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OPINIÓN: Enero negro 1977, no olvido

OPINIÓN: Enero negro 1977, no olvido

El pasado viernes vivimos un día histórico que probablemente recordemos en años venideros. Quizás suponga entrar en la II Transición como el Sábado Santo de 1977 con la legalización del PCE se entró en la I. Recordaba al hilo de esta circunstancia también el terrible Enero que sufrimos en éste país justo hace ahora 39 años y que viví en primera persona. Aquellos acontecimientos tan bien reflejados por Bardem en su espléndida película

En el instante de escribir estas líneas tengo muy vivos en mi memoria aquellos dramáticos días. En aquel tiempo militaba en el PCE y en Comisiones Obreras, en la Universidad de Madrid donde estudiaba y en el sector de Artes Gráficas donde trabajaba. Se inició el domingo 23 de Enero de 1977, cuando un grupo de ultraderecha asesina al joven Arturo Ruiz en una manifestación pro amnistía en el cruce de las calles de Silva y Estrella, en la trasera de la Gran Vía (entonces avenida de José Antonio) de Madrid.  Me encontraba cerca con los compañeros de la Universidad y aún llegan las sensaciones de indignación, miedo y rabia contenida al ser informados de ello.

Al día siguiente muere la estudiante de sociología María Luz Nájera, por el impacto del bote de humo que recibe en la manifestación en protesta por la muerte de Arturo. Recibe el golpe en la esquina de la Gran Vía con la calle de Libreros. Impactados por ambos hechos toda la izquierda antifranquista se conmociona.

Precisamente aquel terrible 24 de Enero teníamos previsto reunirnos el PCE de Gráficas en el despacho de los abogados laboralistas de Atocha, lugar que alternábamos con el de Españoleto, pero nos llamaron para suspenderla porque había otra más importante del Transporte que por entonces estaba en huelga. La sustituimos por una mini reunión en mi casa, que también solíamos utilizar en momentos puntuales. Había negros nubarrones, y algo se barruntaba pero a pesar de la rabia y la indignación se nos recomendó desde la dirección del PCE tranquilidad, y en la charla que tuvimos decidimos acatar esa decisión.

A las doce de la noche sonó el teléfono de mi casa. Un camarada, Eugenio, me informaba de lo de Atocha. Asesinados Enrique, Sauquillo, …seis en total y heridos graves Lola, Alejandro…Pensé que podíamos haber sido nosotros. Luego una vorágine de reuniones, asambleas, contactos, y sobre todo un mensaje claro: hay que mantener la calma, no responder a la provocación. A pesar de la rabia contenida por nuestros camaradas asesinados apretamos los dientes y tragamos el sapo. Éramos comunistas y por tanto teníamos una mayor responsabilidad.

Después (precisamente con él terminaba esa semana negra un día como hoy, por eso tiene sentido este artículo) el impresionante entierro en el que participé activamente en el “servicio de orden”, y la sensación de estar viviendo momentos históricos. Luego con el tiempo entendí que aquel llamamiento a la calma de mi partido fue clave para conseguir la democracia, y desde entonces defiendo esa misma reacción en circunstancias parecidas.

Antes otro día de Enero, fatídica casualidad, el 21 pero años atrás en 1969, caía asesinado por la policía franquista Enrique Ruano. Conocí a Enrique en la lucha anti franquista, era de mi misma quinta, aunque en aquel tiempo yo militaba en el PCE y estudiaba en la Escuela Teleco. Allí un día de Enero nos enteramos de su muerte, de su asesinato, recuerdo las conversaciones con José Luis “Avinareta”, Pepe Carpintero, Manolo Briso, Manolo Gamella, aunque los dos últimos eran de la FUDE teníamos una muy buena relación, y nos estremecimos al pensarlo. El franquismo agonizaba, lo sabíamos, pero temíamos sus últimos coletazos, y éste fue uno de ellos. También conocíamos a sus torturadores, a sus asesinos, el comisario Conesa, el temible Yagüe, y un sádico, “Billy el niño”, o lo que es lo mismo Juan Antonio González Pacheco. No los conocíamos físicamente pero circulaba por los círculos de lucha antifranquista su crueldad.

En aquel tiempo se estaba discutiendo el Estatuto para la Politécnica, y la izquierda lideró esa lucha, yo era representante de Teleco, y después de una reunión clandestina en Caminos, al salir camino del autobús, paró bruscamente un Seat negro a mi lado, supe enseguida qué suponía aquello, bajaron dos policías de la Brigada Político Social, uno de ellos era “Billy el niño”. Creo que nunca se borrará de mi mente aquella cara. Ahora vuelven a mí los recuerdos de aquellos interminables días en la DGS, en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. Aquel tétrico edificio que aún me da escalofríos al pasar delante, por más que ahora sea la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid.

Hoy al recordar aquellos hechos pienso que también en esa ocasión pude ser yo, cuando Billy “actuaba” y uno de sus compañeros le decía “ten cuidado que se te va a ir la mano otra vez y lo vas a matar”, resuenan esas palabras y las recuerdo como si fueran ahora, y su respuesta “no importa, hacemos como con Ruano, lo tiramos por la ventana y decimos que se quería escapar”. Pienso en Enrique, en todos los Enriques que dejamos por el camino, en aquellos camaradas, los abogados de Atocha, por eso escribo estas líneas, que son, que quieren ser un homenaje a quienes lucharon codo con codo conmigo y hoy ya no están.

Recordando aquellos Eneros observo la presión intolerable que sufre la izquierda en el actual y aquellas sensaciones experimentadas entonces las vuelvo a tener ahora. Siento que vuelve la presión agresiva del fascismo, ahora con otra cara y otros nombres: “el mercado”, “las agencias de calificación”, el FMI, el “Tea Party” que controla el PP, los poderosos poderes fácticos mediáticos, las leyes represivas incluida la “Ley mordaza”, la intolerancia, la sensación de peligro sólo por pensar diferente, la incomprensión de muchos. Echo de menos que en aquel tiempo existía una mayor camaradería entre los que luchábamos. A diferencia del momento actual en el que cierta insolidaridad, la ambición, la insensibilidad, el borreguísimo, o la traición dominan una parte de la política.

Estamos en otro tiempo, pero esta tarde de invierno recuerdo aquellos momentos, aquellos días, aquellos interrogatorios crueles, aquellas gentes, a mis camaradas caídos con sensaciones profundas, muy profundas, y alguna lágrima asomando por mis ojos, sintiendo que al recordarlos recupero mi capacidad para llorar de emoción. Para luego lavarme la cara con agua muy fría y continuar la lucha, también en su nombre, una lucha revolucionaria, activa, valiente que frene estas nuevas agresiones de un fascismo diferente pero igual de insaciable, cruel.

Os recuerdo hoy, os recordaré siempre camaradas, compañeros…..vuestro ejemplo me guía y guiará, sé que también vosotros no consentiríais sin alzar vuestra voz que la izquierda no gobierne pudiendo hacerlo.

José Luis Úriz Iglesias, afiliado al PSC viviendo en Navarra

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