Impresiona ver las imágenes del colegio de Peshawar donde se ha producido un ataque de los talibanes paquistaníes en un centro educativo gestionado por militares donde se encontraban 500 personas entre profesores y alumnos, con el resultado de 126 muertos hasta el momento, la mayoría de ellos niños.
Una masacre de tales dimensiones y con tal cantidad de víctimas no es el método apropiado para lograr sus objetivos políticos, ni sociales, ni económicos, ni religiosos, ni para reclamar sus pretensiones territoriales, ni nada de nada. Una acción así resulta repugnante a la sociedad mundial, les desacredita (si es que alguna vez tuvieron algún tipo crédito) y les hace merecedores de una condena unánime y sin paliativos. Esos talibanes (terroristas fanáticos sin pudor) llevan en su sangre el veneno del odio contra todo aquel que no piense igual que ellos, y en esta ocasión ha sido el grupo talibán paquistaní TTP, da igual el que sea, pero esta clase de gente, se denominen como se denominen, y sean talibanes pakistaníes, islamistas, yihadistas o terroristas de todo pelo y calaña de aquí y de allá, sólo tienen un destino, y no tiene nada que ver con sus fanáticos objetivos.
Estos insurgentes desalmados, sin escrúpulos ni vergüenza ni sentimientos no pueden estar viviendo en sociedad junto a otros miembros de su propia especie. No parecen ser de su propia especie. Estos fanáticos, ciegos de odio, con el cerebro inyectado en terror, y otros de cualquier parte del planeta, buscan, merecen y encuentran su propia desaparición. Su autodestrucción. Sobran. Es inaceptable que ‘seres’ así puedan seguir conviviendo con los seres humanos. La sociedad mundial les condena.
Redacción N.I.