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El Estado del bienestar, siempre supeditado al “bienestar del estado”… de los que lo defienden

 

Asistía, hace unos días, a una conferencia en la que, el ponente, hizo una brillante exposición del Nuevo Orden Internacional que se va imponiendo en este mundo globalizado, que la prestigiosa revista, The Economist, relativizaba a través de algunas portadas que dedicaba a este asunto, en los últimos años. Así, “Slowbalization”, era el titular en la de Enero de 2019; “Goodbye Globalization”, en la de Mayo de 2020 y “Reinventing Globalization”, en la de Junio de 2022. Toda una señal de la poca confianza de esta revista en el mitificado término.

Nos decía el conferenciante, entre otras muchas y muy interesantes cosas, que “Europa ha conseguido el mayor Estado del bienestar del mundo Occidental”, algo que, con sus matices, puede que sea cierto. Otra cosa sería considerar a cambio de qué y quiénes son los que, realmente, al menos desde la perspectiva española, gozan de ese bienestar que se exhibe como un logro, al que, en todo caso, parece que contribuiríamos casi todos, pero disfrutarían unos pocos.

No sé si los seis países fundadores de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la conocida  como CECA, integrada por Francia –país que tuvo la idea–, Alemania –entonces sólo la Occidental–, Italia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos buscaban, que creo que no, lo que hoy es Europa, pero aceptemos “pulpo como animal de compañía” y admitamos, como se repite en ese ámbito, que aquel Tratado de París de 1951, fue la “semilla de la actual Unión Europea”.

Me permito recordar cómo fue la “evolución” de lo que hoy se conoce como Unión Europea. Primero se pasó a 9, con la incorporación de Dinamarca, Irlanda, y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, en 1973; después a 10, con Grecia, en 1981; 12, con España y Portugal, en 1986; 15, con Austria, Finlandia y Suecia, en 1995, cuando se quedó fuera Noruega, por su referéndum en contra; 25, con República Checa, Chipre, Estonia, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia, en 2004, en una especie, ya, de “todo a 100”, con el pretexto, simplificando mucho, de reforzar la OTAN, después de la caía del telón de acero en 1989 y el miedo a la terrible Rusia; 27, con Bulgaria y Rumanía, más de lo mismo, en 2007; y 28, con Croacia, en 2013, que finalmente quedaron  en los 27 actuales tras la salida del Reino Unido por el BREXIT, en 2020. Pero me parece que esta dispar Unión Europea, respondía más a unos intereses meramente comerciales, de unos pocos países, lo más poderosos, que no a los puramente económicos. Y, seguramente, puede que, detrás de ese masivo crecimiento que llevó a la Unión Europea de hoy, hubiera también algún interés político, que tampoco lo era del todo y, a continuación me explico en las dos afirmaciones.

No cabe duda de que una Unión Europea, pretendidamente, réplica de los Estados Unidos de América, podía ser una buena idea, pero no podía serlo nunca, en lo económico, con semejante disparidad de políticas fiscales, que presentan grandes diferencias entre sus países miembros. Se quiso enmascarar, esa “unión económica”, con la adopción de una moneda “única”, que no empezó demasiado bien, cuando sólo 19 de los 27 países adoptaron el Euro como moneda única. Como tampoco se igualaron las políticas de salarios y, por tanto el poder adquisitivo en cada Estado. Por eso lo de “intereses meramente comerciales” que decía antes, que no económicos. Y no es muy distinto en lo político, me parece, también lejos de la cohesión mínimamente exigible en un proyecto unificador, cuando uno de los principales objetivos políticos de cualquier país que quiera ser respetado, debería ser su política de Defensa, algo que no existe realmente en muchos de los componentes del fallido Estados Unidos de Europa, y, tampoco, es común en la Unión Europea clásica en cnjunto. Por mucho que, nuestra “aguerrida” ministra del ramo española, se engolara el otro día –no hay que desmerecer ante el jefe– diciendo que “España no descarta formar parte del escudo antimisiles alemán”. Me los imagino a los dos, con sus chalecos antibalas, “formando parte” de ese “escudo”. Pero habrá opiniones –todas respetable, por supuesto– para todos los gustos.

Dicho lo anterior, habrá que reflexionar sobre cómo se ha podido conseguir ese “maravilloso Estado del bienestar”, al que tan rápidamente se acostumbró la sociedad. Si entendemos por bienestar, en nuestro caso, endeudarnos por encima del 150% de nuestro PIB, hipotecando a las generaciones futuras. Y lo que nos viene con esos últimos presupuestos “negociados” entre los socios de gobierno, que han vendido como “éxito”, cuando no ha sido otra cosa que una sumisión más del PSOE al minoritario Podemos, porque, si no, adiós al “bienestar de su estado”, el del Sr. PinócHEZ y los veintidós que lo acompañan en el contubernio de Moncloa, cada semana y, a veces, por partida doble. Y, todavía, quedan cesiones por ver en ese presupuesto, cuando terminen las siguientes “negociaciones/sumisiones” con el resto de minoritarios, que ayudan y participan de ese “bienestar” propio. Puede acabar como el del año pasado, al que denominé PGETA, por razones obvias. De momento, el sectario y rufián, Gabriel Rufián –perdón por la redundancia, pero el destino es cruel, a veces–, ya ha dejado claro que “el apoyo de ERC, se suda”. Y, seguramente, sudores, pueden ser los que le hayan entrado al presimiente y a su corte de mamporreros, cuando hayan oído el aviso del “catalán” de ascendencia andaluza. Un personaje de pocas luces que sentencia, con ese aplomo característico que le da saber que el doctor Plagio cum Fraude, tragará, como lo viene haciendo desde aquel aciago 1 de Junio de 2018. Todo, para seguir un día más –y ya supera los cuatro años– en su ya no tan nuevo colchón de la Moncloa, su primera “gran decisión” al llegar a la nueva “morada”, nunca mejor dicho, ya que le debe esa, ya demasiado larga, prórroga, a los del “8 Morado” con los que “nunca pactaría”. Si hablamos de “bienestar”, pocos superan el que disfruta nuestro “amigo” Pedro “Antonio Narciso Doctor Plagio Cum Fraude PinócHEZ Falconeti Showman del Postureo” y señor de La Mareta y Las Marismillas, que ahora también acumula el apelativo de “Retrasado”, tras su última demostración en los prolegómenos del desfile del Día de la Hispanidad. No faltó el ingenio hispano que reflejó el “diálogo” con Su Majestad Felipe VI: PS: “Majestad, siento el retraso”. Don Felipe: “Tranquilo, el retraso se te nota, pero otra vez no llegues tarde”.

Pero ellos, en sus trece, pasen días, caigan dietas. Por cierto, estas últimas y no sé qué ingresos más de sus señorías, libres de retenciones, de las que no disfrutamos el resto de los españoles, aparte de degustar su “ambigú” en el Congreso –y supongo que en el Senado–, con precios que no vemos en las cafeterías y restaurantes por ningún sitio: “Desayuno continental, 0’91 €” o “Desayuno especial, 1’21€”, por ejemplo. Y para más inri, sus “pobres” señorías, se aprueban –con el voto en contra del PP, VOX y Ciudadanos, todo hay que decirlo– un aumento de sueldo del 4% para 2023. Un incremento superior al propuesto para el resto de funcionarios, que para eso ellos son más importantes.

He escrito algunas veces que nuestro Estado debería ser la “empresa” España, S. A., de la que somos accionistas los 47 millones de españoles, que “contratamos” –en nuestro caso “elegimos” (es un decir)– a nuestros gestores –otro decir, en la mayoría de los casos–, los políticos, y nuestros dividendos serían unos servicios –Educación, Sanidad, Justicia, Seguridad, Infraestructuras…– de calidad. ¿Se imaginan ustedes una empresa cualquiera, cuyo consejo de administración  eligiera a sus directivos y ellos incrementaran a su antojo la deuda de la empresa y, para completar el disparate, pese a estar en pérdidas continuas y crecientes, se subieran el sueldo? Pues eso tenemos en España. Sin entrar en que, algunos de los que nos arruinan ahora, o nos dejaron en la ruina en 1996 –¿verdad Sr. González?, por citar uno– y 2011 –¿verdad, Sr. Bono?, por citar otro–, han conseguido, en tiempo récord, patrimonios inmobiliarios o empresariales injustificados y que los que ahora nos suben los impuestos y aprueban limosnas para algunos colectivos, en una clara maniobra de compra de votos, viven en residencias gratuitas con los suministros pagados. ¿Se aplicarán los recortes de consumos y sacrificios que recomiendan a sus administrados, doña Marisú Montero?

Con razón, un insigne sociólogo, amigo, y muy buen conocedor de nuestra sociedad actual en general y de nuestra «incomprensible» casta política en particular, me decía que están poniendo «España patas arriba». Algo que no sorprendería que, ante la previsible pérdida de poder que están “oliendo” ya los partidos nacionalistas y de izquierdas –añadía yo–, se tradujera en posibles «revueltas» en nuestras calles. Pero, ¿qué se puede esperar de unos «políticos», además de incomprensibles, INCOMPETENTES e INDECENTES en su mayoría, con una evidente doble vara de medir?, una para ellos, claro, y otra para el pueblo sumiso que, al final, aguanta lo que le echen.

Termino con una pregunta de no fácil respuesta: ¿Cómo sería nuestro Estado del bienestar, de haber sido un objetivo, y no un pretexto para vestir el bienestar del estado de nuestros políticos, que son los que, de verdad, han aumentado sus patrimonios y privilegios, en la mayoría de los casos sin mérito alguno, salvo el de haberse sabido “colocar” a tiempo en una lista?

Y, aunque no venga a cuento, ¡Hala Madrid! después del merecido triunfo (3-1) ante el Farça, F. C., que siempre ve fantasmas cuando las cosas no le salen bien. Otro ejemplo, por cierto, de gestión ruinosa y mala administración, objeto también de un trato con doble vara de medir de ciertas “administraciones” que, de lo contrario, es más que posible que ya estuviera jugando en categorías inferiores. Y, de nuevo, su presidente, protagonista de un feo incidente en los vestuarios con el trío arbitral, al final del partido, demostrando que, por supuesto, el suyo es “más que un club”, cercano a los que algunos protagonistas de los ERE andaluces frecuentaban con recursos públicos. ¿Estaremos ante un insospechado paralelismo, producto de nuestro fallido Estado del bienestar? Ahí lo dejo, pero creo que se abre una buena línea de análisis.

Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.

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