¿Eléctrico versus medio ambiente?
Hoy tropezamos con lo eléctrico frente al medio ambiente y con los coches eléctricos, su presente y futuro.
Estamos en un mundo, una Europa, entregada al cambio climático, sostenibilidad, diversidad, igualdad, feminismo… dentro de la cultura llamada Woke.
Tomando uno de estos conceptos, la sostenibilidad. Se torna impredecible. En arquitectura, por ejemplo, los edificios sostenibles, no se sabe si lo son por su inestabilidad o porque, como dicen, son construidos con elementos reciclados de los que todavía no se conoce la perdurabilidad o daño perjudicial para la salud humana.
Un ámbito en el que también encontramos la obsesión por el coche eléctrico. Al que Europa, China o Noruega lo dotan de un halo de victoria medioambiental como algo limpio y sostenible. Porque quieren, dicen, luchar contra la contaminación mundial. Cuando China es uno de los países más contaminantes del planeta y, además, son puntitos en el planeta que difícilmente salvarán el mundo.
En 2022, fue el Parlamento Europeo quien asumió un decisivo compromiso con la tecnología y el medio ambiente con el fin de que el automóvil eléctrico sea obligatorio, dentro de la denominada y denostada Agenda 30.
Una decisión que hoy ha pasado a depender de las próximas elecciones europeas, con un Trump que, con mayoría absoluta aplastante y líder mundial, ya encabeza una alternativa a este globalismo desde EEUU. El país del eléctrico Tesla por excelencia, y que ya se enmarca en una bolsa mixta, ante la decisión del gobierno de Trump de producir coches americanos de combustión.
Sea como fuere, se está comprobando que los ciudadanos no compran masivamente estos coches. No se están cumpliendo los objetivos marcados a pesar de las muchas subvenciones públicas.
Y es que vender una política eléctrico-medioambiental como alternativa no está siendo ni lógica, ni necesaria.
Y, a tenor de lo que busca el comprador, el ahorro del coche eléctrico no es rentable hasta pasados los 6 años. Fecha cercana a la devaluación de su valor y a los 8 años de vida de las baterías con uso diario, según los expertos. Por lo que no se equilibra perdurabilidad, rentabilidad y gasto-consumo. Y a nivel más alto, unas baterías para las que todavía está por especificar el daño que ocasionará su descomposición, reciclaje complicado y peligroso y contaminación real. Ya que pueden liberar sustancias tóxicas y contaminantes en el suelo y el agua, produciendo un riesgo para la salud humana y el medio ambiente.
De hecho, la peligrosidad ya no se silencia. Estamos siendo partícipes de explosiones de estos vehículos, en la carretera, en garajes de vecinos, durante la recarga de batería…
Y, enrollados en esta peligrosidad, Chivite anunciaba en 2024 que Navarra será el depósito de reciclaje de baterías para 25.000 vehículos al año almacenando 10.000 toneladas de masa negra.
Y, a más a más, enarbolando la bandera de los vehículos eléctricos y agenda 2030, acaba de anunciar una nueva planta de baterías en Noáin. Depósito de reciclaje y planta por medio de acuerdos con la República de Corea.
¿Otra concesión más de Chivite a Sánchez? Porque los números indican que no será solo para vehículos navarros.
Nieves Ciprés, periodista

