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La ira es la más tóxica de las emociones

Si hacemos una biopsia neuropsicológica de la emoción de la ira -permítaseme esta licencia-, vemos que tiente una piel de rabia, un raquis de cólera, el torrente sanguíneo es la irritación, la amígdala es la saña, el corazón es pura violencia; los pulmones sudan rencor, el cerebro es animadversión,  y su paquete mesentérico pura acritud…Todos estos términos entran dentro de la emoción primitiva que es la ira, cuyo mapa corporal indica que según los científicos de la universidad de Aalto, circunda corporalmente el tronco, cabeza y extremidades superiores: Porque hasta hace muy poco, no hemos sabido la conexión tan fuerte que tienen las emociones con la biología, es decir que cada emoción tiene su diana en nuestro cuerpo… Por eso es tan importante poderlas gestionar bien, pero claro, para gestionarlas bien tenemos que ser conscientes de que las tenemos y ponerles nombre, no reprimirlas, no encapsularlas, aceptarlas y es el primer de los estadíos para poderlas gestionar a nuestro favor. La ira es la peor de la emociones.

Las redes sociales son proclives a mostrar esa ira, esa rabia, esa cólera e irritación que tanto daño nos hace, porque nos parapetamos en un anonimato, que nos permite escupir rencor, animadversión… Los períodos electorales, son otro estímulo fuerte, en los que abundan emociones salidas de tono y muchas -disfrazados de muchos tuits- son auténticos ataques de ira, que sin darnos cuenta bullen sentimientos conscientes aunque no los conciban como tales, pero el sentimiento sabemos que es más continuado que la emoción y en él siempre acampa con la conciencia, luego somos en alguna medida conscientes de ellos, por eso les denominan cognitivos, es una de las diferencias entre emoción y sentimiento.

En un clima de ira, de rabia, que nos hace permanecer en ella de forma tan natural como mamíferos que somos, pero tan reptilianos que no hay mucha diferencia con los bebés y los dinosaurios, pues también tenían ellos y tienen ese cerebro reptiliano, sin evolucionar. Esta exacerbación permanente nos hace desarrollar muchos otros sentimientos que rodean al “cuerpo diana de la ira”, como son la envidia, el miedo, la avaricia…y, nos hace vivir enrabiados con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Sin darnos cuenta que tarde o temprano tendrá su repuesta corporal en algún proceso patológico. Cuando escondemos, reprimimos, no aceptamos nuestras emociones tóxicas y nos empecinamos en ellas, terminamos desarrollando síntomas de gastritis, úlcera, dolores lumbares, dolor en la columna, colitis, pólipos en colon, fibromialgias…. Algunos autores se aventuran con bases científicas a incluso degenerar en un cáncer. ¡No se lo permita!

Entiendo que estamos viviendo tiempos nada buenos para muchas personas, porque existe una enorme incertidumbre en un mundo cambiante y todo va demasiado rápido y eso no nos favoreces un clima de serenidad, pero hemos de ser conscientes de que en las batallas son donde más fuertes nos hacemos, si realmente deseamos, queremos y hacemos algo para cambiar ese chip, resetear esa máquina maravillosa que tememos de kilo y medio que llamamos cerebro: Relativiza, poniendo en manual nuestro sistema de software, para que sabiendo que padeces una ira incontrolada que te hace sufrir, que te coges más catarros que antes, que los herpes afloran con mayor frecuencia, que tienes un sistema inmunológico muy debilitado, etc…¡Háztelo mirar! Que no merece la pena desarrollar ira, rabia, rencor, que nos hace más infantiles y nos quita la razón. Recuerde que para gestionar bien cualquier emoción tóxica, se hace necesario aceptarla, ponerle nombre, escribirla si es preciso en un folio, grábela en el móvil, quémela y haga una catarsis doméstica que le irá bien, porque no olvide que es usted el dueño de sus sentimientos.

Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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