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El “error 404” de los defensores de la perspectiva de género

Lucio Dupuy, un niño argentino de 5 años fue asesinado, pero antes y durante largo tiempo fue torturado: mordeduras, quemaduras de cigarrillo, patadas, pisadas (había una marca de zapatilla impresa en su espalda), múltiples contusiones en todo el cuerpo, sin hablar ni imaginar el maltrato psicológico y verbal que seguramente sufrió.

Su (o sus) asesinas: su propia madre y la pareja mujer. Mujeres, homosexuales, morochas, situación de pobreza, consumo problemático. Todos los condimentos ideales para que, de haber sido el caso de que alguna de ellas fuera la muerta, todo el lobby femibolche y lgbt saliera a decir que murieron por ser mujeres y que la violencia es patrimonio del hombre y del sistema heteronormativo, que la justicia es machista y que las mujeres son víctimas.

¿Qué pasó acá? ¿Entonces una mujer sí es capaz de asesinar, o simplemente fue un “caso aislado”?

Una de las asesinas salía pidiendo que no se trajeran hijos al mundo a sufrir. Ella, al de su pareja le aplicó aborto retroactivo. Porque si hubieran legalizado el aborto mucho antes, todo esto se podría haber “evitado”. El aborto como la panacea de todos los problemas de la humanidad.

El femicinismo es muy veloz en reclamar derechos para sí, sin importar si en el camino pasa por encima los derechos de todos los demás, partiendo de la base de la mentira victimista de que la mujer es una cuasi minusválida social, incapaz de salir por sí misma de sus problemas. Rogando y exigiendo discriminación positiva institucional.

Me preguntó qué tan hondo caló el feminismo en la mente de la mujer, que abolió el instinto de supervivencia, ese mismo que muchas veces te hace ir hasta la cuna de tu hijo veinte veces, a revisar si el pechito se levanta y tener la certeza de que respira, ese que, de manera desordenada, te hace adoptar una mascota y amarla como si fuera un hijo, ese instinto de protección, que hoy el feminismo trocó en destructivo.

Afortunadamente, por un Lucio asesinado, mártir del feminismo, hay muchos otros sin nombre, cuyas madres se desangran por sacar adelante, por darles todo lo que ellas no tuvieron.

Esas mujeres son las olvidadas del feminismo, las que no sirven para sus propósitos, las que este movimiento nefasto buscó en algún momento en las villas, para usarlas como punta de lanza para legitimar socialmente el aborto, y éstas sacaron a patadas.

Laura Maciel, licenciada en trabajo social, actualmente cursa la carrera de ciencia política.

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