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Mucho más que un partido para la legión de benquifistas

Mucho más que un partido para la legión de benquifistas

Oscar Tomasi

Lisboa, 13 abr (EFE).- En un país volcado totalmente en el fútbol como es Portugal, en una ciudad dividida entre dos clubes como es Lisboa, y en un estadio que acoge a una de las hinchadas más fervorosas de Europa como es el de la Luz, un partido como el de hoy no es un encuentro cualquiera.

El Benfica, antaño un coloso a nivel continental, tiene la oportunidad de pasar a semifinales de la máxima competición europea y poner color a las imágenes en blanco y negro que recuerdan las grandes gestas del club, ésas en las que aparece el genial Eusébio levantando la «orejona».

Hacerse un hueco entre los cuatro mejores equipos de Europa es algo que se le escapa desde que la competición cambió de nombre y pasó a llamarse Liga de Campeones, en 1992. Un largo camino por el desierto que quiere dejar atrás.

Desde entonces, apenas llegó en cuatro ocasiones a la fase de cuartos, y en las tres primeras fue eliminado. La legión de «benfiquistas» repartida por el mundo espera que su suerte cambie hoy, con más esperanza que convicción, con más fe que razones, con más corazón que cabeza, dada la entidad de un rival como el Bayern de Múnich y la desventaja por el partido de ida (1-0).

El último precedente no invita al optimismo. Contra el Chelsea inglés, en la 2011-2012, los lisboetas tuvieron oportunidad para superar la eliminatoria, pero finalmente se quedaron en la orilla y los «blues» acabaron coronándose campeones de aquella edición.

Mejores resultados obtuvo el Benfica en sus últimas participaciones en Liga Europa, competición en la que consiguió alcanzar por dos veces la final. Y por dos veces cayó derrotado. Un duro golpe que todavía cuesta encajar en un club histórico que sueña con regresar a la primera línea del fútbol mundial.

La lucha contra el Bayern, a priori, es comparable con la de David y Goliat, sobre todo si se atiende a las cuestiones económicas. El valor de mercado de la plantilla del gigante teutón prácticamente cuadruplica el de la de las «águilas», según el portal «Transfermarket», y su presupuesto (en torno a los 50 millones de euros) es casi diez veces inferior.

El duelo de hoy paralizará prácticamente Portugal, un país cuyas gentes se caracterizan por un carácter tranquilo y sosegado, pero que se transforma en pasión y desenfreno cuando a fútbol se refiere.

En suelo luso el «deporte rey» se sigue con locura, en claro contraste con otras disciplinas como el baloncesto, el tenis, el motociclismo o la Fórmula Uno, que apenas despiertan atención, huérfanas de ídolos nacionales.

«Después de la excelente réplica dada en el partido de ida, es legítimo soñar», defiende Rui Lima, lisboeta de 28 años y una de las cerca de 65.000 personas que acudirán al estadio -ya no quedan entradas- para dar alas a los suyos.

Aunque recuerda que llegar a dos finales de Liga Europa permitió al equipo recuperar «algún prestigio», concede que no hay mejor escaparate que la Champions.

Lima atribuye la falta de éxitos continentales del Benfica al poderío financiero de otras ligas, ante el que poco pueden hacer los clubes lusos, aunque cita la «mala gestión del club» en la segunda mitad de la década de los 90′ y algunos errores arbitrales decisivos como motivos que impidieron a las «águilas» llegar más lejos.

Similares argumentos plantea Bernardo Zarcos, otro veinteañero «benfiquista» hasta la médula que destaca la trayectoria del equipo esta temporada, de menos a más, para mantener cierto optimismo.

«Es un partido especial (…) Creemos que hoy puede ser posible un milagro», asegura.

El mimo a la cantera es una de las señas de identidad históricas del Benfica, que vuelve a apostar con fuerza por la formación de la mano de su nuevo entrenador, Rui Vitória. La eclosión de jóvenes como Renato Sanches, Gonçalo Guedes, Nélson Semedo o Lindelof son ejemplo de ello.

«Hoy tenemos personas capaces dirigiendo el club. Además de haber dinero para jugadores de mayor calidad, el club invirtió mucho en las categorías inferiores, que ahora refuerzan al equipo y aportan la garra de otros tiempos de gloria», subraya Filipe Domingues, publicista de 37 años que sigue con fruición todos los partidos del conjunto «encarnado».

El desafío contra el Bayern de Múnich va más allá del campo de fútbol, ya que portugueses y alemanes compiten por ser el club del mundo con mayor número de socios: 235.000 de los primeros por 224.000 de los segundos, según la revista de la FIFA «The Weekly».

A finales de 2014, el presidente del conjunto germano, Karl Hopfner, lanzó dudas sobre las cifras aportadas por los lisboetas, enfureciendo a la hinchada y al propio Benfica. En respuesta, el club lanzó un vídeo con jugadores posando con un cartel que decía, en alemán: «Yo soy socio del mayor club del mundo. ¿Y tú?». EFE

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