Elvira Martínez Chacón
Sra. Directora:
¿Será verdad que hay que ser grosero o vulgar o zafio si se pretende triunfar en el ámbito de la política?
La pregunta se expresa aproximadamente en esos términos en un artículo reciente de la Fundación Robert Schuman en Questions d’Europe. Me ha parecido que refleja lo que muchos nos planteamos ante el comportamiento de algunos políticos, por poner un ejemplo reciente en el acto de inicio de la legislatura.
Aunque por desgracia, no es el primero ni la grosería o el insulto son exclusivos de la política española; ha sido la pauta en las últimas elecciones de los Estados Unidos o en alguno de los debates británicos sobre el brexit. Lo peculiar entre nosotros es el odio con que se ataca al que piensa de forma diferente.
Esas conductas manifiestan un desprecio a las instituciones y el intento de desprestigiarlas, aunque el desprestigio recae muy especialmente sobre los propios protagonistas y sobre quienes les han elegido, que quizá reaccionen si no se sienten identificados por la grosería, la zafiedad y la falta de educación mínima que muestran los que insultan de palabra o con la imagen.
Si hoy abundo en este punto, que la prensa trata de forma adecuada, es porque estos señores cobran su sueldo gracias a los impuestos de todos. Y, al menos, deberían ser respetuosos con los demás. Defiendan sus ideas (las que tengan) en las instituciones y de la forma adecuada, pero defiéndanlas racionalmente, con ideas, con propuestas, en resumen, con el trabajo que se supone que tienen que realizar, Y lleguen a las instituciones con las normas básicas de comportamiento aprendidas.
Elvira Martínez Chacón, Profesora Emérita de la Universidad de Navarra, área de Economía y colaboradora de este periódico.
