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¿Igualdad de oportunidades? Fuera de servicio

En esta semana, no todo iba ser el enésimo capítulo de la docuserie «Fangosfrenia». En donde asistíamos al paso de la protagonista por la peluquería para cambiar su imagen. Y a la entrada en Ferraz, no con bolsas de plástico llenas de fajos de billetes, sino con un lápiz de memoria para dárselo al secretario de organización, Santos Cerdán, que empieza a ser el perejil de demasiadas salsas.

La novedad informativa nos desvío a la temida PAU. El recién estrenado eslabón de la cadena evolutiva de Selectividad y EBAU.

Nos han contado los cambios del nuevo examen. En algún medio, incluso nos han publicado las preguntas para pensar que hoy en día no iríamos a la universidad. Los docentes, según un artículo, se han posicionado a favor del cambio de modelo por ser «más competencial, dando espacio a la reflexión, la madurez el pensamiento crítico y la creatividad». Muy bonitas palabras que nos despistan del objetivo de la prueba.

Sin embargo, considero que esta reforma, una más (reforma laboral, agraria, educativa, hidrográfica, sistema de pensiones,…), es un quiero y no puedo. Algo muy de esta piel de toro. Quizá reflejo de la herencia de aquella hidalgía (hijo de algo), venida a menos, de los siglos XVI y XVII.

El principal motivo de está afirmación es que no se cumple el criterio de igualdad de oportunidad de acceso a la universidad. La PAU, venía para evitar la desigualdad propiciada por la EBAU. En donde la nota de corte se había convertida en la presión de la prueba, ya que la casi totalidad de los presentados la supera.

Sin embargo, no hay un examen único para todo el estado, y lo peor sigue habiendo diferencias significativas entre las distintas autonomías. El supuesto ascensor social que es el acceso a la Universidad, sigue funcionando mal, discriminando a unos y favoreciendo a otros.

Pese a ello, la temible nota de corte es el criterio de admisión. Nota que no se consigue en las mismas condiciones. No se pide nada nuevo, ni imposible de realizar. Pues esto, ya sea hace en las pruebas de MIR, BIR y demás especialidades sanitarias sin ningún problema, salva el deseo de querer hacer las cosas bien y para todos igual.

Además, con el sistema actual se produce otra discriminación en caso de igualdad de nota en los límites de corte las familias con poder adquisitivo pueden elegir a que universidad ir (pública, privada, en casa o fuera) y los hijos de las familias de los trabajadores dependen de la elección de las anteriores para tomar la suya o quedarse fuera.

Sin olvidar, como alguna vez ya hemos manifestado, que no es lo mismo educación, que formación. Aunque la segunda puede ayudar a lustrar la primera.

Para la mayoría de los miembros de mi generación, (los denostados «boomers», que junto con las vacas somos los culpables de casi todo lo que pasa en el planeta) el acceso a la Universidad supuso un ascensor social. Fuimos los primeros de nuestros familias en ir a las facultades, respondiendo al esfuerzo de nuestros progenitores. Aunque no siempre se pudo elegir la carrera deseada, había condicionantes económicos. Para muestra, al hacer milicias pudimos comprobar que los compañeros del norte, estudiábamos carreras de 5 años, mientras que los del sur optaban por las de tres. Y luego con el título bajo el brazo y un trabajo intentarían completar una de cinco. Sin embargo, los estudios no eran tan específicos y especializados, ya que era en el ejercicio de la profesión donde uno se iba especializando. Y aquella base sólida nos permitía posibilidades de cambio de rumbo si el mercado laboral sufría alguna crisis.

Tras Bolonia, la mayoría de los grados son de cuatro años. Y hay una amplia oferta, con un nivel de especialización que no cuadra con la demanda del mercado laboral. Y pese a esa sobreespecialización, en casi todos los grados, al acabar hay que cursar un máster para profundizar en la especialización. Otro esfuerzo para las familias menos pudientes, que cada vez son más.

La semana que viene tendremos el segundo capítulo de la PAU, las notas, los porcentajes de aprobados, comparativas entre autonomías. Para acabar con el epílogo de la crítica a los jóvenes con excelentes calificaciones que deciden elegir estudios superiores que pueden no tener una gran salida profesional,  remuneración económica o reconocimiento social pero que son las que a ellos les atraen. Algunos, como en años anteriores, serán triturados en los medios y en las redes por esta «absurda» decisión.

La PAU no ha arreglado nada, es otro parche para tirar adelante, la marca de este gobierno. Su paso la convierte, aún más, en un rito iniciático a la «madurez» cuyo resultado no sirve para su objetivo de seleccionar o baremar a los aspirantes a ingresar en la universidad de una manera justa y en la mismas condiciones.

Jesús Bodegas Frías, Ldo. en Ciencias Biológicas.

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