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Está muy bien, pero hace falta algo más, don Alberto

 

Estimado Sr. Feijóo:

Tras la lectura detenida, y “no fácil”, de su “Documento de Estado” dirigido al “gobierno” –perdón por la hipérbole– de media España –que sufrimos la otra mitad–, me permito hacerle, al respecto, algunas consideraciones.

Empiezo con mi felicitación por la rapidez y oportunidad de ese “PLAN DE MEDIDAS URGENTES Y EXTRAORDINARIAS EN DEFENSA DE LAS FAMILIAS Y LA ECONOMÍA DE ESPAÑA”, con esos dos adjetivos tan ajustados a la deteriorada situación por la que atraviesa nuestra querida Nación. También, porque, hasta la segunda línea, no se sabe que procede del Partido Popular, al no aparecer, ni en la portada ni en las 40 hojas impresas siguientes, otro distintivo que el Escudo de España, lo que justifica la calificación de “documento de Estado”, de mi primera línea. Pero a continuación le apunto que faltó una lectura más, antes de su envío y publicación, porque su redacción deja que desear, de ahí lo de “no fácil”, con párrafos algo farragosos, de interminable lectura sin pausas, en los que no es difícil perderse, obligando a volver atrás no pocas veces. Sobre todo teniendo en cuenta el nivel de buena parte de los principales destinatarios, que vienen dando muestras de no ser precisamente “los primeros de la clase”, a los que les hubiera venido bien menos extensión y más claridad.

Dicho lo anterior, no me queda sino suscribir lo que en la página 1, previo a la Introducción y  Contexto Económico sobre el que los fundamenta, deja perfectamente claros como objetivos de su propuesta, que transcribo literalmente entrecomillado y en letra cursiva:

“Ante la actual situación económica de España y conscientes de nuestra responsabilidad como alternativa de Gobierno, el Partido Popular –en colaboración con diferentes agentes de la sociedad civil que han colaborado en la elaboración de este texto- presenta en el siguiente documento diferentes propuestas en materia económica. Todas ellas son realistas y pueden acometerse de forma inmediata para conseguir cuatro objetivos prioritarios:

– Racionalización del gasto burocrático del Gobierno.

– Bajada de impuestos selectiva e inmediata.

– Rediseño de los fondos europeos para hacerlos más útiles.

– Y reformas estructurales a medio plazo para incentivar la actividad económica.”

Las dos palabras subrayadas son ejemplo de lo que le decía de esa última lectura que faltó para depurar la forma de un fondo totalmente ajustado, oportuno y necesario de poner en práctica.

Sería imposible en un artículo entrar en los pormenores de la propuesta que, como era previsible, sus destinatarios no iban a aceptar ni, posiblemente, se hayan molestado en leer con la debida atención. La prueba es que no difieren mucho sus comentarios previos a la recepción del documento de los efectuados tras la “supuesta” lectura. Mi “Marisú” Montero, su jefe Pinocho Falconeti y la que parecía tener mejor cabeza y prestigio económicos, Nadia Calviño, son así y no iban a sorprendernos a estas alturas. Y, mucho menos, a defraudar a los socios que los sujetan, “con alfileres”, en el poder y en el Falcon. Ellos prefieren seguir con su rollo de la “isla energética” que iba a ser la Península Ibérica en la lucha contra los precios de la energía. Ahora, Pedro I el Mentiroso y Ninguneado en Europa, quiere vendernos que ha conseguido que Bruselas lo autorice a poner un tope en el precio del gas, eso sí, bastante superior al que pretendía, 50 €/MW frente a los 30 pretendidos. Pero parece que la concesión tiene trampa y unos pocos serán los beneficiados y muchos los paganos. Veremos.

O lo que acaba de perpetrar su súbdita y tercera en el protocolo del Estado, Meritxell Batet, para contentar a sus socios anticontitucionalistas, ERC y BILDU, golpistas unos y brazo político de la banda terrorista ETA los otros. Ahora es ella la que coloca a representantes de ambos partidos en la Comisión de Secretos Oficiales. Esa en la que, el que sí saldrá “más fuerte” de esta debacle, colocó bajo cuerda en uno de sus decretos ley al que no lo dejaría “dormir por las noches”. Y, por la noche, la junta de portavoces, que controlan, aprobó la cacicada –resolución lo llama ella– de la presidencia del Congreso de rebajar la mayoría de 3/5 –210 diputados– exigida, rebajándola a la mayoría absoluta de 176 votos, los que suma el contubernio legislativo que está destrozando España.

Por eso, Sr. Núñez Feijóo, le apuntaba en el título que “hace falta algo más” que su propuesta económica y fiscal para revertir esta penosa situación. No haga bueno el conocido refrán español de “No hay 2 sin 3” y no sea el tercero en caer en lo que es causa, si no única –que tal vez–, sí fundamental, de lo que nos ha traído hasta aquí. Por supuesto que son muy importantes tanto la Economía como las relaciones exteriores, esta última, en particular, en un mundo global que cada día pone más en cuestión el globalismo, teledirigido por cierto. Pero no son los únicos campos de actuación desde un verdadero sentido de Estado. Así lo hicieron sus dos antecesores populares y dos veces se superó la crisis económica heredada –la segunda no del todo– y se enderezó la decadente trayectoria internacional de España en Europa y en el mundo. Pero ninguno entró en la batalla sociocultural, que sólo puede darse desde una verdadera reforma educativa, en la que el rigor en la evaluación sea el refrendo del esfuerzo y el mérito que debe presidir el desempeño en ese campo, cuyo objetivo debe ser la excelencia y no la masa borreguil con títulos universitarios baratos, en su mayoría de colgar y tirar. Cierto que el cambio del gobierno de José Mª Aznar no se debió sólo a la ausencia de batalla en ese campo, sino propiciado por el golpe de Estado que supuso el mayor atentado terrorista de la Historia, con la masacre de 2004 en Atocha y cercanías. Pero no lo es menos que la llegada “por la estación” de José Luis Rodríguez Zapatero, le permitió, fácilmente, recoger el testigo que le había dejado su antecesor socialista, Felipe González, para continuar el camino de degradación sociocultural –corrupción incluida– iniciado por el sevillano “clan de la tortilla”.

No creo que haga falta recordarle, pero lo hago, no obstante, que no se puede decir lo mismo del último presidente del gobierno de su partido, Mariano Rajoy. Su llegada en 2011, más por deméritos del anterior que por mérito suyo, como suele ser habitual en esta España “democrática” actual, vino precedida por el conocido como Movimiento 15-M, a lo que no le prestó mucha atención, parece, y que era ya la célula de los populismos que llegaron después por la izquierda y hoy campan a sus anchas en uno y otro extremo. También se centró en lo económico y lo internacional, importantísimo como decía, pero desatendió la educación y la fractura en dos Españas que había reproducido el hoy director comercial del comunista bolivariano Nicolás Maduro. El intento descafeinado y falto de rigor de la llamada Ley Wert, no puede tomarse sino como una gota de agua en el océano de las políticas “educativas” sectarias de la izquierda.

Recordará también, con total seguridad, que la penosa gestión de Zapatero y la breve etapa de su sucesor en el PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, había abierto una seria crisis en el partido, que se transformó en una clara mayoría absoluta del PP, que muy pronto comenzaría a dilapidar. Cierto que la inercia del 20 N de 2011, propició la amarga victoria del PP en las elecciones andaluzas del 25 M de 2012, con Javier Arenas a la cabeza, que la pinza de izquierdas le privó de consumar. A partir de ahí empezaron a verse algunas costuras respecto a lo que se esperaba, aunque es justo reconocer que parece que se evitó la intervención de España y la llegada de los “hombres de negro” de Bruselas, eso sí, con una política impositiva y fiscal que dejaba pequeños los objetivos del partido comunista. Lo cierto es que, la crisis del PSOE que alimentó el populismo de izquierdas tras el citado Movimiento 15-M, se vio complementada con el incumplimiento de muchas de sus promesas electorales por parte del PP, y propició el nacimiento de una alternativa por la derecha, VOX, en Enero de 2014, entonces lejana, o al menos eso creímos muchos hasta entonces votantes del PP, a la deriva populista actual de su cúpula y, en mi opinión, al menos de 1/3 de su electorado. Precisamente, creyendo que el verdadero objetivo de VOX era la recuperación del PP perdido, participé en su creación y primera y breve etapa, poco más de cuatro meses hasta que se produjo el cisma, al día siguiente de las elecciones europeas del 25 de Mayo del citado 2014. Entonces llegó la decepción que nos produjeron dos personas, una, intelectual y culturalmente brillante, y otra, mediocre en los dos campos, y, además, sin principios ni escrúpulos, ya patente entonces, pero que confirmó en 2018, tras la moción de censura de Pedro Sánchez. Los tozudos hechos que vivimos durante aquel verano, sin explicaciones que justificaran otra cosa, nos llevaron a asumir dos casi certezas: uno sólo buscaba conservar el goloso escaño europeo, en el que se disfrutan no pocas prebendas, con escasas responsabilidades, aparte de convertirse en “oficina de empleo” para familiares y próximos, a los que hacer, o pagar, algún favor. Otro, vengarse del partido que lo dejó sin chiringuitos bien remunerados desde los que pagarse los lujos para los que el casi desaparecido partido no daba. Aunque según el autor del libro “VOX, S. A. El negocio del patriotismo español”  parece que sí que ayudó a pasar la travesía del desierto al que se prestó al juego de Sánchez, que antes comentaba. Pero este tema no es objeto principal hoy, y mucho hay publicado al respecto por algunos de los que vivimos aquella etapa.

Termino diciendo que tras esos desencantos, con uno y otro partido, la mayoría de los que habíamos creído en la alternativa salimos de VOX y algunos hemos seguido votando, como mal menor, al PP. Yo lo hice en el monumental batacazo que se dio Rajoy en Diciembre de 2015, cuando perdió 3’5 millones de votos y 43 escaños, y lo volví a hacer, de nuevo con la nariz tapada, cuando en Junio de 2016 recuperó 670.000 y 14, respectivamente. Seguramente, el ascenso del PP hubiera continuado de haberse atrevido Rajoy a una tercera llamada a las urnas, teniendo en cuenta que el PSOE había echado a su secretario general, desgraciadamente sólo de la ejecutiva, no del partido. En las dos elecciones citadas de 2015 y 2016, VOX podría haber resurgido, de haber sido algo e inspirar la más mínima credibilidad su líder, pero se quedó en un ridículo 0’23% y 0’19% del electorado, respectivamente, lo que refuerza mi tesis de la relación directa que existe entre la llegada de Sánchez al gobierno y el fulgurante ascenso del partido de Santiago Abascal que, conviene recordarlo, no se prestó por el contrario –como Albert Rivera– al ESPAÑA SUMA que le propuso Pablo Casado en Abril y Noviembre de 2019, y que, posiblemente, hubiera dado otro resultado electoral.

Por eso, no nos vuelva a defraudar, Sr. Núñez Feijóo, por el bien de esa España que tanto lo necesita y que los de mi generación, la anterior y alguna más –tal vez la suya incluida–, recibimos de otro gallego que dejó a España como octava potencia mundial industrial y reconocida por todos.

Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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