El ya fracasado golpe de estado en Turquía, ha mostrado la enorme debilidad democrática de un país en el que conviven dos formas de entender la vida: la occidental, representada por aquellos que quieren ser europeos y la islámica, representada, posiblemente, por los que en breves días se descubrirán como los autores intelectuales del fallido golpe de estado, los seguidores del clérigo radical Fetulá Gulen.
Si a ello le sumamos el autoritarismo innato de su presidente, el victorioso hoy, Erdogan, se puede entender lo sucedido esta pasada noche que, aquí, en España nos hace recordar lo acontecido aquel 23 F de 1981.
Dejando a un lado recordatorios del pasado, hoy por hoy, Turquía se ha convertido en un país inestable. País frontera con Iraq y Siria, país acusado de un trato tibio hacia los yihadistas, es hoy quien, según la Unión Europea, debería proteger a Europa de la marea de personas que constantemente pretende llegar a este continente ¿qué va a pasar a partir de ahora?
Otro frente se abre para nosotros los europeos, que unido al Brexit británico y a los «salvajes» atentados terroristas llevados a cabo por islamistas yihadistas, ya europeos, ponen en «la picota» a una Unión cada vez menos unida y que pudiera empezar a entonar el «sálvese quien pueda».