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Cervantes, la revolución literaria de un genio en Valladolid capital imperial

Cuatrocientos años después de la muerte de Cervantes, su figura sigue más viva que nunca, como en aquella Valladolid capital del imperio que acogió durante unos años a una de las personas más influyentes del panorama literario mundial, a un genio y revolucionario que se enfrentó a la sociedad por medio de sus obras, cargadas de crítica e ironía.

Allá por 1547 nace en Alcalá de Henares (Madrid) Miguel de Cervantes Cortinas, quien tras estar preso en Argel adoptó el segundo apellido de Saavedra. De su historia personal sabemos poco más que cuando no llevó una vida común le azotó el infortunio, que lo condenó a un sino lleno de altibajos que nunca le sacaron de pobre.

Siempre soñó con ser escritor de obras de teatro, pero un joven Lope de Vega eclipsó sus aspiraciones con una renovación de las tablas, que abocó a Cervantes a centrarse en la escritura de novelas.

Con 21 años se enroló en los tercios españoles y zarpó a Italia a combatir a los turcos en la famosa batalla de Lepanto, en la que resultó herido y perdió una mano, para seis años después, en 1577, ser capturado por piratas berberiscos cuando se disponía a regresar a España.

Este tiempo que Cervantes pasó cautivo en Argel, en la que su vida peligró en varias ocasiones, le acabaría marcando profundamente, al igual que le marcó su estancia en la prisión de Sevilla, cuando fue encarcelado por malversación de fondos y durante la cual comenzó su obra el «Quijote», corría el año 1597.

Hablar de Cervantes es hacerlo de uno de los hombres que «más ha aportado a la literatura mundial», explica en una entrevista a Efe el profesor de Literatura Española en la Universidad de Valladolid, Javier Blasco, quien también es el autor de una bibliografía del escritor titulada «Cervantes, raro inventor».

Cervantes es «el inventor de la novela moderna», con aportaciones tan importantes como la «polifonía», es decir, diferentes registros para cada personaje, la «reflexión narrativa o la experimentación», en este sentido su obra es «total».

En 1601 la Corte Real de Felipe III se trasladó a Valladolid y con ella un gran séquito de personas, como artesanos, mercaderes, nobles o escritores, entre los que se encuentran el propio Cervantes: «En este traslado Madrid perdió el 50 por ciento de su población, unas 45.000 personas migraron a Valladolid», asegura el profesor Blasco.

Lo que Cervantes se encontró en la nueva capital fue un ambiente «muy convulso», una época de «vacas flacas» con una «burbuja inmobiliaria terrible», que luego se vería reflejada en las obras que el escritor produjo en la ciudad, según explica en una entrevista a Efe la conservadora del Museo Casa Cervantes de Valladolid, Vanesa Pollán.

Durante su breve estancia en Valladolid, de 1604 a 1606, Cervantes vivirá en una casa encima de una taberna a las afueras de la ciudad, ubicada actualmente en la calle Miguel Íscar, junto con su esposa Catalina, sus hermanas Andrea y Magdalena, su hija Isabel, su sobrina Costanza y una criada.

De este modo, Valladolid pasó a la historia como la ciudad donde se le otorgó a Cervantes la licencia para imprimir la obra culmen de la literatura española, «Las aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha», obra que también fue tasada en 285 maravedís, que por aquel entonces era «bastante dinero».

Con el «Quijote» a Cervantes le llegó la fama, que le catapultó a escribir otras obras como «La gitanilla», «La ilustre fregona» o «La vida del licenciado Vidriera», en todas ellas la ciudad de Valladolid está presente.

Como también es el caso de «El coloquio de los perros», donde varias escenas de la obra transcurren en el Hospital de la Resurrección, ubicado a escasos metros de la entonces casa del escritor, asevera Blasco.

A pesar de la fama que cosechó con estas obras, Cervantes jamás abandonó su condición de pobre, gran parte debido a la cantidad de copias ilegales que afloraban de sus escritos por doquier y de las que el escritor no veía ni un triste maravedí.

En 1616 Cervantes falleció en Madrid, según consta, debido a la hidropesía, una sed insaciable síntoma de diabetes o cirrosis; de este modo se apagó la vida del ilustre escritor, a la edad de 68 años. EFE

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