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OPINIÓN: El elogio de la conciencia (II Parte)

OPINIÓN: El elogio de la conciencia (II Parte)

Esta es la segunda parte de la conferencia realizada por el historiador y escritor, Fernando García de Cortázar en Laredo el pasado día 31 de julio. Dada su extensión y que ninguna palabra puede ser desechada por la importancia e interés general de la propia conferencia, la publicamos completa en dos partes. Gracias D. Fernando por su disertación y los artículos compartidos en este medio.

Hay dos formas de enfrentarse a fracturas históricas del calibre de la de hoy : tratando de recomponer pacientemente el discurso de la democracia, o entregarse a los beneficios inmediatos de las simplificaciones populistas. Lo primero corresponde a la mejor tradición de Europa , lo  segundo, a algunos episodios tormentosos que habíamos dado por cerrados hace más de setenta años. El discurso de la democracia  fuerza a reconocer la pluralidad, demanda el respeto a las instituciones y garantiza los derechos de todos los ciudadanos. El populismo se entrega a una exhibición de sentimientos unánimes, prefiere  la excitación bipolar de las dinámicas plebiscitarias a la sobria matización de una pluralidad de opciones. La democracia se construye sobre la voluntad de una cohesión social que respeta la ley, incluso cuando propone su reforma. El populismo desprecia las normas, que considera obstáculos al libre ejercicio de la voluntad de un “ pueblo”  , construido por su mismo discurso.

No es baladí  considerar la necesaria distinción entre el respeto a las mayorías salidas de las urnas y una actitud, que no dudo en calificar de bobalicona, ilusa y, en el fondo, perversa, de estimar que lo que hacen los más es siempre respetable. Repasemos juntos la Historia, para saber hasta qué punto esa mirada está cargada de una afligida debilidad moral  ¿Eran más los que defendían las ideas de los primeros cristianos o los que jaleaban en el circo la digestión de los leones?   ¿Eran más los que se arrodillaban temblorosos ante el rey absoluto o quienes elaboraban las doctrinas de la Ilustración?   ¿Eran más los que luchaban contra los  referendos de Franco o quienes iban, jubilosos y radiante el rostro, a votar SI? ¿Eran más los que manifestaron la desdichada estafa electoral del referendo sobre la OTAN o quienes cambiaron de opinión siguiendo disciplinadamente el ritmo marcado por la batuta del maestro?

Detrás de todas y cada una de las situaciones de infamia de la humanidad, se encuentra una mayoría ignorante y alevosa, y una minoría que resiste con buen fuste moral. Poco nos puede alegrar que así sea, pero  la historia no admite dudas a este respecto .  Detrás de un hombre afortunado siempre se encuentra una mujer. Detrás de un dictador enloquecido siempre se encuentra una mayoría. No de ciudadanos, que eso es una condición que precisa madurez, sino una masa que es idolatrada por quienes no han caído en la cuenta que, en la mayor parte de las ocasiones, el lugar más solitario no es el más equivocado, sino el más difícil solamente. Mis convicciones liberales y humanistas me llevan a querer el bien de los hombres y la plenitud de su existencia. No a  darles la razón cuando son más numerosos  que los que en verdad  la tienen.

Hace ahora once años, una matanza  en Madrid a manos del terrorismo islámico provocó la derrota electoral del partido en el poder . A diferencia de lo que habría sucedido en cualquier país civilizado, en aquella España de izquierda desquiciada y ciudadanía perpleja, la muerte de los inocentes no se aprovechó para cerrar filas y sentirnos parte indisoluble de una sola nación, a la que no lograrían amedrentar masacres como la sufrida. Ni sirvió, en absoluto, para responder a  aquel ultraje con el reforzamiento de la  unidad en torno a nuestros principios constitucionales y a los valores de nuestra civilización.

Traigamos aquí  la visión pavorosa de unos días de marzo de 2004 , cuando se asaltaban locales de un partido democrático, se injuriaba a sus dirigentes y se humillaba a sus afiliados y votantes. Es claro ,por mucho que ahora se diga lo contrario , que no se trataba de manifestaciones pacifistas  sino de manifestaciones en contra de una guerra que lideraba, en España, el gobierno del Partido Popular.    Antes  ,socialistas, nacionalistas de todos los colores y, naturalmente, el PP, despreciaron de un modo inicuo, insultante y circense a la única fuerza política  nacional Izquierda  Unida que se manifestó contra la guerra del Golfo. Lo mismo hicieron contra quienes se manifestaron contra los bombardeos de Belgrado. Por tanto, no se trataba de manifestaciones pacifistas . He lamentado públicamente esa doblez de intelectuales y políticos, porque desprecio, como siempre lo hicieron intelectuales dignos del tipo de Camus, un pacifismo sin más, en abstracto, que luego se convierte en oportunismo despreciable, cuando actúa solo en ciertas intervenciones militares, mientras calla o colabora en otras. La paz no es, en términos de debate político, un bien absoluto, porque puede enmascarar infinitas condiciones de injusticia ante las que debe actuarse .

Somos el único país occidental en el que un acto de estas características provocó el efecto deseado por sus autores: la caída del gobierno, la atribución de su desgracia a un merecido castigo, y el insulto y deslegitimación de los votantes de un partido liberal conservador que había obtenido la mayoría de los votos en dos elecciones consecutivas.  Alguien puede pensar que el terrorismo necesitara  razones para matar.?  Porque lo que se hizo en marzo de 2004 fue pisar el terreno más innoble y el menos lúcido de nuestra reflexión ante este fenómeno atroz. Los actos del terrorismo no necesitan de causa alguna. No son la respuesta a nada. Son la pura manifestación de una existencia que destruye todo lo que es distinto a sí mismo. Son un acto de terror, por eso se califican así: un terror que se explica a sí mismo, que tiene solo la aspiración de crear una sociedad amedrentada, sumida en el miedo a la amenaza, en la precariedad de su existencia y dispuesta a renunciar a todas sus libertades (empezando por la del derecho a vivir).  En la lógica de las cosas, en la maldita evolución de los acontecimientos históricos, los atentados de Atocha pasarán a la historia no solo por haber provocado una masacre, sino por haber hecho que la sociedad española se dividiera entre quienes culpaban a los terroristas y quienes culpaban al gobierno, además  por parte de muchos de dignificar el terrorismo  con la posesión de un motivo para actuar.

Segunda parte completa

Fernando García de Cortázar,  Director de la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad y Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto

 

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