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Cuando las secuelas de un coma te acompañan toda la vida

Volver a la vida tras permanecer varios meses en estado de coma es la esperanza de cualquier familia, pero también es un reto para la persona que empieza a recuperar poco a poco la conciencia y el control sobre algunas facultades perdidas como el habla. Sin embargo, hay varias secuelas que no se borran y que el paciente tendrá que asumir según sea el caso, como la pérdida de fuerza, el deterioro en la memoria o en la visión

Cuando un paciente despierta del coma empieza un proceso de rehabilitaciónlento, que puede durar años, a veces toda la vida, ya que tras sufrir un daño cerebral adquirido (DCA) quedan secuelas motrices, psicológicas y lingüísticas, aunque lo más difícil, según los expertos, es la reintegración social.

¿Y cómo se puede entrar en coma?: una persona puede llegar a ese estado tras padecer un DCA como consecuencia de una lesión en el cerebro: un ictus, traumatismos craneoencefálicos, tumores, anoxias (falta casi total de oxígeno en la sangre o en tejidos corporales) u otras patologíasinfecciosas.

“La persona parece dormida, es incapaz de despertarse por medio de estímulos y no es consciente de él mismo, ni de su entorno”, tal y como señala a Efe el presidente de la Sociedad Española de Neurorrehabilitación, Manuel Murie.

Si este proceso se dilata en el tiempo, la persona puede llegar a entrar en un estado vegetativo y mientras su cerebro sufre daños. “Cuanto más tiempo pase así, la recuperación será más complicada”, advierte el neurólogo.

Si logra despertar, tendrá secuelas motoras, como parálisis en parte del cuerpo, pérdida de fuerza y destreza; cognitivas, con posible deterioro en la memoria, la atención o control de los impulsos, o del lenguaje y la deglución.

Los altibajos en su estado de ánimo

Pero además a estos pacientes les puede cambiar la personalidad y las emociones y muchos de ellos tienen dificultades en establecer relaciones sociales.

Por todo ello, es necesaria una rehabilitación física y emocional que, según el especialista, “debe empezar lo antes posible”, y el proceso debe ser “continuo, personalizado y multidisciplinar”.

EFE/EPA/PETER DaSILVA

EFE/EPA/PETER DaSILVA

No obstante, cada paciente es distinto, ya que según señala a Efe el neuropsicólogo del Centro Neurológico de Atención Integral (CNAI), Ramón Fernández de Bobadilla, el origen del coma, su duración y las propias características darán lugar a un tratamiento diferente.

La terapia generalmente es larga, con altibajos y hay momentos en los que, según Murie, apenas se avanza.

A lo largo de este camino la familia ocupa un papel esencial, ya que la rehabilitación sigue en casa y, en ocasiones, sus miembros son los únicos que siguen al lado del afectado.

Según Fernández de Bobadilla, lo más difícil para ellos suele ser “asumir que habrá cosas de su vida cotidiana que ahora no podrán hacer, que tendrán que hacerlas de otra manera o que necesitarán ayuda”.

El 65 % de las personas con DCA son mayores de 65 años, según la Federación Española de Daño Cerebral (Fedace), sin embargo jóvenes, y niños también puede sufrirlo.

Un jóven de 19 años que permaneció tres meses en coma

El hijo del presidente de Fedace, Luciano Fernández, es uno de esos casos. A los diecinueve años sufrió una muerte súbita cardíaca provocada por el síndrome de Wolff-Parkinson-White, una enfermedad en la cual existe una ruta eléctricaadicional en el corazón.

Sufrió un daño cerebral que le hizo entrar en estado de coma. No despertó y paso a estar en estado vegetativo, pero casi tres meses después, según cuenta a Efe Fernández, “nació de nuevo”.

“Al despertar -relata el padre- hubo que enseñarle todo: a hablar, reconocer las cosas, caras, sabores…”, pero las secuelas también fueron físicas ya que había perdido la visión, casi todo el sentido del tacto y del gusto, y tampoco podía caminar por sí mismo.

Pronto comenzó un proceso de rehabilitación que hoy sigue y que, según Fernández, “durará toda la vida”.

El joven ha ido recuperando la memoria“poco a poco” gracias a que en casa fue trabajándola con fotos antiguas, escuchando su música favorita…Todo para recordar cómo era antes.

Su vida cambió por completo: “pasó de ser un líder, un chico sano, gran atleta y un espectacular estudiante universitario -comenta el padre-, a ser la persona que necesitaba ayuda, y sus amigos, excepto uno o dos, desaparecieron de su lado”.

Hoy, doce años después del trance, lleva una vida lo más normal posible, aunque no ha recuperado la vida social, que es lo que más cuesta, y aún tiene secuelas en el lenguaje y una hemiplejia, además de otras psicológicas, como problemas en la memoria a la hora de desempeñartareas cotidianas y de la percepción del espacio.

“Sólo necesita el apoyo de alguien que le supervise”, advierte su padre de este joven de ya 31 años, que al igual que buena parte de las 420.000 personas con daño cerebral en España tiene dificultades para recuperar la vida social y sueña con integrarse en el mercado laboral.

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