
Las amistades peligrosas: El populismo, la demagogia y el fanatismo llegan a Europa de la mano de los refugiados
La publicidad la airea el señor Pablo Iglesias esta mañana con unas palabritas y un hashtag para el mundo del pajarito en el que los podemitas se mueven como pececillos en el agua: “No nos hace falta más indignación con la crisis humanitaria que vive Europa, hacen falta soluciones
#PodemosAcoge“.
Coincide la campaña publicitaria, quizás casualidad, no lo creo, con las declaraciones de Compromis en Valencia en las que la señora Oltra pone a disposición del drama lo que haga falta. Al igual que Barcelona, Madrid, y Cádiz. Las nuevas y progres ciudades de acogida de refugiados ¿Faltaría mas?
Y en este tsunami populista, nivel diez con insuperables espumaradas de indignación y demagogia, los grandes gurús del periodismo mediático se contentan con surfear sobre las olas del gran debate teórico sobre la ética profesional centrados en la imagen del niño sirio ahogado en la playa.
Y mientras, indignados, desafiantes en el ataque, claman a los cuatro vientos que qué es populismo. Populismo es la publicidad del profesor de política de la Complutense, el señor Iglesias, tan eurodiputado como su correligionario el tal Urbán que se pasea entre Macedonia y Grecia para tratar de apuntillar el capitalismo asesino aprovechando la muerte en directo que le fotografía su cámara y que arrima, tan empachado y egoísta como “el coleta”, el ascua a su sardina.
Populismo descarnado ya el de Ada Colau, la señora Oltra, la abuelita Carmena y el alegre Kichi de Cadiz, que declaran sus ciudades como ciudades refugio, humanitarias, y progres de salón, como el de las palabras que publica esta mañana la insigne periodista Rosa Montero en las que, de manera poética, agradece a estas nuevas izquierdas su presupuesto humanitario.
Y estas izquierdas ni son nuevas ni reales mas allá de sus pomposas declaraciones que tanto gustan a los indignados. Solo populistas que como todos hemos visto las pancartas de muchos alemanes en los campos de fútbol este pasado domingo ofreciendo sus casas a los refugiados de la guerra, en la que sin declaraciones previas los terroristas islámicos se están zampando el Oriente Medio, y decapitando a miles de niños sirios, turcos y afganos.
Un demagógico ofrecimiento con elevadas dosis de chantaje emocional, como el que airean nuestros nuevos alcaldes y políticos estalinistas que pretenden abrir las puertas de su casa para que entren todos los refugiados que les quepan en sus mullidos colchones de Ikea, pero olvidan, porque está claro que es imposible que en todo estén, que para que, los exiliados de la muerte lleguen a sus dominios particulares y traspasen el recibidor de sus casas, o los locales públicos que gestionan, los refugiados deben pasar fronteras y caminar libremente por el espacio Schengen de la Europa del euro y sin fronteras, una Europa, por cierto, que ya sabe que en esta ocasión no son los marines norteamericanos los que deberán morir matando a los terroristas. Que la solución, sin populismo barato por sentimental, mas bien todo lo contrario, está en erradicar y, sin florituras, matar a los asesinos que condenan a millones de personas a refugiarse en la vieja Europa, cuando lo que realmente anhelan es volver a sus casas y raíces.