Esta sociedad española de principios de siglos XXI, o ha perdido el norte o estamos tambaleándonos en un columpio que no tiene parada, va de un mucho a un nada; sin pensamiento, a sin madurez; de una progresía inmadura a una situación radical que fluctúa sin control, sin consenso, sin una línea de juicio con sentido común… Lloramos por las muertes ingentes de Turquía y Siria, y aprobamos el aborto sin mayor miramiento a las consecuencias; nos duele la guerra de Ucrania y los cadáveres en las calles abandonados y aprobamos la ley de la eutanasia; aprobamos leyes perversas, donde los roedores tienen más derechos que muchos humanos, donde en nuestro país hay más perros que niños; leyes que no traen progreso sino más desigualdad y miseria moral.
Todos estos son agujeros negros que de momento no vemos cómo rellenar con sensatez, sentido común y unas leyes consensuadas y rebozadas de humanismo cristiano. Leyes que favorecen que los violadores mengüen sus penas, que salgan algunos de la cárcel por la ineptitud -no de los jueces-, sino de la inoperancia de gentes advenedizas con credenciales muy discutidas, que no han cotizado a la Seguridad Social ni un duro en su vida anterior laboral… Queridos amigos, dónde estamos, qué “filum” determina nuestra especie de Homo Antecesor, Neanderthal o Sapiens, qué difícil responder con el panorama que nos ocupa. Y, con las excepciones debidas y respetadas, que son muy pocas…; qué me dicen de la “ley trans”, donde otros países están volviendo a plantearse el daño y las mutilaciones que se están llevando a cabo, porque la gran fragilidad emocional que tienen estas personas entre la adolescencia y el primer estadio de la juventud, abandonadas a su suerte, se mutilan y se hormonan sin mayor criterio deontológico. Claro que sufren algunos niños y niñas con una psicología no aceptada y hay que acompañarlos en su evolución, no podemos abandonar al paciente, hay que hacer un buen diagnóstico, para que no nos equivoquemos al hormonar a los niños por “casi una pretensión caprichosa”.
Un niño de 12 años tiene la capacidad de decidir sobre su vida, su género y su psicología como si fuera un antojo, que se puede variar en unos meses, y volver de nuevo a ser lo que no se había diagnosticado y madurado con una labor de acompañamiento, porque ese niño necesita un guía, una orientación sincera, clara con alguien que le ayude a madurar una decisión con la que muchas veces -y es frecuente que así sea-, tiene una duda normal y habitual en un proceso madurativo del que nadie puede tirar por la calle de en medio, teniendo la impresión de que son leyes contra nosotros… Consecuencias físicas irreversibles y con daños muy serios que ya se están apuntando, por eso se hace necesario un diagnóstico para que el niño trans, tenga siempre alguien que le ayude en sus dudas y en sus lagunas, no pudiendo abandonar a estas personas menores que son más vulnerable, y precisamente porque no son capaces de tener un juicio asentado y maduro, que es comprensible y nadie lo duda, necesitan alguien profesional que les ayude: Dándoles alternativas financiadas, estructuradas, organizadas, con sentido común y con un código deontológico.
Nuestra ayuda siempre a los más vulnerables, es una pauta deontológica y científica y a ser posible con un diagnóstico evolutivo de acompañamiento, sin olvidar que la estadística que hoy manejamos según datos de la OMS, se estima que entre el 0,3% y el 0,5% de la población mundial es “trans”, por lo que en España habría entre 14.000 y 25.000.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)