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40 años de algo que pudo cambiar España y… la cambió. No estoy seguro de si para bien

Seguro que nadie se sorprenderá si afirmo que nuestra imperfecta Monarquía parlamentaria es infinitamente mejor que la deseada república frentepopulista y bolivariana que le gustaría al socio preferente del líder socialista, que ya vimos lo que dio de sí en los años 30 del siglo pasado y a la que nos puede llevar la pinza que el otro “socio”, no preferido pero a la postre fundamental, le propició a cambio de resurgir de las cenizas, aún a costa de dividir la ya por méritos propios maltrecha derecha, empeorada desde que alguien inventó lo de “las tres” y los dos altavoces mediáticos del “fuego amigo” y los subvencionados del enemigo lo pasaron a primer plano informativo a todas horas, desde 2018.

Dicho esto, quiero también dejar claro, y en honor a la verdad, que esa Monarquía parlamentaria, cada día más imperfecta gracias a todos, pero especialmente a los que han tenido responsabilidad política directa en los últimos 40 años y muy especialmente desde 2004 –tanto el entrante como el saliente– de la que muchos, de uno y otro lado del espectro político, presumen, sacando pecho y diciendo que “nos hemos dado”, proviene ni más ni menos que del nombramiento como “heredero a título de Rey” del Príncipe Juan Carlos por parte de ese al que la villanía del socialcomunismo imperante no le perdona su derrota de 1939 –que más que probablemente salvó a Europa, como reconoció en su día el mismo Winston Churchill– y que 45 años después de muerto ultrajó sus restos mortales sacándolo de la tumba en la que él no pidió estar y hace un par de días tan sólo, la espuria alianza “gubernativa” de la ciudad de Melilla –Ciudadanos, PSOE y CpM– acabó con el penúltimo de los símbolos –queda uno en Santa Cruz de Tenerife– que en forma de estatua conmemoraba la hazaña bélica del entonces comandante de la Legión Francisco Franco en 1921 –15 años antes de que fuera proclamado Jefe del Gobierno del Estado en Septiembre de 1936–, en la que el Ejército español libró a esa ciudad de ser arrasada y tomada por el rebelde Ab-del Krim, tras lo que se conoció como “el desastre de Annual”. Esto no es “franquismo”, señores podemitas, es Historia. “Agradecimiento”, se puede llamar lo de las autoridades melillenses, fruto de la ignorancia y odio –a partes casi iguales– bastante común en la mayoría de nuestros gobernantes actuales.

Se conmemoró –celebró para algunos– el pasado martes, el cuadragésimo –ordinal de 40, aclaro para víctimas de la LOGSE– aniversario de un sucedáneo de golpe de Estado –“psicológico” lo califica Jesús Palacios en un artículo del pasado domingo en Libertad Digital que recomiendo leer: trufado todavía de muchas incógnitas, en el que pagaron algunos de los mandados y salieron de rositas o incluso “reforzados” los guionistas –nada nuevo, aunque entonces pudo parecerlo, en nuestra “diferente” España–. Recuerdo como si lo estuviera viendo en este momento aquel 23 de Febrero de 1981 en el que, a esa hora cercana a las 18:30, iba al pediatra con dos de mis hijas, de cinco y tres años entonces, camino de Toledo –vivía en Villaluenga de la Sagra–, cuando la emisora que escuchaba interrumpió su emisión para dar la noticia: “La guardia Civil asalta el Congreso” y, al llegar a la Ciudad Imperial, varios vehículos militares circulaban por los aledaños de la Plaza de Zocodover, en sentido hacia el Alcázar. De hecho fui el portador de la noticia en la consulta, ignorada por los que esperaban turno y por el propio médico, que sintonizó una radio que tenía cerca cuando se lo dije.

Empezaron unas horas de angustia, entre noticias contradictorias de salidas de fuerzas militares de sus acuartelamientos en algunas provincias, la más destacada en Valencia, donde salían los tanques a las calles a las órdenes del Teniente General Jaime Miláns del Bosch, a la postre uno de los paganos, condenado a 30 años de prisión, junto al llamado “elefante blanco” –el oficial, porque el oficioso no se conoce todavía– que se pondría al frente del operativo y de un posible gobierno de concentración provisional, el general Alfonso Armada y al brazo armado del “golpe”, el Teniente Coronel Antonio Tejero que, pistola en mano, mandaba el grupo que llevó al suelo al gobierno y señorías presentes en el hemiciclo y que, fuera del guión, disparó al techo. Como muchos recordarán, todo acabó formalmente con la aparición en Televisión Española –todavía no era Espantosa– del Rey, a la 01: 14 de la madrugada, grabada sobre las 21:30 –¿por qué esa demora de casi 4 horas?–, que muy en su papel de Jefe del Estado leyó un comunicado que resumo: “…pido a todos la mayor serenidad y confianza y les hago saber que … he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar, en forma alguna, acciones… que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”. La función se prolongó toda la noche y sobre las 10:00 de la mañana empezaron a salir, hasta por las ventanas, los guardias civiles que habían participado en el “asalto”. Después, declaraciones “heroicas” de los “secuestrados” durante esas horas –cierto que debió ser tenso y preocupante al principio para la gran mayoría que no sabía de qué iba la cosa y se temían lo peor– y una frase que se acuñó sobre la marcha y todos repetían cuando se había “evitado” el golpe: “la democracia sale reforzada”, aunque yo creo que ahí empezó la cuesta abajo que seguimos descendiendo 40 años después.

Por cierto que la frase me recordó a un tal Pedro Sánchez, “socialista” precoz –“me hice socialista cuando vi cómo asesinaban a Salvador Allende”, dijo en su visita a Chile en Agosto de 2018, recién estrenado como “presimiente”y después de haberse reunido con George Soros a final de Junio, lo que teniendo en cuenta que nació en 1972 y esa muerte fue en 1973, es todo una proeza–. Se ganó a pulso el apelativo desde que en 2014 llegó al vértice del Partido Siempre Opuesto a España, líder indiscutible de la corrupción institucional y partidista, tras aquella financiación irregular para sufragar la campaña electoral de 1989 –más de 1.200 millones de pesetas, conviene recordar– con facturas falsas de FILESA, MALESA y TIME EXPORT, que en 1997 llevó a la cárcel a José Mª Sala Grisó, al que a su salida de prisión homenajearon y fue nombrado Jefe de Formación del PSOE ¿a quién puede extrañar que con ese “maestro”, el PSOE haya llegado a los niveles de corrupción que ha llegado? Decía, que esa frase me recordaba al doctor Plagio cum Fraude porque cuando “doblegó la curva y venció al coronavirus” allá por Julio pasado –lo peor estaba por llegar, pero había que irse de vacaciones– dijo también que “de esto saldremos reforzados” y ya sabemos lo que significa “salir reforzados” para los profesionales de la política, sobre todo si son de izquierdas, nacionalistas o populistas del otro lado, se “refuerzan” rápidamente sus bolsillos mientras sus representados llevamos 40 años saliendo debilitados de este falsamente vendido como “sistema democrático” que poco después de aquel conato de golpe permitió la llegada del partido citado anteriormente que empezó por cargarse la ley de Educación con una LODE precursora de una mucho peor LOGSE y la independencia de lo que era una garantía hasta entonces de la separación de poderes, el Poder Judicial, tras la reforma de la ley de CGPJ de 1985 y la conocida frase de Alfonso Guerra: “Montesquieu ha muerto”, que allá por 2010, aunque venía de mucho antes, recogía en “La perversión del sistema”:  “El Poder (Judicial) debe controlar al Poder (Ejecutivo) para que no abuse del Poder (Legislativo). Y así estamos desde entonces, en una deriva galopante de la izquierda que la supuesta derecha no ha hecho nada por enderezar, mientras unos y otros, con el sazonado nacionalismo, que no falte, se reparten a los jueces de la suprema institución que debería ser garante de la igualdad ante la ley que dice el Art. 14 de nuestra Constitución.

Tal vez, sólo tal vez, el primer error del elegido como heredero a título de Rey –si no lo fue ya en sí misma esa elección– fuera la decisión de proponer a Adolfo Suárez (q.e.p.d.) como presidente del Gobierno para sustituir a Carlos Arias Navarro, que lo era desde que ETA y ¿alguien más? acabó con el Almirante Carrero Blanco, para esa difícil tarea de la transición, un político al que no me atrevo a calificar de mediocre, pero sí de no muy brillante, con todo mi respeto a su memoria y honradez, que para mí se puso en duda cuando “con vacaciones y alevosía” incumplió su promesa a los militares de no legalizar al Partido comunista –lo hizo un Sábado Santo para más inri–, seguramente el de más bajo nivel entre las opciones posibles que tuvo el ya Monarca español (Fernández Miranda, Areilza, Silva, Fraga…), pero ese es otro tema que ya no mueve molino y que queda en espera de que la Historia haga su trabajo y diga, cuando pase el tiempo necesario.

Termino con unas preguntas que Santiago Segura y Julio Merino se hacían al respecto del 23-F al final de su libro “Las vísperas del 23-F (2ª Parte de Jaque al Rey)”, publicado en 1984, que heredé de la biblioteca de mi padre y que, en mi opinión, siguen abiertas hoy: “¿Qué sucedió exactamente aquella jornada del 23 de febrero de 1981…? ¿Cómo transcurrió el día más largo de la transición…? ¿Quiénes jugaban aquella partida de ajedrez en la que se jugaba el destino de España…? ¿Qué, cuándo o quiénes decidieron el resultado ya conocido de la partida…? ¿Pudo ser otro el desenlace…? .., a las que yo añado ¿Y si hubiera durado al menos 72 horas? Ahí lo dejo, pero el miedo hace milagros y muchas de sus señorías lo experimentaron, aunque poco tiempo, me parece. Pero si es cierto el dicho de Ortega: “La Historia es la guerra contra la muerte”, el 23-F no ha muerto, sino que entró en los dominios de la Historia… ¡Y ella será quién diga la última palabra! Tal vez empecemos a conocer parte del secreto del sumario que decretó la justicia española, en un juicio que para muchos se cerró en falso, cuando la CIA norteamericana desclasifique en 2031 los papeles de aquellas 18 horas que pudieron cambiar la Historia. Algo parecido a lo que sucede y sucederá con el segundo de los acontecimientos que marcó la Historia actual de España, el atentado terrorista del 11 de Marzo de 2004 que, esta vez para mucho peor, también cambió el rumbo de España, pero de eso toca ocuparse dentro de un par de semanas. Y todavía hubo un tercero en dos partes, Noviembre de 2014 y Octubre de 2017, todavía coleando. Y una curiosidad que me deja muchas dudas, ¿por qué después de cada intento de golpe de Estado –tres de tres, en los últimos 40 años– en más o menos tiempo, poco en cualquier caso, llega al poder el PSOE? Ahí queda para que alguien me lo responda si lo sabe.

No me resisto a detenerme un momento en la encuesta que publicaba el martes La Razón respecto al 23-F: el 60’4% entre 18 y 34 años no saben qué pasó hace 40 años (Sólo el 66’5% del total de los españoles sí lo saben, muy pocos)y casi un 75% de los más jóvenes no saben quién dio el golpe ni quién fue Tejero. Y este desconocimiento de nuestra Historia reciente por parte de las nuevas generaciones –no quiero mencionar el de la más antigua porque me lo puedo imaginar– me recuerda la conocida frase de Ruiz de Santayana que aparece en el frontispicio de un bloque del campo de concentración de Auschwitz: “Quien olvida su Historia, está condenado a repetirla” y esa combinación de desmemoriados e ignorantes no invita mucho al optimismo.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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