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Tamara Rojo y el ENB arrebatan al Real con su libérrima versión de «Giselle»

La libérrima, vibrante y «dark» versión que ha hecho Akram Khan del ballet clásico «Giselle» para el English National Ballet (ENB) ha arrebatado esta noche al Teatro Real en su estreno en España, en el que Tamara Rojo ha sido tan fuerte como conmovedora en su interpretación de la desgraciada muchacha

Rojo, directora desde 2012 de la que define como la compañía «más revolucionaria del mundo», ha recibido una cerrada ovación por su potente, exquisita y modulada ejecución, así como sus compañeros James Streeter (Albreche) y Jeffrey Cirio (Hilarion), excelente en su aproximación pandillera y provocadora al personaje del infeliz guardabosques.
Khan trabajó durante un año y medio con Rojo para «reinterpretar» un ballet creado en 1842 con una «inocente doncella», pretendida por un guardabosques y por un terrateniente, de protagonista.
En el original coreografiado por Jules Perrot y Jean Coralli, con libreto de Théophile Gautier y Jules-Henri Vernoy, ella muere y pasa a formar parte de las vengativas y crueles «willis», unas hadas a las que rige la cruel Mirta.
En la versión de Khan, el campo se cambia por una fábrica textil, en el que trabajan «los parias», de los que forma parte Giselle, embarazada de su primer hijo y enamorada de Albrecht, que se ha hecho pasar por uno de ellos para seducirla.
Hilarion intenta por todos los medios interponerse entre ellos pero es rechazado una vez y otra por Giselle, que acaba dándose cuenta del engaño de Albercht cuando aparecen los terratenientes y obligan al impostor a seguir su noviazgo con Bathilde.
Del clásico, según explicaba Rojo en rueda de prensa esta semana, se han conservado dos cosas fundamentales: «la capacidad de amar y perdonar» de Giselle, pero el resto se ha acercado a la dramaturgia actual y ella se ha convertido en una mujer fuerte, valiente y libre que lucha por lo que quiere.
Todo ello está expresado con un lenguaje coreográfico que combina la tradición del ballet clásico, la danza contemporánea y la kathak (danza clásica de la India), en la que Khan es especialista.
La música de esta versión, que firma Vicenzo Lamagna y dirige Gavin Sutherland, también responsable de la orquestación, suma referencias constantes a la partitura original de Adolphe Adam con ritmos y sonidos pregrabados que enmarcan un ambiente inquietante y por momentos asfixiantes y chirriantes.
Precisamente la partitura ha generado una discusión a voces al concluir el primer acto porque una señora de los pisos superiores se ha quejado a gritos del «alto volumen» al que tocaba la Orquesta del Real y de que «aquello» no era música.
Otros espectadores le han contestado, también a gritos, que tuviera «respeto» por los artistas y que no fuera «pesada».
En la pieza, que ya han visto desde su estreno en 2016 más de 107.000 personas en vivo y 250.000 en los cines, tiene también un papel fundamental el diseño visual, oscuro, gótico y fantasmal, y los espectaculares figurines, que firma el ganador de un Óscar por «Tigre y dragón», Tim Yip. EFE
Concha Barrigós.

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