Mensaje del Papa en Timor Oriental en su viaje apostólico a los obispos, al clero, a los catequistas y a las personas consagradas
El segundo día de la visita del Papa Francisco a Timor Oriental, tercera y penúltima etapa de su largo Viaje Apostólico a Asia y Oceanía, ha estado dedicado a la oración y a la caridad. La primera cita de la agenda ha sido una visita privada a la Casa Irmãs Alma de Dili, una estructura que garantiza cuidados y asistencia a menores con enfermedades graves. Luego, en la catedral dedicada a la Inmaculada Concepción, se ha reunido con los obispos, el clero, los religiosos, los seminaristas y los catequistas del pequeño Estado asiático. Tras una danza de bienvenida, dos niños le han ofrecido flores. En la entrada principal de la catedral, el párroco ha entregado al Papa la cruz y el agua bendita para la aspersión. Después, una religiosa, un sacerdote y un catequista aportan sus testimonios. A continuación, el Papa ha pronunciado su discurso: he aquí los pasajes clave:
Timor-Leste es un país “en los confines del mundo”. Precisamente porque está en los confines del mundo, se encuentra en el centro del Evangelio. Una Iglesia que no tiene capacidad de confines y que se esconde en el centro es una Iglesia muy enferma.
En el corazón de Cristo las periferias de la existencia se encuentran en el centro: El Evangelio está poblado de personas que se hallan en los márgenes, en los confines, pero que son convocados por Jesús y se vuelven protagonistas de la esperanza que Él nos vino a traer.
El perfume recibido del Señor debe ser custodiado, debe ser cuidado […] Significa ser conscientes del don recibido, recordando que el perfume no sirve para perfumarnos nosotros sino para ungir los pies de Cristo, anunciando el Evangelio, sirviendo a los pobres; significa vigilar sobre nosotros mismos, porque la mediocridad y la tibieza espiritual siempre están al acecho.
Siempre debemos alimentar la llama de la fe.
Si es una Iglesia que es incapaz de inculturar la fe, que es incapaz de expresar la fe en los valores propios de esa tierra, será una Iglesia eticista y sin fecundidad.
No dejen de profundizar la doctrina del Evangelio, no dejen de madurar en la formación espiritual, catequética, teológica; porque todo esto es necesario para anunciar el Evangelio en esta cultura vuestra y, al mismo tiempo, purificarla de formas arcaicas y, a veces, supersticiosas. Hay muchas cosas preciosas en la cultura de ustedes. Pienso especialmente en la creencia en la resurrección y en la presencia de las almas de los muertos. Sin embargo, todo esto debe ser purificado siempre a la luz del Evangelio, a la luz de la doctrina de la Iglesia.
La evangelización se hace posible cuando nos atrevemos a “romper” el frasco que contiene el perfume; romper el “caparazón” que frecuentemente nos encierra en nosotros mismos y salir de una religiosidad mediocre, cómoda, vivida sólo para necesidad personal.
Vuestro país, necesita hoy un perfume de reconciliación y de paz después de los sufridos años de la guerra; un perfume de compasión, que ayude a los pobres a levantarse y suscite el compromiso de mejorar la suerte económica y social del país; un perfume de justicia contra la corrupción. Estén atentos, ¡eh! Muchas veces, la corrupción puede entrar en nuestras comunidades, en nuestras parroquias. Y, de manera especial, el perfume del Evangelio necesita ser difundido contra todo aquello que humilla, aquello que degrada y que incluso destruye la vida humana; contra las plagas que generan vacío interior y sufrimiento, como son el alcoholismo, la violencia y la falta de respeto de la mujer. El Evangelio de Jesús tiene la fuerza de transformar estas realidades oscuras y de generar una sociedad nueva.
El mensaje que ustedes, religiosas, dan frente al fenómeno de la falta de respeto a la mujer es que las mujeres son lo más importante de la Iglesia porque se toman cuidado de los más necesitados. Hermanas: sean madres del Pueblo de Dios; anímense a “parir” comunidades, sean madres. Eso es lo que quiero de ustedes.
Es necesario que haya religiosas, religiosos, sacerdotes, catequistas apasionados, catequistas preparados y creativos. Es necesaria la creatividad en la misión.
(En referencia al apelativo reverencial que utilizan para los sacerdotes llamándoles Amu, que significa señor, ed.) Esto no tiene que hacerlos sentirse superiores al pueblo… Tampoco tiene que llevarlos a la tentación de la soberbia y del poder… no piensen en el ministerio como en un prestigio social… Recordemos que con el perfume debemos ungir los pies de Cristo, que son los pies de nuestros hermanos en la fe, empezando por los más pobres.
El sacerdote es un instrumento de bendición. Jamás, jamás el sacerdote debe aprovecharse de su oficio. Amen la pobreza como su esposa. AGENZIA FIDES