Hoy día 31 de agosto se celebra el día de los santos, José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús
José de Arimatea en los evangelios era miembro del Sanedrín, hombre influyente y estimado en Jerusalén. (cf Lc 23, 50-51). Probablemente de la ciudad de Arimatea. En su evangelio, Juan señala que siguió a Jesús «en secreto» por miedo a ser expulsado de la sinagoga por las autoridades religiosas. No obstante, José, cuando Jesús fue crucificado, no dudó en pedir a Pilatos el cuerpo de Cristo usando toda su influencia para obtenerlo. No temió manifestar abiertamente su amor por su Maestro y además de ofrecer su propia tumba para Jesús, también se proveyó de un fino lienzo para honrar sus restos.
Nicodemo era un fariseo, magistrado judío, que aparece sólo en el evangelio de Juan. (cf Jn 3,1). Fascinado por Jesús, lo busca por la noche para no ser visto, cuando Jesús fue encarcelado lo defendió con vigor ante el Sanedrìn, recordando a los fariseos que la justicia daba a los acusados el derecho a ser escuchados antes de ser juzgados: «¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?» (cf Jn 7,50). También aparece junto a José de Arimatea en el momento de la sepultura de Jesús.
Sepultura en tiempo de Jesús
Es en el Evangelio de Juan el que recontruye de manera más minuciosa la sepultura de Jesús. Entonces los cuerpos de los condenados generalmente eran dejados por los romanos en la cruz hasta que eran arrojados a una fosa común. Pero Jesús fue sepultado gracias a José, que usó su influencia para obtener el cuerpo y lo depuso en una tumba que había comprado para sí mismo. José tuvo que darse prisa porque pronto sería celebrada la Pascua judía, y los que hubieran estado en contacto con un cadáver, serían retenidos como impuros y no habrían podido celebrarla. Por lo tanto, se hizo ayudar de Nicodemo que trajo una gran cantidad de aceites perfumados.