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Un grupo de alumnos de la Facultad de Medicina participaron recientemente en un curso de formación médica para estudiantes en La Habana (Cuba), becados por la Sociedad Americana de Fisiología a través de los International Opportunity Program Awards
Los navarros Alberto Pezonaga, Paula Doménch y Rita Troyas y el madrileño Pedro Montero obtuvieron además una ayuda de la Fundación MTorres, que les permitió costearse el viaje y alojamiento.
El curso de formación se enmarcó en la VIII edición de la Becas Quincke, organizadas por el doctor Alberto Dorta, del Laboratorio Central de Líquido Cefalorraquídeo de la Facultad de Ciencias Médicas Miguel Enríquez. En este curso también participó como ponente Alfonso Calvo, doctor y profesor de la Facultad e investigador del Cima Universidad de Navarra, que acompañó a los alumnos.
La finalidad de este curso residía en acercar a los estudiantes de Medicina a la investigación básica y formarlos en su metodología, fomentar la interacción entre estudiantes cubanos y extranjeros, y acercar a los futuros profesionales a la práctica médica en condiciones en las que a veces no se puede contar con las últimas novedades tecnológicas. Para ello los alumnos participaron en una serie de conferencias impartidas por diversos profesionales del campo biosanitario y alguno de los estudiantes asistentes, así como sesiones prácticas de laboratorio. “Pudimos conocer de primera mano cómo se ejerce la medicina en los hospitales de Cuba. Fue una gran oportunidad, dada la fama internacional que posee este país en educación médica”, afirma Alberto Pezonaga.
Además, el grupo de la Universidad aprovechó su estancia en la isla para realizar voluntariado en el centro de día para ancianos de la Iglesia de La Milagrosa, fundado por Jesús María Lusarreta Induráin, sacerdote y misionero paúl, natural de Lumbier (Navarra). “Fue un privilegio y todo un placer compartir con ellos conversaciones e intensas partidas de dominó; su día a día, pasarles consulta y explorarles; y ayudar en cuanto fuera necesario. Entendimos por qué Lusarreta se quedó y por qué luchó por ellos literalmente hasta su último aliento. Su recuerdo imborrable y su obra permanecen: se respira amor, sudor y también lágrimas. Les protege y nos inspira”, explica Pezonaga.
Para Rita Troyas, la experiencia de voluntariado les hizo redescubrir que hasta los ancianos olvidados del pueblo cubano llevan la alegría dentro de su ser: “Esta gran virtud se nos contagió rápidamente reforzando nuestros lazos de amistad y convivencia, haciéndonos sentir como nietos entre felices abuelos. ¡Como si fuéramos una familia, vamos! En cierto modo, se podría decir que en Cuba todo lo viejo consigue mantener su vida o su valor: los ancianos bailan, los coches restaurados de los 50 siguen andando relucientes y a las casas que languidecen resucitan con un toque de color”.