Emilio Garrido Landívar
Dando vueltas estos días a las emociones que nos embargan y al sentimiento que nos mantiene con la conciencia consciente -cognitivo-, podemos entrever leyendo, viendo y oyendo los medios de comunicación de todo signo, que pueden existir tres bloques que se perciben con gran claridad y que tanto remarcan unos y otros en este “singular circo” preelectoral.
En mi humilde entender hay un grupo que me estimula un sin número de emociones que, analizadas desde las ciencias del comportamiento ético, o como dicen los modernos desde la Psicología Social; pueden pertenecer a un grupo con un perfil de estado afectivo negativo (AN), que no deja de ser un trastorno emocional de grupo (TE)… Donde se analizan ciertos comportamientos muy similares -en lo emocional-, a un “navajeo”, a “venganzas” pseudodelictivas solapadas y bien encapsuladas por sintagmas que solo ellos son capaces de traducir… Son dueños del diccionario, reflejando un estado emocional que se describe con una gran variedad de estados de ánimo, que incluyen la ira, la culpa, el temor y el nerviosismo y el miedo; que les hace perder la razón, ideologizarse extremadamente con la venganza como base a su “sin proyecto”, que son atravesar las líneas rojas a costa de todo, sin ética política, -no la tienen-, pero la disfrazan y la embadurnan con vocablos grandilocuentes que “dentro” no tienen nada, están vacíos, por eso mienten tanto sin ningún pudor, y prometen (“¡prometer no hace pobres!”) y en el fondo los saben, pero, lo disfrazan mintiendo más, por eso es un trastorno emocional (TE)… ¡Son tan listos que tienen alta habilidad social para teatralizar el relato que en cada momentos “les interesa”, no importa sea verdad o fraude.
Otro grupo, puede ser el del “bien común”, no sabe de nacionalismos victimistas, siempre están dispuestos a dejar su asiento en pro del bien común. No valora más su puesto, sino el proyecto por el que fue elegido, no duda, lo tiene claro que no se cambia de piel por un puñado de votos, su piel es el bien común. Sabe pedir perdón y rectificar a tiempo, es un poder de quien gobierna aceptando que se puede equivocar y se equivoca. La cordura en el dirigente político es su mayor emoción positiva hacia los demás que dirige. Porque es capaz de posponer sus intereses personales y su propia supervivencia política, frente al bien común. ¡No puede haber mayor emoción positiva en un poder político que se apellide ético! Tiene a bien, liberarse de las ataduras del “estado” opaco, inseguro, poco fiable, incumplidor, ocupado en destruir más que en crear, en castigar más que en estimular la creatividad dinámica de nuevos empleos, empresas… En vez de engordar, sin el control debido, el empleo público, que mata la creatividad, que es el proceso cognitivo más sofisticado del ser humano; donde las sociedades creativas desarrollan experiencias novedosas, tanto sociales, laborales como en otros muchos campos, donde crear empleo y autónomos hace que la sociedad desarrolle nuevas posibilidades que favorecen nuevos empleos.
Percibo ciertos nacionalismos egocéntricos, inseguros, que nacen en períodos de inestabilidad política, incertidumbre, inquietud… Por supuesto con sus razones históricas y bienintencionadas, pero el grupo intelectual, ya no es tan intelectual como pudo serlo en otras épocas (XIX). “Parece catalizador de otros fenómenos que bien podrían ser populistas. Pero una falta casi total de diálogo y propuesta de soluciones”. Donde el victimismo en muchos casos es la base de la pobreza intelectual de altas miras, donde la emoción es básicamente el rechazo de una mayoría, la rabia contenida y la sinrazón que nos hace más débiles y vulnerables. No me da para más el recuadro, los siento, pero recuerde antes de votar lo qué nos prometieron y qué han cumplido al terminar la legislatura.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)
