Tuve la santa paciencia de seguir, casi íntegro, el desarrollo de las 16 horas, de tiempo real, que ocupó el segundo intento, en esta legislatura, de Santiago Abascal de sacar la cabeza. Estaba necesitado el ambicioso líder vasco de algo de protagonismo, sobre todo después del fracaso andaluz y los frentes que se están abriendo en la formación que preside en no pocas provincias, Málaga, Córdoba, Valencia, Las Palmas…, que han demostrado que se rompen los equipos en dos bandos, los fieles al jefe y los que van conociendo sus métodos antidemocráticos. Algunos jugamos con ventaja en la crítica, porque lo conocimos desde el principio; aquellos, ya lejanos, primeros meses de 2014. Por eso decía lo de “casi íntegro”, porque, como lo conozco tan bien, fui incapaz de escuchar completa la primera intervención, en su turno de “réplica”, del portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros y de Simón, un personaje al que, fuera de la “actividad” inmobiliaria dentro y fuera de España, en los momentos boyantes del sector, no se le conoce actividad destacable.
Era la “crónica de una muerte anunciada” y no defraudó al pronóstico. La moción, más de cuatro meses después de anticipar su presentación, entre otras cosas por no haber encontrado a nadie dispuesto al juego personalista de su proponente, nació muerta y terminó enterrada. Aunque lo hizo con una pequeña sorpresa; fueron 53 los votos favorables, es decir, uno más de los 52 que corresponderían a los diputados de Vox. Se sumó al sí Pablo Cambronero, que empezó la legislatura como diputado de Ciudadanos por Sevilla, y sigue siéndolo, del grupo mixto, desde marzo de 2021, por esa incongruencia de que el escaño sea “propiedad” de alguien al que el partido pone en una lista –otra de las cosas que habría que corregir–. Dijo que votó sí, “como reconocimiento personal al candidato”.
Mención especial merece la conducta, no por repetida en otras muchas ocasiones, menos censurable, del presimiente PinócHEZ. Para empezar, no esperó a escuchar la intervención del candidato para intervenir, tenía prisa y lo hizo nada más terminar la primera intervención, no demasiado larga –algo más de 43 minutos–, de Abascal en lo que debería haber sido la “presentación” de Ramón Tamames. En lugar de eso, hizo la primera parte de un mitin que propicio la “no respuesta” de Sánchez con su primer mitin leído, durante 52 minutos. Después, otros 20 minutos de lectura, a lo suyo, para contestar a otros 22 del vasco, y una propina de 2 más, desde el escaño, en el último intercambio del rifirrafe de los dos protagonistas reales de la moción.
Aguantó estoicamente el Profesor Tamames el citado rifirrafe inicial entre Abascal y el presimiente Pedro “Antonio” PinócHEZ y otras hierbas. Intervenciones, las de estos dos “amigos”, que tuvieron un denominador común, los ataques directos al Partido Popular, al que dedicaron no menos del 30-40% de su tiempo en estas primeras, casi, tres horas de “introducción” al disparate, que no al debate, que vendría después, tras la intervención del candidato, todavía sin estrenar a esas alturas de la mañana, salvo un intento de réplica, interrumpida por la fiel Meritxell Batet, que presidía la sesión, para mayor gloria del que la puso en ese inmerecido lugar del Congreso: “No se puede interrumpir cuando tiene la palabra el Sr. Presidente”. Al final, hubo que esperar dos horas y cincuenta minutos, para escuchar al candidato, entre acusaciones de uno y lectura publicitaria, sin contestar a nada de lo interpelado, del otro.
Fue interesante, como también se esperaba, el discurso del candidato. Tamames, en un bien hilvanado discurso, de menos de una hora –lo bueno, si breve, dos veces bueno–, dio buena cuenta de las preocupaciones que compartimos millones de españoles por la deriva de este régimen democrático, que cuestiona el propio sistema, la Historia de España y pone en peligro la Constitución Española. Se refirió a la lengua española y su limitación en parte de España; a la falsaria ley de Memoria democrática, que no es ninguna de las tres cosas –esto lo añado yo–; a 1934 y los dos golpes militares, “verdadero comienzo de la Guerra Civil”, dijo, utilizando una frase de Raymond Carr; al enterrado Montesquieu: “Su gobierno no respeta la división de poderes”, le dijo al asaltante de las Instituciones; a sus socios del gobierno Frankenstein: “Está apoyado por quienes quieren acabar con la monarquía parlamentaria, Felipe VI y la Unidad de España”; a la reforma del Código Penal: “Cuando se supo su propósito de modificarlo, se hubiera debido hacer una moción de censura”; al enorme incremento de ocupaciones con “K”; al abuso de los decretos leyes, hasta 132 en lo que va de legislatura: “Un instrumento pensado para situaciones extraordinarias, convertido en algo cotidiano”; al incremento de SMI: “Un 64% desde 2016 –aquí le tocaba algo al PP, aunque el mayor incremento ha sido el socialcomunista desde 2018–, mientras la productividad caía el 3’6%”; a su retraso en recuperar los niveles del PIB de antes de la plandemia –este término es mío–; a la tasa de paro, que “dobla la media de la Unión Europea”; al incremento de la deuda pública hasta el 115% del PIB: “un peligro grave y una situación nunca vista”; a los máximos a los que ha llegado España en desigualdad de acuerdo con el ”coeficiente de Gini”; al declive de nuestra industria, cuyo “desarrollo tiene a su peor enemigo en el gobierno y su aversión a los empresarios”; al riesgo de una muy baja tasa de natalidad, el 1’19% que nos lleva al “suicidio demográfico”; a su afán por hacer “un monopolio de la Sanidad pública, en contra de un sistema de cooperación público-privada”; al “aumento en 2022 de la criminalidad, en un 27%, y de las agresiones sexuales en un 34%, respecto a 2021”; a las bandas latinas y su extensión en algunas zonas; a Blas Piñar, con recadito al ignorante: “Tiene que ser una persona con muy mala idea la que le ha proporcionado a usted su nombre, porque es muy joven y seguramente ni se acordaba de él”, en contraposición con “Largo Caballero, el Lenin español que condujo a la Guerra Civil”; etc.
Toda una reflexión que, “en sí misma –dijo para contestar a los que le espetaron su falta de programa–constituye todo un programa de gobierno”, que resumía en la petición de un “adelanto electoral cuanto antes”. En mi opinión estuvo todo muy pensado, aunque recortó bastante el discurso filtrado unos días antes, que remató con dos breves intervenciones de réplica –no quiso intervenir más en este primer día– aún más magistrales que la lección expositiva inicial. Una, al showman Narciso, que copia hasta su tesis, y volvió a aburrir con su primera “réplica” al candidato, escrita y leída –“un tocho de 20 folios” –creo que fueron bastantes más–, le había dicho Tamames durante su lectura, en el intento interrumpido por Batet, que citaba antes –, durante una hora y cuarenta minutos, esta vez, como le puntualizó el replicado. “Contestación” que aburrió a todos excepto, quizás, a sus diputados y puede que a algunos de los de sus socios: “para darnos lecciones sobre lo que nadie le ha pedido” y “no responder a cuestiones como el Sahara, la enseñanza en español o la memoria histórica o democrática”. La otra en la segunda sesión, al término de las intervenciones de los diferentes portavoces, mucho mejor si cabe, porque fue una nueva lección, de fondo y de forma, a tanto charlatán pretencioso, en su mayoría mediocre, encantado de haberse conocido. Fue genial su denuncia del “tono mitinero” que, para su sorpresa, era “más parecido a una actuación electoralista, de cara al próximo 28 de mayo, que a una sesión parlamentaria. Al Parlamento se viene a hablar y dialogar, no a gritar”, apostilló. Esto fue tras la intervención del portavoz socialista, un exaltado Pachi “Nadie” López, que se creció en su turno de réplica. Con su fina ironía, Tamames se recreó con él en su, de nuevo, breve réplica: “Me produce –el anterior interviniente, dijo– una situación preocupante, casi patológica”. Incluso lamentó “no tener pastillas de Cafinitrina”, ante el “posible riesgo de infarto”.
En una decisión muy tasada, el doctor Plagio cum Fraude renunció a su narcisismo patológico y cedió la segunda “réplica” a su “vicechulísima” Yolanda Díaz, para representar la puesta en escena de la próxima opción política que verá la luz el Domingo de Ramos, en la previsible tapadera de Podemos que parece convenirle más al susodicho. La ministra de Trabajo ocupó una hora y cinco minutos –como se encargó de concretar el candidato en su breve respuesta– y, tras dedicarle unas cuantas frases no muy delicadas al candidato, le dijo para rematar: «Bienvenido al año 2023, bienvenido a la España de las mujeres», una especie de eslogan para su precampaña electoral que ya prepara desde SUMAR y cuya presentación fue su intervención desde la tribuna del Congreso el martes. La breve contestación del interpelado, tirando de fina ironía consistió en dos frases: “Sintetice sus puntos para poder apreciarlos más tranquilamente” y, remató con esta despedida para inteligentes, en la línea de brevedad y mensajes de pérdida de tiempo que ya había dado en intervenciones anteriores: “Agradecería las lecciones que hemos recibido y suspendería las intervenciones”.
A partir de ese momento, desapareció “el jefe de la banda del banco azul”, que se iría a refrescarse la garganta y a descansar después de tanto “trabajo” de lectura y autocomplacencia. Es evidente que desconoce la mínima cortesía parlamentaria. Sólo le interesa lo que diga él y lo que repitan sus clones para aplaudirlo y/o mpiropearlo. Por el contrario, Ramón Tamames demostró también otro nivel, permaneciendo en su escaño toda la tarde, durante el resto de la primera sesión del debate, en la que escuchó las intervenciones más o menos acertadas de los portavoces de los distintos grupos parlamentarios. Lo que tampoco hizo el líder de Vox, que estuvo ausente un buen rato, como dejó en evidencia una de las portavoces de Podemos, con una cita que, por respeto a Abascal, no voy a reproducir aquí. Como tampoco voy a repetir los exabruptos del portavoz de Compromís, alguno no demasiado alejado de la realidad de los principales de Vox.
Hubo tres réplicas que me parecieron de interés. Primero la de la portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, “¡qué buena parlamentaria de haber tenido buen partido!”. Y un poco de sentido de Estado, añado. Leyó una relación de cuarenta y cinco puntos que terminó con un etc., etc., etc. Y que no voy a reproducir porque sería más largo que lo que ya llevo escrito, pero sí dejo aquí el vídeo de su brillante intervención, porque merece la pena escuchar sus casi treinta minutos de réplica.
También merece la pena un breve comentario sobre la intervención del exdiputado de UPN, Carlos García Adanero, fichado hoy por el PP como posible candidato a la Alcaldía de Pamplona. Sin papeles y contundente, como de costumbre, calificó de “ignominia y aberración el pacto con EH BILDU” y desafió al ausente presimiente al “adelanto de elecciones en base a esas informaciones, rayanas con la prevaricación, que le da el CIS”. Dejo igualmente el enlace con el vídeo de su intervención.
Por último, una breve reseña de la intervención de la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, en cuya primera frase en referencia a la inútil –aunque merecida– moción, le dedicaba a Vox y al PSOE mi tesis, que vengo diciendo desde el resurgir de las cenizas de Vox: “No hay cosa que una más, que un enemigo común”. Son en realidad dos socios no oficiales, pero sí “oficialistas” y en el mismo barco de la lucha contra el PP. Se despedía anunciando que votaría no, “no porque no creamos que el Sr. Sánchez, no se lo merezca, sino porque creemos que España no se merece las ocurrencias de los partidos políticos”.
Resumo lo que se vio los días 21 y 22 pasados, diciendo que, si hubiera que hacer un pódium del resultado de la moción, el mío sería éste: primero indiscutible, el candidato CUR –ya saben, el de Último Recurso–, no sin volver a decir que considero un error por su parte haber aceptado encabezar una moción que nacía muerta y que acabó cadáver. Como dijeron algunos de los intervinientes, no necesitaba esta aparición para ocupar un sitio en la Historia de España reciente. La segunda –no se precipite el lector–, Inés Arrimadas, pese a que ya, desde que su partido dio el salto a escala nacional, primero en las europeas de 2014, pero, realmente, en las generales de 2015, dejé claro ese error de Ciudadanos, como mi modesta hemeroteca deja claro desde entonces. La tercera –ahora sí– la portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, con una intervención, clara y calmada, del motivo de la abstención de su partido, anunciada con antelación y repetida el martes: “No votamos sí por respeto a los españoles y no votamos en contra por respeto al candidato”. Además, demostró una gallardía poco frecuente en casi todos los portavoces, al declinar su turno de contrarréplica, estaba todo dicho y para qué meterse en un jardín que no le iba a dejar ningún rédito, sólo por otros diez minutos de “gloria”, a los que no renunció casi nadie, salvo el portavoz de BILDU, indudablemente por motivos muy diferentes.
Con “todo el pescao vendido” –como lo estaba de antemano–, volvió para el cierre –no podía dejar pasar su protagonismo y vocación exhibicionista– con su tocho de folios para leer, como tiene por costumbre.
Se despedía después el candidato con su conocida caballerosidad y talante, ante la levantada generalizada de los diputados de Vox para aplaudirlo, excepto la de su presidente, Santiago Abascal, que no lo hizo porque, en el fondo, creo yo, debió pensar que ese aplauso debía ser para él y no soportó no ser el protagonista, por lo que acompaño sentado al Profesor. Del que, por cierto, Falconeti no tuvo ni siquiera la deferencia de despedirse, otra demostración del nivel de educación del personaje, carente de toda clase de valores y principios, salvo el de la permanencia a costa de lo que haga falta. Le debía faltar tiempo para preparar esa nueva gira, su actividad preferida, que lo llevaría a Bruselas, y después a la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo y por último a China, donde Xi Jinping estará nervioso ante el nuevo “acontecimiento interplanetario” que protagonizará el sucesor del que celebró el primero, José Luis Rodríguez Zapatero, hoy embajador “plenipotenciario” del chavista bolivariano Nicolás Maduro, que el otro día homenajeaba junto al prevaricador Baltasar Garzón a la delincuente y condenada, Cristina Kirchner en Buenos Aires.
Por cierto, ¿se reunirá en Santo Domingo con los nuevos ciudadanos dominicanos, José Bono y Felipe González? –por orden de nacionalización–. Seguro que sus consejos para seguir ese camino de impunidad, le pueden ser muy útiles.
En resumen, la inútil moción de censura ha vuelto a ser un nuevo balón de oxígeno por parte de Abascal/Vox a su mejor socio, el “amigo” Pedro Antonio, que lo sacó de sus cenizas a finales de 2018. El yerno del empresario de la Sauna Adán, volvió a utilizar el conocido refrán de “No hay peor cuña que la de la misma madera”, que hasta ahora le está sirviendo. Y, en el día y medio que duro el despropósito, no por merecido, menos esperpento, se ha vuelto a poner de manifiesto que esta moción no era contra el gobierno del PSOE sino contra el partido que le cerró sus chiringuitos y que, en su día Pablo Casado, y hoy Alberto Núñez Feijóo, no han apoyado. El primero con un NO rotundo y el segundo con una abstención formal y que ya ha dicho, por activa y por pasiva, que hará todo lo posible para conseguir la mayoría suficiente para gobernar en solitario, llegado el caso, porque “su preocupación tiene que ser la de gobernar y no llegar a acuerdos con el compañero de gobierno, como está pasando en esta coalición Frankenstein” que forma el contubernio de ministros, ministras y ministres. Y si no, que tome nota de la última decisión de Isabel Díaz Ayuso que ha roto definitivamente con VOX, después de la última zancadilla de mi “amiga” Rocío “Monjasterio”, que ha vuelto a votar, con la izquierda, en contra del PP de Madrid,
Quedan muchas cosas en el tintero sobre lo mucho que está dando de sí el cese, disfrazado de dimisión, que queda mejor, de la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, por presunta relación, directa e indirecta, con algunos casos de corrupción, “casualmente” inmediatamente después de terminar el rifirrafe parlamentario, no fuera a hacer cambiar algo en el hemicirco, después de tanto tiempo cantando victoria. Por cierto, sustituida por la que hasta ese día era delegada del desgobierno en Madrid, Mercedes González, a la que lo de contar participantes en manifestaciones no se le da bien, dependiendo de que sean de una ideología o de otra. Parece que hay tema con esto, para otro día.
Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.