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Con VOX, seguirá gobernando Pedro “Antonio”, el rey de la petanca… y él lo sabe (I)

 

No descubro nada si digo que, en la vida en general y, en la política en particular, las casualidades no existen y son, siempre, sobre todo en esta última, las causalidades, las que marcan el devenir de los acontecimientos. Lo vengo diciendo, en particular, desde la “milagrosa” reaparición, en la escena de nuestro esperpento político, de ese partido que estaba muerto y casi enterrado a mediados de 2018, por la pésima gestión de unos mediocres aficionados –lo de “gestión” es un decir, porque no la había, ni siquiera pésima– que se quedaron con lo que, los primeros meses de 2014, aparecía como una ilusionante reacción al lamentable desperdicio de la mayoría absoluta que otorgamos, casi once millones de españoles, a Mariano Rajoy, para acabar con el desastre de la nefasta herencia dejada por José Luis Rodríguez Zapatero. Nefasta en lo económico, muy negativa en lo internacional y lamentable en lo sociocultural, a la que, el mal llamado ”progresismo”, había llevado a España, y a sus otrora importantes valores y principios, a niveles inimaginables apenas cuatro décadas antes.

Como el avezado lector habrá adivinado, ese partido que, en el último trimestre de 2018, emulaba de manera súbita e inesperada al Ave Fénix de la mitología griega, no es otro que VOX, y los acontecimientos que ha protagonizado en el último mes –y años–, no hacen sino reafirmarme en lo dicho. Pero vamos por partes.

No es la primera vez que escribo, y me pregunto, cómo es posible que un partido que, teóricamente, nace del descontento con los incumplimientos programáticos –y algo más– del anterior dirigente del Partido Popular, de donde procede su actual presidente y a cuyos pechos se crio, a “la sopa boba”, Santiago Abascal, no crece con fuerza cuando ese descontento se traduce en la pérdida de 3’5 millones de votos en diciembre de 2015. Por el contrario, en esas elecciones generales, VOX se estrella, de nuevo, aunque por primera vez en unos comicios nacionales –ya lo había hecho en marzo anterior en las andaluzas–, y obtiene la “astronómica” cifra de 57.000 votos, en TODA ESPAÑA (el 0’23% del escrutinio). Sí sacó tajada otro advenedizo, sin fondo político real, como es Ciudadanos, con su charlatán de entonces, Albert Rivera, que, en su error mayúsculo de salir de Cataluña y el estreno nacional –todavía no se apreciaba como tal su decisión, que algunos anticipamos –, sumó precisamente esa cifra de 3’5 millones de votos –no los mismos, porque el PSOE había perdido casi 6 millones desde 2008, pero ese análisis no toca ahora– y obtuvo 40 diputados. Tan sólo seis meses después, el 26 de junio de 2016, en la repetición de comicios que decidió Rajoy –lástima que no se animara con una tercera llamada a las urnas, como ya escribí entonces, cuando el PP recupera apenas 700.000 votos y Ciudadanos se deja casi 400.000 tampoco se “estrena” VOX en el ámbito nacional. Por el contrario, cae un poco más, hasta los poco más de 46.700 votos (el 0’19% del total), de nuevo, en TODA ESPAÑA. Ese fue el resumen de los dos años de VOX en manos de ese “equipazo” liderado por el chico de Amurrio, con su, a veces, mano derecha o izquierda, Javier Ortega Smith, su “perro de presa”, Enrique Cabanas, y el que por entonces desaparecía –temporalmente, como veremos– su otra mano, el señorito Iván Espinosa de los Monteros (todavía no había irrumpido en primer plano de la escena madrileña la cónyuge de este último, mi otrora amiga Rocío “Monjasterio”). O sea, dos años, desde mayo de 2014 a junio de 2016, escarbando fondo, a los que siguieron otros dos, largos, hasta septiembre de 2018, absolutamente desaparecido en combate, en una larga travesía del desierto durante la que lo más “destacable” fueron sendos fracasos en las elecciones autonómicas gallegas y vascas, en las que tampoco se estrenó. Concretamente, en estas últimas, el ”éxito” fue de 771 votos (el 0’07% del 60% de vascos que votaron entonces), que, aparte de hacer buena la frase evangélica de que “Nadie es profeta en su tierra” (Lucas 4, 24), deja la duda de si, ese desastroso resultado, se puede explicar porque, en Vascongadas, conocían bien al amigo Santi. Particularmente, me quedo con esta segunda opción, que fue la que a muchos de los que empezamos el proyecto de VOX, alguno incluso antes que el vasco –que todavía, en Noviembre de 2013, seguía cobrando del segundo chiringuito que le preparó su madrina en Madrid, Esperanza Aguirre –, nos hizo abandonarlo cuando lo conocimos bien, a él, a algunos de sus fieles “defensores de la Nación española”, sus métodos totalitarios excluyentes y su deslealtad con el que lo recogió de la calle donde lo dejaba el PP, después de una asamblea, fallida en el intento de manipulación, en Julio de 2014, y otra en la que se impuso, con un paripé de primarias, dos meses después, el 20 de septiembre, ante la desaparición primero y dilución después, del que todos creíamos que era su líder natural y verdadero impulsor, pero esa también es otra historia, que ya se trató en su día y puede que haya que volver, si procede.

Y he aquí que, tras esos dos años de pésima gestión, que llevó a VOX, por méritos propios de sus “dirigentes”, a un periodo equivalente de destierro político y ostracismo, mediático y social, ocurre una de esas cosas que hacen pensar en las “casualidades causales” a las que antes aludía, y decía que no existen en la vida política. La “cosa” fue, nada más y nada menos, la famosa moción de censura de mayo/junio de 2018 que, apoyada en una “morcilla” de una sentencia y en una mentira principal –“hago la moción para convocar elecciones lo antes posible”, dijo el que ya empezaba a ganarse el mote de PinócHEZ–, llevó a la presidencia del gobierno –difícil llamar así a lo que tenemos hoy en Moncloa y el banco azul del  “hemicirco”– a un personaje que, desde su llegada en Julio de 2014 a la secretaría general del, puede que alguna vez, Partido Socialista Obrero Español, ya daba muestras de que no era otra cosa que un clon, a peor, del antes citado que nos llevó a la ruina en 2011. Lo cierto es que tras esa “cosa” de la llegada al gobierno del entonces, sólo, Pedro Sánchez, “casualmente” otra vez, tres meses después, se abren las ventanas televisivas de todas las cadenas a VOX, en las que no hay tertulia ni telediario sin alguno de sus “peces” gordos, entre los que ya destacaba la contraria –nunca apoyo– de Isabel Díaz Ayuso en la comunidad de Madrid, como después veremos. Y, en los primeros días de Octubre, otra “casualidad”, seguramente, tan súbita como la anterior, lleva a VOX a celebrar una convención en Vistalegre, curiosamente también, el mismo recinto que en 2014, presentación eufórica , había elegido anteriormente Podemos para las dos primeras suyas –¿será verdad eso de que los extremos se tocan?–. Esa primera asamblea tuvo una asistencia importante, del orden de nueve mil personas, niños y militares, incluidos, y es la que marca el resurgir de VOX, cuatro años antes de su casi desaparición. El anuncio de esa convocatoria me llevó a publicar esta reflexión en Octubre de 2018  de ese acto sobre el que no tengo información clara de cómo se financió el alquiler del recinto de Vistalegre para la efemérides  “resucitadora” VOX, como tampoco se aclaró el origen y aplicación de los más de 740.000 € que denunciaba en su despedida de Abascal, por carta, el que fuera vicepresidente primero durante unos meses de 2016, mi amigo Juan Jara, que me dijeron que “despachó” el Tribunal de Cuentas con la justificación de que “VOX no era un partido con representación parlamentaria y no era obligada la fiscalización de sus fondos”.

No puedo afirmar, obviamente, que entre la llegada a Moncloa del presimiente PinócHez y este resurgimiento “casual” de sus cenizas, de VOX, fuera, por el contrario, “causal”, y exista por tanto una relación causa-efecto, pero sí que me suscita muchas dudas a poco que se analicen algunas circunstancias que se han dado y sintetizo en el título de mi artículo y ya se sabe que “no hay peor cuña que la de la misma madera”. Y aquí dejo esta primera parte, que continuará con el análisis de algunas de esas circunstancias que apoyarían mi tesis.

Antonio De la Torre,  licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.

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