Artículo 166
Queridos Reyes Magos, no es la primera vez que os escribo. De pequeño lo hacía todos los años. Como entonces Franco no dejaba entrar gente de rojo, Papá Noel no venía por casa.
No os guardo ningún rencor, yo os pedía y vosotros no traíais. Mis padres decían que os habíais confundido de carta y me traíais una pelota que era para otro niño, de manera que había un niño por ahí que se lo pasaba bomba con mis juguetes.
A nosotros nos faltaban dos grados para ser pobres, veíamos a un mendigo por la calle y decía mi padre: Así serás tú si no estudias.
La fecha de nacimiento no me ayudó lo más mínimo, el 14 de enero. El día 1 mi santo y el 6 Reyes. De manera que me traían un balón, un fuerte o un mecano y… Para todo el año.
Toda mi infancia la pasé jugando a las canicas y al fútbol.
También me traían un “Pipo” (muñeco de plástico de unos 10 centímetros que fumaba el sol). Tal vez su influencia me hizo abrazar el tabaquismo a los 13 años.
Un año Don Félix, el párroco de la iglesia de mi barrio, me invitó a hacer de Melchor en la cabalgata.
Nos cambiamos en la sacristía los tres, con nuestras barbas y trajes engalanados, nos subieron al remolque de un tractor y esperamos en la cara opuesta de la manzana a que llegara la hora de aparecer ante los 40 o 50 niños y sus familiares en la puerta de la parroquia.
La algarabía nos emocionó. Cuando el tractor se detuvo, bajamos a trompicones las escalerillas que habían invadido los niños. Nos defendimos de ellos con los caramelos, alejándolos del remolque para que fueran en su busca.
Una vez en tierra, pronto nos vimos rodeados de niños que nos tiraban de la indumentaria y los más atrevidos, de las barbas.
Lo extraordinario sucedió cuando una niña rubia, de 9 años comenzó a gritar: ¡Papá, Papá! Acercándose y tirándome de la manga, insistía: ¡Papá, Papá! Que soy Maryana.
En efecto era ella, Maryana, una niña ucraniana que traíamos mi familia tres meses en verano y un mes en invierno cuando cerraban el orfanato en Kiev.
Los niños comenzaron a prestarle atención y a gritar: ¡Es verdad, es su hija, Melchor tiene una hija!
Creo que el padre Félix, mientras la apartaba le decía: Aquí, el padre soy yo niña.
P.D.
Os pido y ruego que llevéis la paz donde más la necesitan y que no dejéis morir de hambre y bombas a los niños.
Ya sabéis, el próximo 14 de enero, 74 años, y sigo soñando.
Manolo Royo, humorista www.manolo-royo.com