La cumbre del clima (Cop21) de París acaba de aprobar el primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático
Cerca de 200 países, tanto desarrollados como en desarrollo, se comprometen de manera histórica a avanzar hacia una economía baja en carbono. Así lo ha adelantado el ministro de Asuntos Exteriores francés, Laurent Fabius.
El documento establece la suma de 100.000 millones de dólares anuales aportados por los países ricos. La suma se actualizará en el 2025.
El documento del acuerdo, aprobado sin objeciones, identifica al cambio climático como «una amenaza urgente y potencialmente irreversible» para la humanidad y el planeta.
El objetivo del acuerdo es contener el aumento de la temperatura «bien por debajo de los 2ºC» respecto a la era preindustrial y realizar «esfuerzos para limitar ese aumento a 1,5ºC».
El mundo debe esforzarse en que las emisiones GEI (gases efecto invernadero) dejen de aumentar y empiecen a reducirse «rápidamente». En la segunda mitad del siglo, debería llegarse a un equilibrio entre las emisiones de GEI provocadas por las actividades humanas (como la producción de energía y la agropecuaria) y las que pueden ser capturadas por medios naturales o tecnológicos, como por ejemplo los bosques o las instalaciones de almacenamiento de carbono.
Los países desarrollados, emisores históricos, tomarán la delantera en los recortes de emisiones de GEI en términos absolutos. Los países en desarrollo, que aún necesitan generar energía con carbón y petróleo, son alentados a orientar sus esfuerzos hacia la realización de recortes. El documento insta a los países ricos a respaldar los recortes de emisiones de las naciones en desarrollo.
El acuerdo entrará en vigor en 2020, así en el 2018, dos años antes de la entrada en vigor, los países evaluarán los impactos de sus iniciativas contra el calentamiento global y analizarán nuevamente sus planes de reducción de emisiones de GEI. Cuando el acuerdo cobre efecto, las revisiones de realizarán cada cinco años, a partir del 2023.
El acuerdo se llevará a cabo con la financiación de los países desarrollados, con un apoyo financiero a la reconversión energética de los países en vías de desarrollo y a enfrentar fenómenos relacionados con el cambio climático, como la intensificación de las sequías y los huracanes.