Sea prófugo y no preso político el señor Puigdemont, a pesar de que el Gobierno español intente no quedar a los pies de los caballos, el caso es que el país considerado “amigo”, Alemania, acaba de darle una bofetada de aúpa.
Tener a Puigdemont libre y pudiendo “hacer y deshacer” a su antojo crea un enorme problema a España, que ve como vuelve a abrírsele de nuevo un frente que creía tener cerrado y a “buen recaudo” en la cárcel.
Aquellos que “daban por muerto” a Puigdemont tras sus mensajes de móvil, ven como resurge de sus cenizas.
Europa da la espalda al Gobierno de este país y agranda un problema que va haciéndose, otra vez, mayor cada día que pasa. La aplicación “buenista” del 155 se rebela como algo que, poco a poco, va difuminándose.
La táctica de esperar “a ver, lo que pasa”, vuelve a rebelarse inútil ante el nacionalismo excluyente catalán y ante el nacionalismo excluyente vasco -este último, cual ave de presa, esperando a ver lo que obtiene, de momento, del gobierno central-.
Una política más dura contra el nacionalismo es lo que esperan miles de ciudadanos que ven cómo tienen un Gobierno que no toma la iniciativa y en un lamentable «laissez faire», sólo se limita a esperar.