La ministra de Hacienda, María Jesús Montero (i), es felicitada Pedro Sánchez tras la intervención sobre los PGE rechazados. EFE
El nacionalismo, esta vez el catalán, al igual que pasó con Rajoy, ha vuelto a hacer de las suyas. Ahora impidiendo que otro gobierno de España, el de Sánchez, no consiga sus propósitos, en este caso, la aprobación de los Presupuestos Generales y pueda abocarle a unas elecciones. Unas elecciones que, por otra parte, ya deberían haberse celebrado desde que, en junio de 2018, Sánchez se comprometiera a ello en su moción de censura, apoyada por la izquierda e independentistas.
Que unos pocos influyan sobre unos muchos, es algo que no debería permitirse. Mientras ello ocurra se estarán conculcando los derechos de una amplia mayoría de españoles. Nunca unos pocos influyeron a tantos tanto.
Se abre a partir de ahora un panorama político complicado. Muchos procesos electorales en pocos meses, y uno el que decida al próximo presidente del Gobierno, si Sánchez, finalmente, convoca las elecciones.
Una legislatura, la de Pedro Sánchez, donde apenas se ha visto una acción de gobierno eficaz, dada la minoría del gobierno, y donde el sectarismo y un cierto espíritu de revancha han sido los directores de la política.
Una legislatura que será pronto olvidada.
