Emilio Garrido Landívar
La prensa nos informa estos días de miles, de cientos de oposiciones para determinadas profesiones, porque a través de ellas “demostramos a la sociedad” que somos capaces de desempeñar una labor con garantías suficientes… Cuántas veces, quienes tenemos experiencia en ellas, hemos observado que una oposición no discrimina lo que interesaría de verdad seleccionar; pero, en la era moderna no hemos inventado una nueva forma y modo de distinguir “el grano de la paja”, porque el opositor es una persona: ni grano, ni paja.
Las oposiciones, tal como están planteadas hoy, son irracionales. Las oposiciones son y serán siempre un sistema irracional, obsoleto e injusto, pero el ser humano ―administrador de la estructura social― no ha sabido idear otra medida capaz de discriminar mejor a sus administrados para «intentar medir» lo que no es posible ser medido por una breve oposición, sea ésta muy dura o menos dura.
La persona tiene derecho a ser admitida en un trabajo para el que esté capacitada por una preparación específica. El trabajo dignifica a la persona, esto es así, nadie niega hoy que el trabajo sea una fuente de madurez, de autogobierno personal y de sentirse útil para los demás, a quienes se ayuda y sirve. Además, con el trabajo se recibe una compensación económica que ayuda a la persona a ser independiente y a ofrecerse o generarse una valoración de sí misma como alguien provechoso para la sociedad en la que vive.
El punto de vista más importante hoy es valorar el trabajo como una fuente de maduración personal y social para el que tendremos que mimar, fortalecer y reciclar nuestros conocimientos y nuestra propia persona e ir avanzando en el desarrollo continuo de lo laboral, sin que por otra parte ese trabajo nos bloquee nuestro desarrollo humano y psicológico, al contrario, que más bien lo estimule y acreciente. ¿Cómo se mide todo esto?
De ahí lo importante que resulta no acabar esclavo del trabajo, que no llegue a ser nuestra única mira, nuestro único objetivo y nuestra única meta… ¡Esto no puede suceder, con oposición o sin ella! Tan grave es para la persona-trabajadora-opositora generar una dependencia del trabajo, como vivir de espaldas a él, sin mayor responsabilidad que la de acudir todos los días sin ningún interés, ni motivación, ni voluntad de crecimiento o aportación personal. ¿Realmente se mide todo esto con una Oposición?
Hagamos o no hagamos oposiciones, siempre tendremos que intentar permanecer en una continua oposición personal en cualquier puesto de trabajo que desempeñemos (o en nuestro propio desarrollo y bienestar, añadiría). Porque la verdadera oposición es estar en continuo reciclaje en tu trabajo y respecto a tus posibilidades personales y cognitivas, para que ese trabajo realmente sea fuente de equilibrio en tu persona. Si «vegetas» en tu trabajo ―no opositado― o te escondes en tu oposición para toda la vida sin mayores aspiraciones, lo mismo un trabajo que otro, ganado por oposición o no, se convertirá en una rutina que acabará metiéndote en un pozo, lleno de frustración y queja…; y tu personalidad a la larga, de uno u otro modo, se deteriorará y será una fuente continua de insatisfacciones. Este es uno de los motivos del por qué se ha complicado tanto hoy el mundo laboral. Ya no es un castigo trabajar; ya no es tan verdad el pensamiento bíblico de «trabajarás con el sudor de tu frente como castigo eterno». No. La interpretación ha cambiado en función de los nuevos tiempos, de una tecnología que ha facilitado y aliviado algunos trabajos de gran componente físico, y de nuevas normativas laborales y estructuras sociales, donde las democracias hablan del trabajo digno como un derecho de todas las personas. ¡Medir, seleccionar he ahí la cuestión!
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)
