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El sabor de Urdiales y el tesón de Roca Rey evitan una gran decepción

El sabor de Urdiales y el tesón de Roca Rey evitan una gran decepción

El sabor del toreo de Diego Urdiales y el tesón de Roca Rey, que sorteó el único toro bravo de la corrida, remontaron hoy en Bilbao una tarde abocada a una gran decepción a causa del descastamiento del encierro de Puerto de San Lorenzo, al que ambos cortaron sendas orejas.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Puerto de San Lorenzo, que conformaron una corrida pareja por trapío y buenas hechuras, pero también igualada en su descastamiento y medidas fuerzas. Algunos resultaron manejables, aunque sosos y sin fondo, y otros se defendieron con violenta y compleja mansedumbre. La excepción a la regla fue el sexto, por más terciado y bravo que el resto.

Enrique Ponce, de negro y oro: pinchazo y estocada trasera (oreja); estocada caída (ovación).

Diego Urdiales, de verde hoja y oro: estocada contraria (oreja); cuatro pinchazos, estocada atravesada y tres descabellos (silencio).

Roca Rey, de grana y oro: estocada desprendida (silencio); estocada (oreja con petición de la segunda).

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del diestro Dámaso González, fallecido horas antes.

Octavo festejo de abono de las Corridas Generalees, con tres cuartos de entrada (unas 11.000 personas), en tarde agradable.

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SABER Y SABOR

La penúltima corrida se antojaba una especie de «gran final» de la feria bilbaína, pues se anunciaban los, hasta el momento, toreros más destacados del abono: Ponce y Roca Rey, que habían cortado dos orejas en sus primeras actuaciones, y el riojano Diego Urdiales, autor del toreo de más calidad de cuantos se llevaban vistos.

Tarde, pues, para el «desempate» y la proclamación del definitivo triunfador de la semana, solo que, como suele ocurrir en corridas de tanta expectación, los toros de Puerto de San Lorenzo, de tan vacíos de raza y tan escasos de fuerzas, tiraron como un plomo para llevarla hacia esa profunda decepción que ambos espadas evitaron.

Porque en el ruedo estaba hoy el riojano Urdiales, que ha llegado en su larga trayectoria al alto nivel de maestría que le valió para, sin apenas material, construir una faena de gran sabor, de pocos pero buenos e intensos muletazos.

Tuvo ese segundo toro un muy escaso fondo de bravura, que se traducía en un comportamiento reservón y en unas cortas y desganadas arrancadas que el torero de Arnedo fue sobando y encelando con paciente inteligencia, pero sin que ello le restara ni un ápice de sinceridad en los cites y de pureza en el trazo.

De mitad de faena en adelante, muy cruzado al pitón contrario, sin irse nunca de la cara del toro y con una providencial suavidad de muñecas, Urdiales se recreó y deleitó, con sutileza de formas y de fondo, al recoger el premio a su bien planteada estrategia lidiadora.

Y todo hecho y planteado con sabor y verdad, sin demagógicas posturas de cara al tendido, para cortar así un oreja de verdadero peso, la segunda de ese calibre que pasaba Urdiales en esta feria.

Otra más cortó también Roca Rey, la tercera después de las dos que obtuvo de su segunda actuación. Solo que, como aquellas, supo a poco frente al triunfo superior que le ofreció el mejor toro, y único realmente bravo, de la corrida.

Más terciado y bajo que sus hermanos, el sexto acusó también una visible merma de fuerzas en los primeros tercios, pero este al menos tuvo raza y motor suficiente para superar sus carencias y no dejar de embestir con entrega y profundidad a la muleta del peruano.

La firmeza de plantas y la férrea quietud para la ligazón de los pases fueron las mejores bazas de Roca Rey frente a tantas virtudes del ejemplar de Puerto de San Lorenzo, pero su trasteo no llegó nunca a la excelencia porque también tuvo una rigidez y unas exigencias para el animal -la muleta siempre demasiado baja- que no ayudaron a que el toreo fluyera con la calidad y el temple exigibles.

Aun así, a fuerza de tesón y tirando del ya socorrido recurso del «arrimón» final y los pases circulares, logró el joven andino cortar una oreja que el público quiso doblar pero no el presidente, que acabó imponiendo su buen criterio ante las evidencias.

Esos dos fueron los únicos capítulos con interés de una tarde en la que Enrique Ponce, aunque lo intentó con parsimonioso denuedo, no consiguió esta vez llenar la escena ante un primer toro sin raza ni fuerzas y un cuarto que acabó echándose en la arena de puro agotamiento, bien de fuerza o bien de casta.

Para más inri, los otros dos toros de los lotes de Urdiales y Roca -manso y violento el uno y renqueante el otro- se lesionaron de sus patas delanteras en los inicios del trasteo de muleta, evitando que la feria tenga, a falta del último paseíllo, un claro y rotundo triunfador.EFE

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