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2 de noviembre: Conmmoración de todos los fieles difuntos

El 2 de noviembre, al día siguiente de la Fiesta de Todos los Santos, la Iglesia celebra la conmemoración de todos los fieles difuntos

La celebración cristiana de este día contempla el destino final del hombre no es disolverse en el polvo, sino vivir para siempre con Dios. Se reza con el fin de recordar y unirnos a los difuntos en oración: para que el Padre conceda a todos sus hijos gozar de su eterno Amor.

La Iglesia intercede por nuestras hermanas y hermanos difuntos, rezando por ellos, haciendo sufragios y limosnas, pero sobre todo ofreciendo el mismo sacrificio de Cristo en la Eucaristía, de modo que todos los que aún después de su muerte necesitasen ser purificados de las fragilidades humanas, puedan ser definitivamente admitidos a la visión de Dios.

En el Nuevo Testamento, San Mateo habla del retorno de Cristo en su segunda venida al final de los tiempos (cf. Mt 25, 35-45). En otros pasajes la Palabra de Dios se asegura la existencia de un encuentro personal con Dios después de la muerte: La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43). También otros textos hablan de gozar en el Reino de los cielos o de quedarnos fuera de la fiesta eterna: San Pablo a los Corintios, Filipenses (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23) y San Lucas en Carta a los Hebreos (Hb 9, 27; 12, 23) y Mateo (cf. Mt 25, 46-46).

Historia

El recuerdo de los difuntos se remonta a la historia de la humanidad. En la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4), con el evento de la Resurrección de Jesús (cf. Mt 28, 8-15).

Los primeros cristianos, como se puede ver fácilmente en las catacumbas, esculpían en las tumbas la figura de Lázaro resucitado, como signo de la esperanza de que su pariente amado también volvería a la vida gracias a Cristo (cf. Jn 11, 38-44).

En el siglo IX aparece la conmemoración litúrgica de los difuntos, herencia de la costumbre monástica ya en boga en el siglo VII de consagrar, dentro de los monasterios, un día entero a la oración por los difuntos.

Concretamente, en el año 809, el obispo de Tréveris, Amalario Fortunato de Metz, incorporó la celebración en memoria litúrgica de los difuntos al día siguiente de la dedicada a los santos, que ya gozan de la vida divina.

Finalmente, en el año 998, a disposición del Abad de Cluny, Odilón di Mercoeur, se fijó la solemnidad para el 2 de noviembre incluyendo un período de preparación de nueve días, conocido como la Novena de los Difuntos, que comienza el 24 de octubre.

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