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OPINION: Gabilondo y el 11-M (III)-La célula hermética

OPINION: Gabilondo y el 11-M (III)-La célula hermética

Después del parón veraniego, volvemos de nuevo a la carga.

En el artículo anterior, a mi entender uno de los más importantes para acercarse a las claves ocultas del 11-M (lo puedes leer aquí), incorporé el audio donde se puede escuchar la extraña perorata que Gabilondo pronunció en la terrible mañana del día 11, a la que llamé la Gran Soflama. Como ya indicamos, Gabilondo está más que presumiblemente leyendo un texto, en algunos momentos con gran énfasis, con esa carga amenazante que solo una persona acostumbrada a “crear tensión”, como él, es capaz de anunciar…

El objetivo, la diana, estaba claro: el Gobierno del PP y sobre todo José María Aznar. ¿Pero quién estaba en la trastienda de ese texto fundamental para el devenir de los acontecimientos que configuraron la realidad virtual y procesal del 11-M? Aun siendo una ardua tarea, en la que es difícil vadear el terreno de la conjetura, intentaremos rastrear las pistas que nos puedan aproximar a ese arcano inextricable.

Para ello partiremos de una evidencia en sí misma. Nada de lo que dice un periodista relacionado con el terrorismo es ajeno a sus “fuentes de la lucha antiterrorista”, a sus contactos en el seno de las fuerzas de seguridad y de inteligencia. Los medios de comunicación son cántaros en los que las “fuentes” vierten sus contenidos: informaciones, globos sondas, scoops, desinformaciones o lo que sea. Tampoco deja de ser una evidencia que no necesita demostración las parcialidades que anidan en el seno de las fuerzas de seguridad, bien sean políticas o de cualquier otra índole, secta u organización, a veces tributarias de varias de ellas, como el famoso caso del nº 3 policial en esas fechas, Gabriel Fuentes, afín al PSOE y miembro del Opus Dei.

Pues bien, si volvemos al texto de Gabilondo nos encontramos que no se facilita ningún dato ni indicio sobre los atentados que permitan formular ninguna hipótesis al respecto. Nada. Y sin embargo, se da como segura la autoría etarra. Es un hecho de lo más singular y, como ya hemos sugerido en el artículo anterior, esto sólo es entendible si quien pergeñó ese texto conocía perfectamente la naturaleza de los atentados, independientemente de que estos hubieran sido realizados por la banda o por alguien que se hiciera pasar por ella, o cualquier otra combinación con este binomio.

Pero en vez de datos, lo que contiene el texto es una serie de referencias al pasado – aparentemente abstrusas- y líneas de acción para el futuro que el locutor está impeliendo a seguir. Digo abstrusas, porque el envoltorio enigmático en que están contenidas tienen la clara intencionalidad de pasar desapercibidas para todo aquel para quien no van destinados los mensajes, que no es otro que el Gobierno del PP. Todo ello exhala un tufillo inconfundible para quien ha leído informes u otro material clasificado -o en nuestro caso desclasificado- emanado de las covachuelas de ese mundo que conocemos como “inteligencia”.

Esto nos lleva inevitablemente a otro de los textos más enigmáticos que circularon el día 11, probablemente el más fundamental para el devenir del 11-M, asunto que traté a fondo en el capítulo XII de Las Cloacas del 11-M. Me refiero a la Nota que el CNI mandó al Gobierno a las 15:51 del mismo día 11 sobre la autoría de los atentados, desclasificada por el gabinete en funciones de Aznar el 20 de Marzo (la puedes leer aquí).

 

Ignacio López Brú, autor del libro Las cloacas del 11-M

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Texto

A los efectos que ahora nos ocupa, queremos destacar que la Nota presenta una serie de similitudes y coincidencias con el contenido de la Soflama de lo más revelador. Para empezar la apuesta inequívoca por la autoría etarra: «Se considera casi seguro que la organización terrorista ETA es la autora de estos atentados». Y esta apuesta se hace, al igual que en el caso de Gabilondo, sin datos fehacientes que lo avalen: «… a la espera de que la investigación policial extraiga datos concretos y concluyentes».

Otro de los aspectos coincidentes es el destinatario de las misivas. En el caso de la Nota, su carácter “clasificado” no necesita más explicaciones. En el de la Soflama, no reincidimos en lo ya expuesto en el anterior artículo que demuestra que todos sus mensajes y propuestas iban destinados al Gobierno –en concreto a la cúpula de Interior- y, por encima de todo, a José María Aznar.

Los paralelismos no se quedan ahí. Si se cotejan ambos textos se puede percibir una extraña complementariedad, como un mismo propósito perseguido por vías distintas. En la Nota, el CNI, aunque todavía no se sabe quién ha sido, demuestra un conocimiento sobre las intenciones últimas de la banda que cualquiera diría que la encarnara. No vamos a negar a estas alturas, como no lo hemos hecho, que la banda terrorista ETA estaba, y está, absolutamente infiltrada por las Fuerzas de Seguridad. Esa infiltración total, y la extraña manera con la que se le ha mantenido con vida -diríase que practicándole la respiración artificial: con sucesivas decapitaciones de las cúpulas y aparatos logísticos a los que sin solución de continuidad se les reponía al día siguiente-, legitimaban manifestaciones como las que hizo premonitoriamente Julio Anguita el 28 de Febrero de 2004, en vísperas del “operativo” de la Caravana de Cañaveras: «Yo, la verdad, cada día estoy más seguro que la ETA actual está teledirigida por las cloacas del Estado», o las que realizó en 2009 en el programa Sin Complejos de Luis del Pino: «Los servicios secretos,determinados poderes, han podido «ralentizar» su final… Eso lo dije, es una sospecha que tengo, y no me viene de una noche de lucha llena. Tengo personas que me han informado hace años, pero antes del 2004». Pues bien, con estos antecedentes, nos encontramos que el CNI en el apartado 6º de la Nota, el más importante de todos, le da al Gobierno una explicación sorprendente de los motivos y objetivos por los que ETA ha decidido llevar a cabo el magnicidio:

“La precaria situación de ETA y su entramado de apoyo puede explicar que hayan optado por un atentado de esta magnitud. Ni las próximas y multitudinarias manifestaciones de repulsa, ni la difícil situación en que coloca a sus organizaciones afines son un impedimento para que la dirección etarra haya decidido materializar esta acción criminal, persuadida de que pasado poco tiempo serán mayoritarias las voces a favor de una solución dialogada del «conflicto vasco», de modo que puedan conseguir algunas de sus reivindicaciones tradicionales”.

Como todo lo que emana del CNI, es necesario hacer una hermenéutica para poder vislumbrar sus designios ocultos. Lo primero que nos salta a la vista es una flagrante contradicción, aunque, como veremos, esta es solo aparente. ¿Cómo se puede pretender que con esa terrible acción, por mucho que ETA consiguiera llevar a su campo a los nacionalistas después del asesinato de Miguel Ángel Blanco (apartado 4), la banda estuviera “persuadida” que las voces a favor de la negociación política serían “mayoritarias”? Más bien tenemos que pensar lo contrario. El mismo CNI, en el apartado 5, llevando la contraria a este supuesto, destaca que los dirigentes de Batasuna, sin saber quién había sido el autor, ya estaban poniendo pies en polvorosa. Se refiere ese apartado a la famosa conversación que el CNI intervino a las 10:15 de la mañana a Otegui, en la que el batasuno decía: «Si sale alguien por ahí [se refiere a alguien de los suyos] reivindicando esto, estamos perdidos definitivamente. Yo tengo que saberlo cuanto antes porque si es así no puedo volver a mi pueblo. Tengo que marcharme cuanto antes. Necesito saberlo».

Parece, por tanto, poco creíble el diagnóstico del CNI. Es algo que parece evidente, y que todo el mundo tenía clarísimo en ese momento, incluida la propia ETA –como vemos por Otegui-, que si la banda terrorista hubiera realizado ese atentado por sí sola tendría los minutos contados. Y no solo ella, sino la mayoría de sus acompañantes, incluidos los de Perpiñán.

¿Por qué lo dice, entonces? ¿Es que los del CNI son unos pardillos, unos vulgares “anacletos”, como les califican muchos periodistas para ocultar el desasosiego que les produce el no saber nada de lo que hacen, piensan o pergeñan? No seré yo, desde luego, quien caiga en ese fútil desahogo del imaginario colectivo. Muy al contrario. Al CNI, si de alguna manera hay que tomárselo es en serio. Siempre he defendido, por otro lado, que en ese documento se encierra gran parte de la verdad del 11-M, de una manera incompleta y en clave cifrada, si se quiere, pero las pistas principales sospecho que están ahí y, en concreto, en ese apartado 6º.

Para entender esto, hay un aspecto de la Nota que me había pasado desapercibido anteriormente que me parece crucial, y se encuentra en la primera línea del documento: «A continuación se exponen las primeras conclusiones sobre la autoría y las consecuencias de la cadena de atentados terroristas ocurridos en Madrid». Ya hemos contado varias veces la rareza de que el CNI emitiera una Nota a las pocas horas del atentado. Dezcallar así lo reconoció en la Comisión parlamentaria: «No es normal que haga notas… Si hay un atentado terrorista… a lo mejor en vez de hacerlo el primer día lo hacemos el tercero». ¿Se lo pidió entonces Aznar, o fue motu propio? No lo sabemos, pero es probable que fuese lo primero, entre otras cosas porque el presidente debería tener una gran desconfianza en sus servicios secretos y en su director –como ya hemos mostrado en la serie sobre Dezcallar en este blog- y querría blindarse de todas las informaciones que le iban pasando verbalmente teniéndolas por escrito.

Sea como fuere, el CNI le pasó esa nota al Gobierno, que no solo le confirmó en la autoría etarra –con las nefastas secuelas que esto tendría para el PP cuando se decidió darle la vuelta a la tortilla a los atentados-, sino que además añade una guinda que seguramente nadie le había pedido, anunciando que expondrá “las consecuencias” que acarrearán. ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenían -si todavía no había extraído «la investigación policial… datos concretos y concluyentes»– de ejercer la labor de pitonisos? ¿Tenían un especial interés de que el Gobierno fuera consciente de que iban a ocurrir determinadas “consecuencias”? ¿No se trataría, más bien, de una advertencia? ¿No estaría, a lo mejor, el CNI describiendo lo que iba a pasar o, incluso más, describiendo el objetivo último de los que de verdad hicieron los atentados?

Esto es más patente si tenemos en cuenta que en todo el texto no se encuentra explícita ninguna de “las consecuencias” que parece que va a anunciar. Solo hay una, y solapada bajo las intenciones que el CNI le atribuye a ETA: que “serán mayoritarias las voces a favor de unasolución dialogada del «conflicto vasco». Pero ya hemos visto que es absurdo que ETA pretendiera eso con una terrible matanza. Pero no lo es si quien hizo el atentado lo hizo con las señas de identidad de ETA –con “la firma” de ETA, que diría Dezcallar- y, de alguna manera pudiera implicar al Gobierno, por encontrarse envuelto en alguna operación paralela, como la que contó Fernando Múgica en su Primer Agujero Negro. En diferentes lugares hemos hablado de esta posibilidad, y todavía tenemos pendiente desarrollar esta hipótesis dentro de la serie de las Teorías del 11-M. Pero mientras tanto, nos quedamos con algo que nos parece evidente: esa “consecuencia” a la que alude el CNI es la realidad de lo que estaba ocurriendo… y de lo que iba a ocurrir.

La clave está en la palabra “mayoritarias”. El CNI conocía perfectamente las conversaciones iniciadas a finales del año 2000 entre Jesús Eguiguren -en nombre del PSOE- y el entorno de ETA, precisamente para encontrar y favorecer “una solución dialogada del «conflicto vasco»” en la que, como se decía al final del apartado 6 de la Nota, ETA pudiera “conseguir algunas de sus reivindicaciones tradicionales”. Estaban en el mismo barco. Teóricamente, si hubiera habido una autoría exclusiva de ETA, el PSOE tendría obligatoriamente que bajarse y hacer una piña constitucional con el PP. Pero la sugerencia que hace la Nota es que esto no es así, porque los atentados –en la tortuosa manera que hemos apuntado- se hicieron para conseguir esos efectos. Y la demostración de ello es todo lo que ocurrió a partir de entonces con la legislatura de Zapatero, en la que la negociación política con ETA y el blanqueo internacional de la banda se convirtió en el asunto monotemático del nuevo gobierno.

Pero no solo eso. Y aquí nos topamos de nuevo con Gabilondo. La principal demostración de todo lo que llevamos dicho es que la Gran Soflama, además de las similitudes apuntadas más arriba con la Nota del CNI, recoge punto por punto, asumiéndolo como si fuera un auténtico programa electoral, todo el apartado 6º, utilizando incluso las mismas palabras, lo cual nos induce a pensar que detrás de ambos textos se encuentra la misma mente maquiavélica, moviendo los hilos de ese siniestro guiñol.

Lo que para ETA, según el CNI, no era un impedimento el que se celebraran multitudinarias manifestaciones de repulsa”, en Gabilondo es una recomendación conminatoria para no seguir por esa vía: “No vale una respuesta digamos convencional, asistir a unas manifestaciones multitudinarias. Recordemos, además, la airada profecía que lanza, “que verán Uds. cumplida por desgracia… antes de las 7 de la mañana de mañana”, si el Gobierno de Aznar sigue escurriendo el bulto enredado en asuntos como el “lema de la manifestación”.

No, en la Gran Soflama se pide un “cambio de página”, el TIEMPO NUEVO, que básicamente consiste en la negociación política con ETA y todo lo que ello lleva aparejado de transformación de la nación española, para lo cual pide políticos que sean capaces de afrontar ese “desafío” como los de la Transición, que elaboraron “una Constitución que nos desconcertó a todos por haber sido capaz de unir posiciones políticas clamorosamente divergentes”. Lo que Gabilondo está leyendo en el fragor de la mayor matanza terrorista de nuestra historia, trata, ni más menos, de la refundación de la nación española en comandita con esos terroristas a los que atribuía en ese momento los atentados, pero eso sí, exigiendo además la “unión”, la “unidad” de todas las fuerzas políticas, eso que en la Nota del CNI son las voces “mayoritarias”, y en la Soflama la“Política Mayor”. Otra curiosa identidad de conceptos y vocablos que nos estaría revelando un mismo origen…

Es de resaltar, como relaté en un artículo sobre las intrigas que tuvieron lugar en la mañana del 11-M (ver aquí), que Dezcallar reconoció en su libro de ¿memorias? que la Nota se empezó a pergeñar en la reunión que mantuvieron los expertos del CNI a partir de las 10 de la mañana del día 11. El diplomático mantuvo la versión de que se transmitió al Gobierno al las 15:51. Pero ya hemos visto, gracias a la precisión de nuestro contertulio Belga, que el Ministerio del Interior manifestó en su Informe que esto debió de ocurrir en una franja horaria entre las 12:00 y las 13:30 (ver doc. Nº 1 de la Cronología). Es decir, que los términos y el contenido de ese texto estaban ya prácticamente cocinados cuando Gabilondo leyó la Soflama a las 11:30.

Cabría pensar, incluso, que gran parte de la Nota –y por ende de la Soflama- pudieran estar ya formuladas con anterioridad a los propios atentados. La complejidad y el alcance político de lo que ahí se dice, unido a las intrigas y movimientos subterráneos previos a los atentados en los que todas las Fuerzas de Seguridad y el Gobierno esperaban que iba a ocurrir algo –y es difícilmente pensable que algunos no lo supieran a ciencia cierta- permiten hacer esa conjetura. Desde luego, si algunas impresiones nos pueden transmitir ambos textos no son la imprevisión ni la improvisación ninguna de ellas. Pero dejemos de momento esta inquietante sospecha.

Lo que no podemos dejar de preguntarnos, en cualquier caso, es quién, o qué facción o facciones del CNI, pudiera ser el autor intelectual de la Nota. Recordemos de nuevo la revelación de Fernando Múgica (q.e.p.d.) en su Primer Agujero Negro:

«Lo que el Gobierno no conoce es que ya en esos momentos (se refiere a las primeras horas del día 11) se han puesto a trabajar duramente un grupo de mandos policiales y algunos agentes del CNI, de la cuerda más dura y leal al Partido Socialista, para informar a sus dirigentes de todos los detalles que puedan conducir la situación en beneficio propio. Son los mismos que consiguen que cambie de manos la investigación y que la controlarán desde ese momento. Se forma un equipo hermético que deja de lado a la Guardia Civil y que ralentiza las informaciones que se pasan al CNI. Llaman, sin embargo, cada pocos minutos a una célula del PSOE que obtiene así información privilegiada, lo que les permite montar una estrategia eficaz contra el Gobierno».

La descripción de Múgica no nos sorprende en lo más mínimo. El 11-M fue un auténtico Golpe de Estado para cambiar el rumbo de España, y ese golpe engloba no solo a los atentados, sino, además, al putsch  de carácter político, mediático y policial que tomó el relevo acto seguido, algo que solo se podía orquestar desde una “célula hermética”, desde un auténtico Estado Mayor que centralizara y coordinara todas las acciones para conseguir el fin perseguido, el cual se logró con creces. Una célula en la que con toda probabilidad estarían personajes omnipresentes en esos días que están en la mente de todos. No queremos dejar de constar que la citada célula no tenía por qué tener relación con los atentados, aunque el grado de conexión, si lo hubo, es un extremo que desconocemos por completo.

¿Y dónde situamos la Nota del CNI? ¿A qué carta jugaban nuestros servicios de inteligencia, dirigidos por un diplomático del que ya hemos glosado ampliamente en anteriores artículos sus afinidades electivas? A nuestro entender, viendo las sintonías que hemos detectado con la pieza intelectual fundamental del Golpe de Timón que se dio en esos días: la Gran Soflama leída por Gabilondo, la que marcó la Hoja de Ruta que se seguiría hasta hoy (con las resistencias que ya hemos comentado múltiples veces de Mariano Rajoy para adoptar el Reformatorio Constitucional implícito en ese itinerario, lo cual explica su persecución por tierra, mar y aire); pues bien, teniendo en cuenta todo esto nuestra impresión es que determinados y destacados componentes del Centro, quizás “mayoritarios”, como en el apartado 6º de la Nota, deberían de ser una parte fundamental de esa “célula”, aunque, eso sí, poniendo en juego todo tipo de transversalidades.

En mi libro, en el cap. 12.3. interpreté que, teniendo en cuenta los “recados” y ofertas indeclinables que José María Aznar debió de recibir esa mañana, destacando con luz propia la Soflama de Gabilondo, “el críptico mensaje contenido en el apartado 6 de la Nota podría leerse, alternativamente, como la confirmación de que el envite que pudiera estar recibiendo iba totalmente en serio”. No tengo nada que añadir a la autocita. Si acaso eso de que “quien avisa no es traidor”, o a lo mejor sí…

No obstante, y acabando ya, quiero resaltar que el adjetivo “hermético” utilizado por Múgica puede haber dado lugar a cierta confusión, si no a desviarnos de la auténtica problemática. En el 11-M, como siempre repitió el ilustre y malogrado periodista “nada es lo que parece”. La célula que se formó no creemos que fuera como las “mónadas” de Leibnitz, entes autosuficientes que no tenían puertas ni ventanas. No. El supuesto hermetismo nos induce a caer en maniqueísmos del tipo PP contra PSOE, o si ha sido Titadyne ha sido ETA y si ha sido otro explosivo entonces islamistas, antagonismos y falsos dilemas que nos presentan interesadamente como señuelos para que nos definamos y fijemos en un polo ficticio que nos impida ver y acercarnos a la realidad, a lo que de verdad ocurrió, y a los entes, que no tenían nada de ficticios, que manejaban los hilos.

Esto lo entenderemos mejor cuando inauguremos una nueva serie en la que tendrá un papel protagonista el periodista que dirigió los servicios informativos de la COPE en esos días aciagos, el destacado miembro del Opus Dei José Apezarena.

Pero antes tenemos que despedirnos de Gabilondo con un último artículo, que dejaremos para dentro de pocos días.

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