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OPINIÓN: Las usurpaciones lingüísticas provocan invisibilidades en colectivos profesionales

Como dice el refrán, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o lo que es lo mismo como en estos días ahora estamos conociendo los galardonados a los premios Nobel 2016 que se entregarán a primeros de diciembre desde el Colegio Oficial de Biólogos compartir la siguiente reflexión sobre lo que consideramos dos pequeñas “usurpaciones” lingüísticas, las cuales provocan fagocitaciones e invisibilidades de otros colectivos profesionales.

La primera se explica, aunque no se justifica, por la mala utilización que se hace del lenguaje en el momento actual. En ocasiones, el uso del mal llamado lenguaje de género nos lleva a expresiones desafortunadas como “miembros y miembras” y en otras, buscando la economía de palabras se mutila y recorta a discreción, como es el caso de la denominación del premio de Medicina en vez de su nombre completo que es premio Nobel en Fisiología y de Medicina.

La segunda “apropiación” es el empleo generalizado de la palabra doctor en su tercera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua, es decir doctor como sinónimo de médico. Sin embargo la principal, como todo el mundo sabe, es persona que ha recibido el más alto grado académico universitario. Para ello hay que presentar y defender una tesis doctoral que es un estudio escrito sobre una investigación de carácter original. El tiempo estimado de redacción de una tesis también varía, aunque suele estar entre los tres y los cinco años, dependiendo del tema y país.

De manera que cuando se da la noticia del investigador que recibe el premio Nobel de Medicina y Fisiología convendría especificar en qué rama del saber el galardonado es doctor. Ya que no todos los doctores son médicos, ni todos los médicos doctores. Podríamos contar numerosas anécdotas unas de compañeros biólogos doctores con médicos internos residentes que no lo son y van con batas que no aclaran la situación y otras de doctores biólogos con pacientes.

Evitaremos entrar en el debate estéril de la profundidad y conocimiento de algunos doctores, independientemente de la rama del saber, en el uso y manejo de la estadística y en concreto de la determinación de muestra mínima para alcanzar conclusiones fiables y sostenibles en el tiempo para evitar refutaciones y controversias por emplear muestras insuficientemente significativas y/o parvos e insuficientes casos para alcanzar las mismas.

Debemos sacar pecho de nuestros dos premios Nobel en Medicina y Fisiología, uno de ellos además navarro de nacimiento. En 1906 D. Santiago Ramón y Cajal médico y doctor pero su campo era la Histología, hoy en día la mayoría de los histólogos son biólogos. El otro galardonado en 1959 fue D. Severo Ochoa, al cual tuve el placer de conocer en febrero de 1991 durante la I Jornada Ramón y Cajal que organizó el Colegio de Médicos de Navarra, también médico y doctor que desarrolló su labor experimental en los campos de la Bioquímica y la Biología Molecular. Se le atribuye la célebre frase “El amor es la fundición de física y química” que años después le sirvió de inspiración al cantante Joaquín Sabina para dar título a su álbum editado en 1992 «Física y Química» y de ahí además el título de una famosa serie televisiva.

Por último llamar la atención del apenas reconocimiento que en España tenemos a los que alcanzan el título de doctor, frente al que se les da en otros países, y no me refiero a Sudamérica en donde es costumbre y muestra de respeto llamar licenciado y doctor al que lo es, sino en países como en Alemania, que es de uso común en la tarjeta de visita y en donde se le antepone el mismo al apellido del interesado en cualquier publicación o medio en donde a esta persona se la nombra.

Por desgracia muchos de nuestros doctos conciudadanos deben seguir el camino de Severo Ochoa y emigrar para continuar su labor de investigación y otros cuelgan el título en casa para dedicarse a otras labores, dejando, en el mejor de los casos, como hobby si el tiempo y sus medios se lo permiten el continuar profundizando en su rama del saber; siendo una inversión y esfuerzo económico que nuestra sociedad no aprovecha, y ni siquiera valora y reconoce. Además de una injusticia para los afectados. Pero esto es una costumbre y tradición histórica muy española.

Jesús Bodegas Frías, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Biológos

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