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¿Fiesta de San Francisco de Javier o fiesta del eusquera?

Ante la festividad de San Francisco de Javier, copatrono de Navarra con San Fermín desde que así lo dispusiera el pontífice Alejandro VII en 1687 – frente al actual Gobierno foral, que quiere imponernos la fiesta del euskera-, cabe partir de raíces más transcendentes y profundas y considerar, lejos de localismos partidistas conyunturales, que la fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925 (año y no por casualidad de la promulgación de la encíclica Quas Primas, sobre la fiesta de Cristo Rey) el Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey. Posteriormente se movió la fecha de la celebración pasando a cerrar el año litúrgico con lo que se resalta la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio.

Al ser el final del año litúrgico y preceder al primer domingo de Adviento, se manifiesta que el Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico dado que, al proclamar a Cristo como Rey de todo el universo, se proclama que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra con su Encarnación hace unos dos mil años.

Pero, aunque Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía, con la  contigüidad del adviento, como preparación a la Navidad, nos hace pensar en el Niño Dios que puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos. Así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.

De alguna manera, la voz de origen griego ΚΥΡΙΟΣ [Kyrios], que significa ‘Señor’, se usa tanto en acepción profana como en acepción religiosa, refiriéndose, en este caso a los dioses. Así, confesar a Jesús como “Kyrios” significaba descubrirle revestido de una nueva naturaleza y situarse ante Jesús de Nazaret desde otra perspectiva. Como enseña San Pablo, “Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvado” (Rom. X, 9).

Parece que , últimamente, sólo se habla de Navarra para que los navarros nos avergoncemos de serlo: es el caso de la corrupción en el Osasuna, la constante persecución a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz impidiendo su derecho a la libertad de culto, el acoso contra la Guardia Civil en Alsasua y otras localidades, las declaraciones de Otegui y el referéndum que pide Bildu en Navarra, la «ley Celaá» aderezada con la imposición del «Skolae».

Dejando al margen cuestiones teológicas y religiosas y centrándonos en la ciencia filológica, sin negar es sustrato de los diferentes dialectos vascos en Navarra, no es casualidad que nuestro santo escribiera Francisco de Xavier. El fonema velar fricativo sordo (correspondiente desde el S. XVIII a la grafía “j” y el grafema [v] , que no existe en los diferentes dialectos vascuences, deberían indicar algo. El lugar de Xavier, está al lado de Lumbier, Sangüesa o Domeño (comarca de Romanzado). Es decir, en una zona de Navarra donde muy tempranamente se impuso el dialecto latino que daría lugar a lo que Sancho VII el Fuerte denominaba la “lingua navarrorum”, frente a lo que nos quieran hacer creer quienes asimilan la “lingua navarrorum” a los dialectos eúscaros. En la misma zona vemos que Lumbier [lugar nuevo] diptonga la e breve latina [ĕ] en “ie”, lo que no ocurre en Lecumberri, que tiene la misma etimología. Domeño y Romanzado hablan por sí solos y no es necesaria su explicación. Por otro lado, Sangüesa puede tener su étimo más fiable en el latín “Sanctorum Ossa”, es decir huesos de santos ¿Posible cementerio? ¿Alusión a reliquias? Son cosas que estarían por determinar. Los hechos determinados y comprobables son que en el dialecto roncalés se utiliza la forma “Zankoza, igual que encontramos en el nombre romance Sangüesa, ya que la forma normal sería Sancuesa ( forma está también documentada y que muestra la mezcla de la conservación de nk con el diptongo  y su posterior asimilación consonántica podría deberse a diversas razones. Existen diversos ejemplos similares documentados en el dialecto aragonés. Así, en los documentos antiguos,podemos ver el nombre escrito de las siguientes formas: Sancosa (S.  XI), Sangosa (1055), Sancuesa (1056) y Sangüesa (1020). Es decir, cabe concluir, sin ser ningún Menéndez Pidal que se produce la temprana diptongación en “ue” de la o breve [ŏ] latina. Parece innecesario hablar de la [x] que la propia Real Academia reconoce como arcaísmos en México o Texas. Con este criterio, por la “x”, nuestro copatrono sería tan vasco como el indio Juan Diego o David Stern Crockett.

Por todo esto y más razones que prefiero preterir para no convertir un artículo en un ensayo de lingüística histórica, con criterios más serios que los que mueven a unir a Xavier con el día del eusquera, conviene recordar que toda esta parte de navarra fue inicialmente adscrita a la zona no vascófona por la Ley Foral 18/1986, aunque más por aritmética política que por razones científicas, en junio de 2017 las Cortes de Navarra aprobaran incluir  Sangüesa en la Zona mixta de Navarra mediante la Ley foral 9/2017. Es decir, en una zona mixta, un nombre como el de Xavier, que diptonga la [ĕ] en “ie”, considerarlo día del eusquera sólo implica o una mendacidad y mala fe descomunales o una ignorancia monumental. Eso sin hablar de su actividad como misionero. Un estudiante de La Sorbona, enviado a evangelizar medio mundo, sería poco lógico, por no decir aberrantemente disparatado, pensar que lo hizo en dialectos vascongados. Soñar es gratis, señora Chivite y compañía, pero la mendacidad y la contumacia para mediatizar la Historia o las personas son inmorales fuere como fuere que se utilizaren.

Por eso, estos días son buenos para reivindicar a la tradicional y verdadera Navarra. Pasada la fiesta de Cristo Rey, el 29 de noviembre coincidiendo el primer domingo de Adviento con San Saturnino, día en que la ciudad de Pamplona celebra, este año con las limitaciones que imponen las circunstancias, a su patrón, San Saturnino te Tolouse, el 3 de diciembre, Navarra entera goza celebrando al navarro más universal: San Francisco de Javier, Santo Navarro y patrón de las misiones -canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con otros españoles como San Ignacio de LoyolaSanta Teresa de Jesús y San Isidro Labrador– desde el convencimiento de que la fe es para vivirla y compartirla, como han hecho Javier y tantos navarros, a lo largo de los siglos.

Vivamos agradecidos por el don de la Fe que se nos ha dado y el ejemplo de san Francisco Javier, al llevar a todos los hombres y mujeres de la tierra el amor de Dios que hemos conocido en Jesucristo, sea como Cristo Rey del universo, sea como el Niño cuya Natividad vamos a celebrar en pocas semanas, porque en la persona de Jesús se revela el misterio de amor de Dios Padre por la entera familia humana.

Es como si estos días compendiaran el misterio cristológico de la Alfa a la Omega. Y la Fe en la segunda Persona trinitaria debe traducirse en obras. Recuérdese el Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas que se leían en el Evangelio de hace un mes, o las palabras de San Pablo: “Aunque hablara las lenguas más arcanas y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor 13,1-3).

De nada nos serviría hablar de Jesucristo si no le dejamos espacio en nuestro interior y en medio de nosotros. La enseñanza de la Iglesia, a través de los siglos, habla de cuatro Sagrarios: La conciencia (donde Dios habita y habla), la comunidad (donde él está presente), la Eucaristía (presencia sacramental por excelencia de Jesucristo) y los pobres (donde él se hace presente místicamente: “tuve hambre y me diste de comer”).

Desde esta experiencia se ha de evangelizar e ir a aquellos que aún no conocen esta gran riqueza: la persona de Jesucristo y el gran regalo de su Vida. Nuestro corazón ha de ser universal, abierto al mundo. Con el ejemplo javierano se ha de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo.

Mirando al Copatrono de Navarra, recordemos que este estilo de vida lo vivió San Francisco Javier y así lo deseamos para nosotros en nuestra Iglesia de Navarra. No pensemos sólo en Navarra, sino en el mundo entero, porque nuestra misión no acaba en nuestra Diócesis. Nos lo recuerdan nuestros misioneros. Tengamos un recuerdo especial por los misioneros que están trabajando en los lugares más recónditos de la tierra. De modo especial los recordaremos el día 3 de diciembre, fiesta de San Francisco Javier, el más universal de los navarros, a quien, en estos difíciles tiempos del coronavirus, suplicamos su intercesión ante el Padre, más necesaria que las zarandajas dialectales de los separatistas.

Otro Francisco y jesuita, el Siervo de los Siervos de Dios, en su discurso pronunciado el 25 de noviembre de 2014 en Estrasburgo ante el Parlamento Europeo, proclamaba: “Queridos Eurodiputados, ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira y defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad”.

Si, con el ejemplo de Javier, no supiéramos nosotros hacernos eco y portavoces de este mensaje, y más en estos tiempos de crisis no sólo económica, cobrarían triste autenticidad las palabras de Donoso Cortés: “Al compás mismo con que se disminuye la fe, se disminuyen las verdades en el mundo; y la sociedad que vuelve la espalda a Dios, ve ennegrecerse de súbito con aterradora oscuridad todos sus horizontes”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago, En torno a las “calabazas”

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