La exhumación de los restos mortales del General Franco del Valle de los Caídos, además, de claramente ser una decisión presuntamente arbitraria, se está convirtiendo en el “cuento de nunca acabar”.
Desde que el Gobierno de Pedro Sánchez anunció que iba a proceder a la exhumación, han pasado ya varios meses y se está como al principio. Una cosa es el deseo y otra la realidad.
Son tales las dificultades que la Ley -como es lógico- pone a quien quiere exhumar un resto mortal, que el gobierno se las está viendo para conseguir lo que tanto anhela, la desaparición de Francisco Franco del Valle de los Caídos.
Si a ello se añade que la familia Franco -y tantos españoles no movilizados- se opone a tal hecho, el problema se hace cada vez mayor,
Las leyes de este país determinan claramente que son los familiares del finado, quienes tienen que autorizar un posible traslado de restos mortales. El Gobierno, aludiendo a la Ley de Memoria Histórica, quiere “saltarse a la torera” la opinión de la familia, la ley.
Ésta ha reaccionado y ha puesto en manos de la judicatura este tema y la posible prevaricación de quienes están saltándose el procedimiento con el único fin de sacar a Franco del lugar que ocupan sus restos mortales.
El Gobierno ha pretendido dar un golpe de efecto a sus votantes y no lo está consiguiendo. Tanto “marear la perdiz” y se está consiguiendo el efecto contrario. El General Franco vuelve a ser recordado, tanto por quienes lo apoyaban como por quienes lo rechazaban y los jóvenes lo están conociendo.
Hace ya más de 40 años de su muerte y hace más de 80 de la última guerra que lo encumbró.
¿No sería mejor dejar a los muertos en Paz?