Emilio Garrido Landívar
Las emociones de ira, injusticia, tristeza, felicidad, optimismo, pesimismo y prejuicios… Son emociones que pasan rápidamente a sentimientos, los cuales duran más tiempo y adquirimos conciencia de ellos, y por eso pueden modificar -sin ninguna duda-, la forma en la que los votantes cambiamos el voto o, siguen fieles a sus líderes, o a los grupos que representan. Pero como tu sentimiento es cognitivo -tú eres quien lo interpreta y modifica-, no te quejes si vota como un autómata, sin criterio lector y racional, pero con tu emoción bien sistematizada.
Claro que sí, que las emociones, los prejuicios -que son sentimientos- y las actitudes y nuestra manera de pensar y la formación que uno lleva, siendo optimista o pesimista, pueden e influyen en la forma en que votamos, Por ejemplo, la ira y la percepción de la injusticia pueden llevar a un votante a cambiar su voto hacia un candidato que promete cambios radicales en la política o que se presenta como un modelo mesiánico carente de realidad práctica, que como Cervantes nos decía: “Prometer no hace pobres” y la fantasía nos hace emocionarnos de tal manera, que la frustración es directamente proporcional al nivel de la quimera: emoción de la que te culparás los cuatro años siguientes.
Por otro lado, la tristeza y el pesimismo, emociones muy ligadas entre sí, pueden llevar al votante a buscar soluciones más “progresistas” o, a votar por un candidato que promete un cambio sustancial; diferente a la emoción de la ira, que en el caso del pesimismo, buscan un cambio drástico que les llene de ilusión, hasta cierto nivel revolucionario, creyendo que eso les traerá la tan ansiada prosperidad personal-emocional. La felicidad y el optimismo pueden llevar a un votante a mantener su preferencia por un candidato o partido que ha demostrado éxito en mantener la estabilidad económica, el estado de bienestar y ciertos niveles de sinceridad y ética política: Es capaz de pedir perdón y de dimitir, porque entra dentro de sus esquemas de equilibrio emocional.
Los prejuicios que son emociones hermanas de las obsesiones, nos inclinan a obcecarnos, cegarnos confundiéndonos y nos pueden jugar un papel importante en la forma en que nuestro voto cambia de signo. Por ejemplo, la aversión o antipatía hacia ciertos grupos de personas, como los inmigrantes o las minorías étnicas, mal reguladas; pueden llevar a un votante a cambiar su voto hacia un partido político que promete restringir la inmigración o implementar políticas que discriminan a estas minorías… En vez de regularlas de alguna manera.
Es importante que todos seamos conscientes de que nos influyen nuestras emociones y sentimientos, cuando debemos optar por uno o por otros líderes políticos…, para no llegar a votar sin mayor criterio porque no nos informamos, no leemos para que esa emoción sea racional pensando en el bien común, para lograr un nivel de libertad que nadie nos puede arrebatar trampeando nuestras emociones, gracias a toda la serie de trampas, timos, habilidades de un lenguaje encriptado, que donde dice sí es no, y donde promete lo que no es posible ser cumplido, pero que no importa se cumpla, cuanto pueda modificar tu emoción por falta de información, y tu voto tras depositarlo, ya no hay vuelta atrás… Y muchas de las veces -si lees-, si maduras el criterio con la lectura regular, te penará muchas veces haber depositado ese voto motivado por una emoción poco racional y con poco discernimiento. ¡Tú mismo, pero no te dejes llevar por la emoción pero vota con emoción!
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)
