo exacerbado, característico de los totalitarismos, impera hoy en Turquía. Todos aquellos que atacan al Estado son considerados sus enemigos; y esto es lo que ha podido valer para el triunfo del Sí a Erdogàn.
El país más occidental del mundo árabe corre el peligro de radicalizarse y convertirse en un Estado Islámico, que tiene a Europa muy cerca y de la que lleva ya años intentando formar parte. Su posible entrada en la Unión Europea, podría ser un elemento muy desestabilizador y con un peligro potencial enorme. Europa debe tenerlo en cuenta. Turquía no es solamente un país, pagado eso si, frontera a la inmigración.