Nuestro Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, al que recurro con frecuencia y al que deberían acceder siquiera de vez en cuando nuestros “dirigentes”, define Síndrome con dos acepciones: “1.- Conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado y 2.- Conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa”, que creo que se ajustan perfectamente, ambas dos, a la situación actual de España. La primera en cuanto a que esos “síntomas” que recojo en el título del artículo me parece que no hay que explicar mucho para justificar que los padecen la gran mayoría de miembros de nuestra casta política, presente y pasada y la segunda porque la situación actual n puede ser más negativa, o sí, que ya sabemos lo que dice la Ley de Murphy sobre las malas situaciones. Además, en los políticos actuales, el síndrome en cuestión parece devenir en una especie de Síndrome de Estocolmo que también el DRAE define como la “Actitud de la persona secuestrada, que termina por comprender las razones de sus captores”, y no otra cosa demuestra en su vaivenes el Partido Sánchez Ominosamente Entregado, en su respuesta al “secuestro” por parte del socio preferente Podemos –‘o me haces caso o te quedas sin legislatura y poltrona’, le debe recordar el del moño cada vez que le obliga a rectificar- y su coro de chantajistas nacionalistas de uno u otro signo, filoetarras incluidos, a los que el marqués de Galapagar daba su bienvenida hace unos días a “la dirección del gobierno” sin que “su Sanchidad” Falconeti haya manifestado su disensión hasta el momento, por el bien del uso y disfrute del colchón de la Moncloa. Y “entre todos la mataron y ella sola -España- se murió”, o a punto está, desde ese otro síndrome que también recoge el antes citado por dos veces DRAE, el del pánico: “Cuadro clínico de miedo compulsivo relacionado con la depresión”, cuya última palabra sustituiría por “represión”, consecuencia de esas disposiciones -que algunos llaman ocurrencias, pero que están perfectamente diseñadas en el manual comunista- que nos vienen colando literalmente desde el arma mortal en la que se ha convertido el BOE en sus manos.
Una ceguera temporal que a algunos, especialmente de los sectores más “conservadores”, les ha llevado casi a sacar de la Historia de España el paréntesis de la primera mitad de los años treinta del siglo pasado -y otros periodos del anterior, pero no me quiero ir tan lejos- que acabó como acabó y que después de casi tres años de Guerra Civil costó más de tres décadas reconstruir con el esfuerzo de todos y que ahora, en un incomprensible complejo, se cuidan mucho de recordar, como deberían hacer a diario para no incurrir de nuevo en el error y para mejorar lo conseguido sin olvidar lo mucho y bueno logrado. O esa memoria selectiva que a los más “progresistas” les hace recordar sólo la parte que les interesa de esa Historia, sin querer ver sus causas reales en su conjunto sino sólo las de un lado, que se agrava en los “pijoprogres” actuales en esa especie de Alzheimer político que les lleva a recordar algunas cosas de hace ochenta años para desenterrar muertos sepultados hace cuarenta y cinco y se olvidan de las promesas que el año pasado hacía su jefe al sectario Antonio Ferreras en La Sexta “secta”, respecto a un posible gobierno de coalición con Podemos: “No dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos de este país, que tampoco se sentirían tranquilos. Por eso no acepté esa propuesta que me hizo el Sr. Iglesias” o de lo que repetía en Mayo pasado en Navarra: “Con BILDU no vamos a pactar, si quiere se lo digo cinco veces” porque “Con BILDU no se acuerda nada” y lo que dijo hace diez días en el vigésimo aniversario del asesinato por ETA de Ernest Lluch llevando al límite su falsedad mientras estaba pactando con ellos: “Fue asesinado por aquellos que no pudieron soportar ese grito de libertad y de concordia. Aquellos que hoy ensalzan a Otegui y lo llaman hombre de paz, convendría que recordaran las palabras y la memoria de Ernest Lluch”. Por eso su socio Otegui, al que contenta acercando presos etarras, aparece ahora como triunfador diciendo que “Para que algún día España sea roja, republicana y laica, esa España tendrá que estar anteriormente rota”; un diputado de su formación añadía desde la tribuna del Congreso que “Vamos a Madrid a tumbar definitivamente ese régimen en beneficio de las mayorías y de los pueblos” ¿a qué mayorías y pueblos se referiría? y su portavoz se refocilaba desde esa tribuna: “Paradojas de la vida, hoy es el día en que tras tres décadas intentando acabar con la izquierda independentista vasca, resulta que estamos aquí, condicionando el gobierno de España y las leyes que este Congreso aprueba”. Pero todo es demasiado reciente y por tanto, olvidable, como también lo que debería haber tenido presente y decía Leonard Cohen: “A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quiénes están del otro lado”, que es en el que se ha colocado sin rubor alguno.
Pero este síndrome de tres síntomas no es exclusivo de la izquierda, por supuesto, también Mariano Rajoy, que demostró buena memoria, requisito indispensable para superar la dura oposición de Registrador de la Propiedad, Bienes Muebles y Mercantiles -creo que fue el más joven en conseguirlo en España-, parece que no la tuvo tan buena para recordar la Historia de los citados años 30 del Siglo XX, que debía haber tenido presente antes y durante su presidencia. Cierto que como, a la mayoría de esas generaciones nacidas durante la posguerra de los años 40 -en los que, en el penúltimo, me “alisté” a la vida- o primeros 50, albores del despegue de la estabilización española que ya vivimos de lleno en los 60, no nos enseñaron con la debida profundidad -craso error, creo ahora- esa parte de la Historia de España, tal vez con el propósito de no revivir ese triste pasado de enfrentamiento civil, en el que sin duda hubo abusos por las dos partes, aunque creo que los de una provocaron el levantamiento de la otra y una vez en conflicto las barbaridades se pudieron disparar en ambos bandos, pero no quiero entrar en comparaciones, siempre odiosas, algunas más que otras, claro.
También parece padecerlo una de las destacadas “profetas del pasado” que ahora nos “descubre”, desde el lado crítico, cosas que parece que no tuvieran que ver con ella. Me refiero de nuevo a doña Rosa Díez desde esa sección de nombre podemita a la que me refería en mi anterior artículo en la que ha sido recogida por ese comunicador de las mañanas que demuestra muy buena memoria sobre el comunismo, pero que alimenta la división desde un trasfondo que desconozco y que me hace pensar mal de ese amor platónico desbocado con VOX que crece al mismo ritmo que el odio hacia el Partido Popular ¿qué le da uno que no le da o le dio el otro? Desde los micrófonos de ese medio, cada día más clientelar y populista, se repite casi a todas horas lo que la mayor parte de su audiencia fiel y aplaudidora quiere oír -se libran las tardes-, el apoyo al partido de Abascal, y la urgente y necesaria llamada a la unión de las derechas se transforma con ese mensaje en un aliento constante a su división, que sólo puede propiciar que el frente popular llegara, como se demostró con su consejo -“Federico dice que hay que votar el 1+1+1 para el Senado”– y del que sin duda sería una de las primeras víctimas de seguir con ese mensaje rupturista hecho desde la irresponsabilidad del que sabe que diga lo que diga no se le van a pedir responsabilidades porque su posibilidad de llegar y tener que cumplirlas tiende al mínimo. Decía doña Rosa en su último “Organizando la resistencia” que había que “desenmascarar a los farsantes Sánchez y su pareja tóxica Iglesias”, con lo que por supuesto estoy de acuerdo, en ese mensaje de “armonizar la fiscalidad” desde la tan manida igualdad que predican y no cumplen ya que para ellos, unos, los suyos, son más iguales que otros, los contrarios, y lo que quieren realmente es castigar a Madrid que aplica una fiscalidad que le permite ser la que más contribuye a la caja común y que podría hacer el resto de regiones. Para reforzar su tesis, hacía referencia al “privilegio de Vascongadas y Navarra que en virtud de sus fueros -creo que no quería entrar en las discutibles razones históricas al respecto- recaudan todos los impuestos y luego le dan a la caja común un porcentaje”, quejándose en el caso vasco de que “el fuero -supongo que se refería al cupo- fue negociado con Adolfo Suárez en 1980” y se cerró “un 29 de diciembre por la noche -casi una inocentada para el resto de España, añado- con el acuerdo de que se devolvería a Hacienda el 6’24% del total recaudado en concepto de competencias no transferidas, IVA repercutido, etc.”, acuerdo que según ella “se hizo ley en 1982” -las fuentes consultadas dicen que la primera ley fue votada en 1988, pero no entro en esto- y se “revisa” desde entonces “mediante un cálculo quinquenal -el último con Rajoy llega hasta 2021- que no se puede revisar por las Cortes y se aprueba sin posibilidad de enmienda ni control (sic) que no ha variado el porcentaje en 40 años”, lo que me hace dudar seriamente de cómo se hace, si se hace, dicho cálculo. Añadía Dª Rosa para resaltar el privilegio vasco que el entonces lehendakari, Carlos Garaicoechea, preguntó al negociador, el diputado general de Álava Emilio Guevara, si el acuerdo “era bueno” y que su respuesta fue: “Con el 6’24% vamos a poder comprar a los ertxainas las porras en Loewe” y continuaba: “los vascos pagamos al Estado 1.800 millones € menos de lo que nos corresponde” para rematar diciendo que “El cupo no se puede extender a toda España porque quebraría”, más de lo que está, añado, con más de 1 billón de € de deuda, creciendo año a año. Y si esto se negocia en 1980 y sigue hasta ahora, quiere decir que estaba en vigor hasta 1983, en que según su currículum político -y casi único- llevaba cuatro años como diputada foral de Vizcaya; entre 1983 y 1987, vicepresidente de las Juntas Generales de Vizcaya; entre 1987 y 1999, diputada del parlamento vasco; entre 1987 y 1991, concejala de Güeñes y duplicando cargo en ese periodo y, obviamente, entre 1991 y 1998, consejera de Comercio, Consumo y Turismo del gobierno vasco, antes de comenzar su carrera europea -1999/2007- y su aventura en UPyD -2007/16- con el que fue diputada en Madrid durante ocho años. Y en todo ese largo periodo político, en las muchas intervenciones que he tenido la oportunidad de escucharla, no recuerdo haberla oído quejarse del “privilegio vasco” -no digo que no lo haya hecho, pero sí que no la escuché o leí-. De ahí que haga mención a esa “ceguera temporal” y “memoria selectiva” que incluía en el síndrome de la casta analizado.
Podría seguir con otros destacados miembros, presentes y pasados, a los que algunos o todos de los tres síntomas del síndrome le irían como anillo al dedo, pero haría el artículo demasiado largo y no añadiría más al fondo de la cuestión, así que aquí lo dejo, no sin felicitar a Isabel Díaz Ayuso por el nuevo Hospital de pandemias Isabel Zendal, muy denostado por la izquierda, que seguramente hubiera celebrado con fuegos de artificio si su “presimiente” Sánchez hubiera “inaugurado” al menos una camilla de ambulatorio, pero él sólo sabe producir paro, miseria y miedo, los tres grandes “pilares” socialcomunistas. Ánimo Isabel, por la buena gestión de este complicado presente, que augura un mejor futuro si las zancadillas de propios y extraños -socios incluidos- no lo impiden.
Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión