El debate en torno a la Inteligencia Artificial (IA) “se enfoca mucho en el momento en que las máquinas sobrepasen a los humanos”, si bien debería estar centrado “en devolver los datos a los usuarios” ya que, según el tecnólogo Pablo Rodríguez, por ahora la IA se encuentra, “probablemente, al nivel de un ratón”.
El usuario está siendo “el foco” de la regulación en materia de IA en Europa, algo que, según ha indicado Rodríguez, se ha visto reflejado en el espíritu del reciente Reglamento General de Protección de Datos.
No obstante, el experto en tecnologías de Internet insiste en que esto no se vea como un problema para innovar, sino una garantía para poder hacerlo de una manera “sostenible”.
“Muchas veces nos preocupamos de que los ordenadores vayan a tener conciencia pero no nos preocupamos de perderla nosotros”, ha advertido el experto y además cofundador del Data Transparency Lab (DTL), plataforma dedicada al desarrollo de software en favor de la transparencia.
Redefinir el valor del trabajo
El experto en tecnologías de Internet ha asegurado que esta tecnología se implantará poco a poco en los trabajos para eliminar “determinadas tareas” pero sin llegar a solapar aquellas profesiones relativas a la empatía, el liderazgo, la creatividad o las relaciones humanas.
“Hay cosas que la Inteligencia Artificial sabe hacer muy bien, y otras para las que seguimos siendo mejores los humanos, como cuando el destinatario es otra persona”, ha explicado.
Nueva revolución
Si bien esta tecnología “está ya presente” en herramientas “como los buscadores inteligentes, las aplicaciones de navegación geográfica o los ‘bots’”, su mayor desarrollo supondrá una revolución “equivalente a la llegada de la electricidad”.
Las causas a las que Rodríguez ha atribuido esta nueva dinámica son la aceleración en la capacidad de computación y el acceso a una cantidad cada vez mayor de datos que está permitiendo el desarrollo de patrones de algoritmos más complejos: cada vez “se pueden hacer más cosas antes consideradas imposibles”, ya que las máquinas “logran reconocer patrones que se escapan” a la capacidad humana.
En el ámbito de la psicología, por ejemplo, el libro relata aplicaciones de IA que han permitido a individuos registrar sus actividades cotidianas para detectar posibles “hábitos debilitantes, correlaciones negativas o malas influencias” en su conducta, una práctica que, como indica el autor, coincide con una de las prescripciones terapéuticas más comunes: la observación. EFE