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EDITORIAL: Desastre educativo en España

El prestigio de toda universidad, que se precie, viene marcado no sólo por la cantidad de titulados que tiene, sino también por el funcionamiento de sus instalaciones, empleados y profesores, entre otras cosas.

En la Universidad Juan Carlos I no parece que funcionen las cosas como en «el común de los mortales»: uno puede, según parece, obtener notas elevadas, notables, por ejemplo, sin acudir a clase o sin siquiera acudir a los exámenes.

Vamos, como que es posible obtener un máster a la carta, donde uno puede hablar con sus profesores, exponerles su caso y, si resulta convincente, pues ¡hala!, título en el bolsillo.

Es de imaginar que universidades como estas no habrá en muchos sitios, porque sino, todos, tendrían su titulo, bastaría solo con hablar con sus profesores.

El caso Cifuentes golpea a la credibilidad de las universidades españolas. Tanto si los datos fueron aportados antes o después de la publicación del Máster falso.

No se sabe si Cifuentes, al final, se » ira de rositas», pero el prestigio universitario habrá quedado por los suelos.

Para rematar a la Educación en este país, el Gobierno no se atreve y permite que se siga sin poder estudiar en español en Cataluña. Vaya dos puñaladas al sistema educativo: el prestigio universitario por los suelos, con su presidente de Madrid de protagonista, y la imposibilidad de aprender en el idioma común y vehícular de todos los españoles y de España.

Así nos va y así le va al Gobierno.

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1 Comentario

  1. Antonio De la Torre Luque

    Me temo que estas dos circunstancias no son más que dos anécdotas del podrido sistema educativo español en el que desde hace cuarenta años se impuso la cantidad a la calidad y se prefirió crear una universidad en cada esquina y cientos de carreras sin salida para que cualquiera con el mínimo esfuerzo intelectual y económico tuviera un título que colgar en la pared.
    Desgraciadamente, esa política ha llevado a la Universidad española, salvo raras excepciones en la pública y no muchas más entre las privadas, a convertirse en una expendeduría de parados o subempleados porque el mercado no necesita a la mayor parte de lo que sale de esas aulas.
    De la aberración de no poder estudiar en Español en algunas regiones de España habría para escribir más de un artículo.
    La situación de la educación, en todas sus facetas y niveles, es para mí la principal causa que subyace en no pocos de los problemas que afectan a nuestra querida España.

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