Hoy los cristianos conmemoran la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, el día siguiente a la celebración de la Exaltación de la Santa Cruz
Cada 15 de septiembre se conmemora la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Justo al día siguiente de la celebración de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Día dedicado a la Virgen Maria, también se le conoce como Nuestra Señora de los Dolores, Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias o La Dolorosa.
Según una antigua tradición, los cristianos recuerdan “los siete dolores de la Virgen” en relación a su Hijo Jesús, nacimiento, crucifixión y muerte. Son momentos en que, unida a su Hijo Jesús, compartió de modo singular la profundidad de dolor y de amor de su sacrificio.
Los siete dolores recogidos en el Evangelio
Primer dolor: la profecía de Simeón
Cumplidos los días de su purificación, según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Simeón, hombre justo y piadoso, esperaba ver al Cristo del Señor antes de morir. Tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo, Israel”. Y dijo a María, su madre: “Mira, éste ha sido destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción –y a ti misma una espada te atravesará el alma-, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”. (Lc 2, 22-35).
Segundo dolor: la huida a Egipto
Después de haberse marchado, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para acabar con él”. Él se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche y se fue a Egipto. Allí estuvo hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que anunció el Señor por el profeta al decir: “De Egipto llamé a mi hijo” (Mt 2, 13-15).
Tercer dolor: Jesús perdido en el Templo
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta como era su costumbre. Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo advirtieran. Sus padres regresaron a Jerusalén en su busca. Al cabo de tres días lo encontraron en el Templo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”. Y él les dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio (Lc 2, 41-50).
Cuarto dolor: María encuentra a su Hijo camino del Calvario
Jesús camino del Calvario para la Crucifixión, apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, encuentra a su Madre. María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor.Se ha cumplido la profecía de Simeón: una espada traspasará tu alma (Lc II,35).
Quinto dolor: Jesús muere en la Cruz
María estaba presente, oyendo con tristeza y dolor a los que insultaban y se reían: ¡Tú, que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo!; si eres el hijo de Dios, desciende de la Cruz.
Die junto a la Cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Viendo Jesús a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la tomó consigo. Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”. Había allí un vaso lleno de vinagre; y atando a una rama de hisopo una esponja empapada en el vinagre, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: “Todo está consumado”. E inclinado la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19, 25-30).
Sexto dolor: Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su Madre
María acoge en sus brazos a Jesús muerto.
José de Arimatea, miembro ilustre del Sanedrín, pidió a Pilato el cuerpo muerto de Jesús para su sepultura. Éste al asegurarse por el centurión de que ya había muerto, entregó el cuerpo a José, «éste lo bajó y lo envolvió en la sábana, lo puso en un sepulcro que estaba excavado en la roca y rodó una piedra a la puerta del sepulcro (Mc 15, 42-46).
Séptimo dolor: dan sepultura al cuerpo de Jesús
José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por temor a los judíos, pidió a Pilato permiso para retirar el Cuerpo de Jesús. Pilato lo concedió. Llegó también Nicodemo –el que antes había ido a él de noche- trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron con lienzos y aromas, como acostumbran a sepultar los judíos. Había un huerto en el lugar donde fue crucificado, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que todavía nadie había sido sepultado. Como era la Preparación de los judíos, y por la proximidad del sepulcro, pusieron allí a Jesús (Jn 19, 38-42).