Si los organismos internacionales no toman medidas el próximo domingo podría producirse el comienzo de una Guerra Civil en Venezuela. Se supone que los diputados electos para la Constituyente tienen que ocupar sus puestos en la Asamblea Nacional. En dicha institución se van a encontrar con los también diputados electos elegidos en las últimas elecciones legislativas, donde los candidatos de la oposición obtuvieron posiciones más ventajosas que los candidatos del oficialismo de Maduro, consiguiendo la mayoría absoluta de la Cámara.
La empresa inglesa encargada de vigilar los comicios venezolanos desde hace ya unos cuantos años, declaraba ayer que los datos de participación estaban presumiblemente manipulados, al constatar que más de un millón de personas no habían ejercido su derecho a voto y que, sin embargo, sí figuraban como votantes. Un fraude, a todas luces, llevado a cabo por el máximo organismo encargado del recuento de votos y que da alas a la oposición al constatarse que, de ser así, el proceso podría ser declarado nulo de pleno derecho.
Detenciones de miles de opositores, de los que no se sabe apenas nada desde hace ya unos días. Amenazas, contra amenazas, sanciones, características que definen muy bien lo que hoy sucede en uno de los países más importantes de América, por la calidad de sus yacimientos de materias primas y fuentes de energía. Un país hoy empobrecido y el pueblo pasando hambre.
Una situación, en suma, que puede “saltar por los aires” y crear una inestabilidad muy importante a nivel mundial, tanto política como económicamente. El único que parece querer tomar “cartas en el asunto” es EEUU, cuyo presidente tomaba ayer medidas contra el régimen de Maduro, pero que apenas eran consideradas por el resto de la comunidad internacional, que parece confiar más en una resolución interna del problema venezolano que en una participación externa.
Mientras tanto, cientos de venezolanos muriendo en las calles victimas de la represión de Maduro. ¿Hasta cuándo?