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Dudas y temores sobre el Concilio, en cambio resultó ser necesario

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El Papa emérito expresa las dudas y temores sobre el Concilio que en cambio resultó ser necesario en la Carta del Papa emérito al Presidente de la Universidad Franciscana de Steubenville, EE.UU.

Dudas, asombro y, sobre todo, el temor de que el Concilio «trastorne y sacuda» a la Iglesia desde sus cimientos. En cambio, el Vaticano II resultó ser no sólo «significativo», sino también «necesario». En uno de sus ya pocos discursos públicos, el Papa emérito Benedicto XVI se remonta 60 años atrás al anuncio de Juan XXIII que dejó atónitos a los cardenales reunidos en la Basílica de San Pablo Extramuros. Lo hizo en una carta en inglés dirigida al padre Dave Pivonka, presidente de la Universidad Franciscana de Steubenville, Ohio (EEUU), donde se celebró el X Simposio Internacional sobre la Eclesiología de Joseph Ratzinger. Una ocasión de «gran honor y alegría» para el Pontífice emérito que, desde el Monasterio Mater Ecclesiae donde reside desde su dimisión hace unos diez años, tomó papel y pluma y agradeció este acontecimiento que inserta «mi pensamiento y esfuerzo en la gran corriente en la que se movía». Es decir, el Concilio.

El anuncio del Concilio

«Cuando comencé a estudiar teología, en enero de 1946, nadie pensaba en un Concilio Ecuménico», comienza Benedicto en la carta, difundida íntegramente por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger y leída al inicio de los trabajos del Simposio por su presidente, el padre Federico Lombardi. «Cuando el Papa Juan XXIII lo anunció, para sorpresa de todos, hubo muchas dudas sobre si tendría sentido, es más, si sería posible, organizar las intuiciones y preguntas en el conjunto de una declaración conciliar y una declaración de otra persona y así dar a la Iglesia una dirección para su camino posterior. De hecho, un nuevo Concilio resultó ser no sólo significativo, sino necesario».

«Poder positivo»

«Por primera vez -escribe el Papa emérito- la cuestión de una teología de las religiones se había manifestado en su radicalidad. Lo mismo ocurre con la relación entre la fe y el mundo de la simple razón». Temas, ambos, que «nunca habían sido contemplados de esta manera»: esto explica, señala Ratzinger, «por qué el Concilio Vaticano II, al principio, amenazó con perturbar y sacudir a la Iglesia más que con darle una nueva claridad para su misión». Mientras tanto, añade en la carta, «se hizo evidente la necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia. De este modo, el poder positivo del Concilio también está emergiendo lentamente».

Una dimensión espiritual más amplia

En la carta, el Papa emérito también recuerda cómo su labor eclesiológica estuvo marcada por la «nueva situación» creada en la Iglesia de Alemania tras el final de la Primera Guerra Mundial. «Si hasta entonces la eclesiología había sido tratada esencialmente en términos institucionales, ahora se percibe con alegría la dimensión espiritual más amplia del concepto de Iglesia». Vuelven las palabras de Romano Guardini, autor de referencia para el Pontífice bávaro: «Se ha iniciado un proceso de inmensa importancia. La Iglesia se despierta en las almas”.

La doctrina agustiniana

Benedicto recuerda la evolución del concepto de «Cuerpo de Cristo», cristalizado en la encíclica Mystici Corporis de Pío XII. También menciona su disertación sobre el Pueblo y la Casa de Dios en la doctrina agustiniana de la Iglesia, que estudió en profundidad en el Congreso Agustiniano de París en 1954. A continuación, recuerda la disputa sobre el significado de la Civitas Dei que «parecía definitivamente resuelta» y la disertación de Heinrich Scholz, que había recibido la aprobación de la opinión pública «que asignaba a la Iglesia y a su fe un lugar hermoso, pero también inofensivo». «Quien se atreviera a destruir este hermoso consenso sólo podría ser considerado un obstinado», escribe. Y subraya en el texto que «el agustinismo medieval fue, en efecto, un error fatal, que hoy, afortunadamente, se ha superado definitivamente».

La correcta comprensión de la Iglesia y del mundo

«En el Vaticano II la cuestión de la Iglesia en el mundo se convirtió finalmente en el verdadero problema central», afirma el Papa emérito en las últimas líneas. De ahí la esperanza de que el Simposio de la Universidad de Steubenville pueda ser «útil en la lucha por una justa comprensión de la Iglesia y del mundo en nuestro tiempo». VATICAN NEWS

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