El acto de inicio de la XIV legislatura de la democracia en España ha comenzado con el discurso de su Jefe del Estado, el Rey Felipe VI.
Un discurso en el que ha alabado y pedido «diálogo» entre todos aquellos que quieren que este país salga adelante.
Ha rechazado la existencia de dos Españas, la de los unos y la de los otros. Dos Españas enfrentadas sin atisbo de reconciliación.
Sus palabras han generado un aplauso profundo e intenso por parte de aquellos que alaban su buen hacer y su jefatura del Estado. Como nota discordante, la de los de siempre. La de aquellos que no se sienten de este país y, por ello, no reconocen a su Monarquía.
Ha sido patético ver a algunos no aplaudir. Un PNV impropio y unos miembros de Podemos haciendo el ridículo más supino, ya que mientras ellos no aplaudían, sus jefes, ahora ministros, ahora de la casta, sí lo hacían.
La pregunta surge, ¿De qué pasta tiene que estar hecho el presidente Sánchez cuando permite que sus socios de Gobierno no acaten el orden establecido, la Monarquía y encima alardeen de ello y los mantenga como socios preferentes de Gobierno?
Una pasta indigna, sin escrúpulos. No cabe otra. Así nos va.