Supongo que muchos lectores habrán escuchado, o incluso dicho, la frase de la primera parte del título de mi artículo de hoy. La frase en cuestión, originariamente en francés, “Paris vaut bien une messe”, se atribuye a Enrique de Borbón –creo que el primer Borbón, del que procede nuestra realeza, y ahí lo dejo–, que reinaba en la Navarra transpirenaica como Enrique III a finales del Siglo XVI, cuando aspiraba al trono de nuestro vecino del norte. En su caso, fue para justificar su abjuración del protestantismo calvinista y su conversión al catolicismo, condición indispensable para acceder al trono de Francia, al que llegaría como Enrique IV. Pero también hay otra teoría, según la cual, la frase correspondería a un noble y político francés, Enrique de Ségur, con la que daba a entender el valor de París y la disposición de su patrocinado al sacrificio religioso que estaba dispuesto a hacer para conseguir el trono, supuestamente por la paz y la unidad de Francia.
Hecho el anterior preámbulo, le trasladaría a la Casa Real y al desgobierno de España una paráfrasis de esa frase, preguntándoles si una misa conmemorativa de la reconstrucción de la catedral parisina de Notre Dame no merecía hacer lo que hiciera falta para que una representación del Estado español, con su máxima magistratura a la cabeza, estuviera presente. Hemos sabido que el presidente francés Enmanuel Macron había invitado a los Reyes y al ministro de Cultura, Ernesto Urtasun, invitaciones personales, y, nos dicen, intransferibles, lo que podemos creer y parece lógico. Pero lo cierto es que, en un acto de alcance mundial al que asisten cuarenta jefes de Estado –Mohamed VI de Marruecos incluido– y de gobierno del mundo, no se dignan a ir ni la primera magistratura del Estado, en una de las pocas actividades que le “permitiría” el gobierno y le reconoce la Constitución ni el ministro representante al que le correspondía. Casa Real dice, o al menos eso me ha llegado desde algún medio, que ese acto no figuraba en la agenda real, no sé qué otra cosa más importante podrían tener sus majestades, que una vez más no se merecen las mayúsculas. Por su parte, el ministro de Cultura, toda una paradoja que ese personaje, antitaurino entre otras cosas, ostente esa cartera, tenía el ineludible “compromiso” de asistir a una función de circo pese a que su nula gracia no lo amerita como payaso, con perdón para esos dignos profesionales, que es en lo que se desempeña como político. Dudo mucho que los reyes tuvieran verdadero interés en asistir, particularmente la consorte, y que de haber querido ir no se hubiera podido sustituir al antitaurino por el ministro de Exteriores, por ejemplo. Creo que lo que hay detrás es la larga mano del autócrata de la Moncloa, el presimiente Sanchezcu que, en su sectarismo enfermizo, no ha tenido el menor reparo en hacer el feo desaire institucional a su también enemigo político Macron dejando por los suelos a España, que es de lo que se trataba. También se dice que el Rey no puede viajar al exterior sin ser acompañado por un ministro, pero creo recordar que en el viaje a Argentina para la toma de posesión de Javier Milei lo acompaño un “simple” secretario de Estado. Lo dejo aquí porque no merece la pena insistir en la inexplicable ausencia en Notre Dame de España, otrora, reserva espiritual del Occidente, o precisamente haya sido por eso, que molesta bastante a las izquierdas españolas. No tengo duda de que, si el incendio y reconstrucción hubieran sido en la mezquita de Rabat, por decir la primera que se me ocurrió, hubiera asistido toda la corte de palmeros, presidida por el Número Uno de la UCO y la investigada.
Y dicho lo anterior respecto a París, también Valencia merece una misa como la celebrada este lunes en honor de las víctimas del desastroso resultado del último episodio de Gota Fría en esa provincia, a la que, en este caso, sí han asistido los Reyes –aquí recuperan la mayúscula– y, finalmente, decidido a última hora, una representación del desgobierno encabezada por la viceprimera y ministra de Hacienda, María Jesús “Omaita” Montero, a la que como a su jefe hace unos años en el Palacio Real, parece que han tenido que apartar del saludo protocolario a los familiares de las víctimas; Ángel Víctor Torres, el acusado ministro de Política Territorial y Agenda 2030 –sin duda el más indicado para la tragedia de la que es causa esta basura ideológica– y la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, secretaria general también del partido socialista de Valencia. No se atrevió a asistir nuestro “valiente” Narciso Felónez, que salió escaldado de su visita a Paiporta, rodeado de guardaespaldas, expulsado por el palo de una escoba lanzado al aire, que ni le rozó, y coreado con “cariñosos” recuerdos a su progenitora. Pero sí estará este martes en el homenaje a las víctimas del franquismo en el que la nueva y aberrante ley de memoria democrática establece como “Día de recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la dictadura”, que se celebrará en el Auditorio Nacional de Música. Es decir, ignora a los fallecidos hace poco más de un mes en Valencia, entre otras cosas por su irresponsable gestión previa a la tragedia y posterior, pero tiene un emocionado recuerdo por “sus” víctimas de ochenta años.
Hasta aquí por hoy y, como dice un buen amigo en sus despedidas, “que ustedes hagan mucho bien y que no reciban menos”, es decir, no sean como el gobierno y sus lacayos.
Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.