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Roca Rey, por triunfos, y Talavante, por calidad, marcaron los Sanfermines

Los diestros Andrés Roca Rey, que arrolló en sus dos actuaciones, y Alejandro Talavante, que hizo el mejor toreo de la feria, marcaron el nivel de unos Sanfermines con mejores resultados artísticos y ganaderos que los de los últimos años.

Roca Rey, que era junto al también novel López Simón el único espada que repetía en los carteles, salió a hombros en las dos ocasiones por la llamada puerta del encierro, con un balance total de cinco orejas cortadas como premio a su valor y a su determinación.

El diestro peruano puso toda la carne en el asador, aun a costa de varias volteretas y percances sin consecuencias, tanto con la descastada corrida de Fuente Ymbro como con la muy exigente de Núñez del Cuvillo, ratificando así con rotundidad y en otra plaza máxima de categoría su candidatura a la primera fila.

Por su parte, la mejor faena, el toreo de más calidad y temple de la feria lo hizo Alejandro Talavante, otro de los toreros en mejor momento de la temporada, que marcó claramente las diferencias.

El extremeño, que sólo cortó una oreja del primero de su lote, cuajó luego con calidad y reposo al toro de Jandilla, «Dudoso» de nombre, que se llevó los premios al más bravo del abono. Pero los fallos con la espada le impidieron rematar la obra y le negaron una más que merecida salida hombros.

Otro de los ejemplares destacados de esta llamada «Feria del Toro» fue el quinto de la completa corrida de Victoriano del Río, un serio y bello cuatreño, de nombre «Desgarbado», que embistió con entrega y recorrido a la muleta de El Juli.

El diestro madrileño, que logró así la otra de las sólo tres salidas a hombros de los matadores en Pamplona, le hizo una faena vertiginosa, de movimiento contínuo, que motivó la petición de orejas pero poco para recordar.

En el breve cuadro de triunfadores de Sanfermín figuran López Simón -por debajo de lo esperado-, Juan Bautista -simplemete correcto-, Juan José Padilla -entre la devoción de las peñas- y Sebastián Castella -monótono ante otro de los grandes toros de la feria-, premiados con orejas sueltas.

Pero, aun sin trofeos, a mucho más nivel se mostró Miguel Ángel Perera, quien, sin acertar con la espada, le hizo a un toro de Núñez del Cuvillo el trasteo de mayor mérito del abono.

Y también entre los destacados, hay que situar al joven sevillano Javier Jiménez, que estuvo muy por encima, por temple y pureza, de la mala y dura corrida de Cebada Gago, que decepcionó en su regreso a Pamplona.

Precisamente Jiménez y Eugenio de Mora fueron los únicos heridos de consideración. Y más aún el sevillano, que sufrió la fractura de la hipófisis de tres vértebras cervicales en un aparatoso percnace, aunque tuvo la entereza y el gesto de, aun así, mantenerse en el ruedo para lidiar a sus dos toros.

En el aspecto ganadero, este San Fermín ha llegado a sus mejores cotas con las corridas de Victoriano del Río, Jandilla y Núñez del Cuvillo y con algún ejemplar de José Escolar. Las demás divisas defraudaron en mayor o menor medida por su falta de raza, pero sobre todo las de Cebada Gago, Miura y la debutante de Pedraza de Yeltes.

También dio mucho juego la corrida destinada para rejones del Niño de la Capea, en la que se dio la vuelta al ruedo a uno de los toros que desorejó, como también al de su turno anterior, el maestro navarro Hermoso de Mendoza, que salió a hombros junto a Leonardo Hernández.

También por la puerta del encierro se fue de la plaza en el prólogo novilleril el mexicano Luis David Adame, que tuvo una actuación rotunda con los utreros de El Parralejo, ante los que también gustó el toreo de calidad del navarro Javier Marín.

En cuanto a trofeos, toros destacados y hechos reseñables, aunque no sean demasiados, estos Sanfermines han sido los de mayor nivel del último lustro, cuando la bravura y las faenas de calidad fueron casi la excepción.

Es así, y contando con los apabullantes llenazos que la plaza presenta cada día, como Pamplona sigue siendo una referencia de la buena salud del espectáculo taurino, más allá del encierro y de la propia fama de las fiestas.

Y este año, además, con el consentimiento de unas peñas que, al paso de los años, han bajado el nivel de decibelios y han vuelto a dejar el protagonismo de las corridas a quienes siempre perteneció: los toros y los toreros. Paco Aguado/EFE

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