Cada vez que llega una nueva EVAU, antes llamada Selectividad, se comprueba cómo el traspaso que, en su día, hizo el Gobierno de este país a las Comunidades Autónomas, el educativo, es un auténtico desastre.
17 exámenes distintos, diferentes, tantos como Comunidades Autónomas. Unos difíciles, otros medianos y algunos fáciles, muy fáciles, que crean una diferencia abismal entre los estudiantes y que incumplen, por ello, la igualdad de oportunidades.
Por no hablar, también, de las lenguas cooficiales existentes en este país y que en el sector educativo tanto daño están haciendo, al impedir que aquellos que quieran estudiar en el idioma común y vehicular del país en el que viven, en este caso el español, no puedan hacerlo por las imposiciones de los nacionalismos.
No extraña que muchos sectores, muchos partidos políticos, pidan la devolución de las transferencias al Gobierno de este país, aunque, seguramente, bastaría con un gran pacto educativo que eliminara las reformas educativas cada cuatro años o cada Gobierno y limitara el poder de los nacionalismos en la educación. Pero, claro, eso es “harina de otro costal”.